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Cuando las corralas no son sólo quienes las habitan

Manifestación por el derecho a la vivienda en Sevilla

Ramiro Navarro

El drama de los desahucios y de todas las familias que se quedan sin casa tiene unos indiscutibles protagonistas: sus afectados. Desde 2007, se han contabilizado en Sevilla un total de 7.681 desahucios y se ha iniciado un número similar de pleitos para subastar viviendas hipotecadas. Diez familias son desahuciadas cada día.

La búsqueda de una salida digna promovió el desarrollo de las comisiones de vivienda nacidas en las asambleas de Barrio del 15M. De su labor surgió la Intercomisión de Vivienda de Sevilla, destinada a aglutinar las reclamaciones que iban llegando, y la creación por barrios de Puntos de Información de Vivienda y Encuentro (PIVE). Fue cristalizando en distintas iniciativas, aunque la más relevante fue la de las 36 familias realojadas en mayo de 2012 en un edificio deshabitado de la Avda. de las Juventudes Musicales, bautizada como Corrala La Utopía. La experiencia ha servido de motor y modelo para otras iniciativas similares (Lumbreras, Quintana, Mariano Benlliure y Evangelista) y fuera de ella (la última, hace unos días en Mairena del Alcor y unas semanas antes en Alcalá de Guadaira y Villanueva del Río y Minas). Sólo en Sevilla son algo más de 100 familias, unas 280 personas, las que han encontrado así un techo.

Sin embargo, detrás de cada corrala, tras las comisiones y atendiendo esos PIVE's, hay centenares de personas que ofrecen su ayuda. No son afectados pero dedican su tiempo y sus conocimientos:

Ibán, geógrafo. Ibán Díaz, geógrafo de profesión, es uno de los militantes que ha formado parte desde el principio de ese proceso. Según explica, “más de un centenar de activistas pueden estar implicados en los PIVES”. A eso hay que sumarle “la labor de la gente que está en los grupos de apoyo, las personas que hacen tareas de trabajo social directo o que se encarga de buscar respuesta a las necesidades concretas; por lo que puede haber un núcleo de 200 activistas fácilmente”. Ibán ha participado activamente en el PIVE de San Pablo y en el mapeo inicial realizado para conocer el volumen de la bolsa de viviendas vacías propiedad de la banca.

Emilio Puyol, abogado. Y con él, Luis de los Santos o Pastora Filigrana, integrantes del Colectivo 17 de marzo, han prestado apoyo legal y asesoría jurídica a nivel global y desde los PIVES.

Juanjo, periodista. Juanjo García es periodista y ha desempeñado su labor profesional en gabinetes de comunicación. Es una de las personas, junto a otros nombres como Ángela, Mari Luz, Macarena o Mariano, encargadas de mover la información, establecer las relaciones con los medios de comunicación, el envío de notas de prensa, grabación de vídeos o gestionar su actividad en las redes sociales. “Entre 15 y 20 personas apoyan en labores de comunicación con distinto grado de implicación y en distintos ámbitos. En cada corrala suele haber al menos una persona que, bien desde dentro o desde fuera, hace ese papel de canalizar las labores de comunicación”, afirma. Con satisfacción, también reconoce que “incluso muchos de los periodistas que en principio se acercaron a esta historia como informadores, han llegado a convertirse en activistas”.

Esa estrategia de comunicación -comenta- habrá tenido aciertos y errores, pero en general “ha sido un factor importante en el impulso”. “Aunque -apunta- el factor realmente importante ha sido el de esas mujeres; quizás las primeras 11 y después el resto de las 36 que han liderado el proceso”. Es necesario subrayar que son mujeres, pues la corriente feminista ha sido crucial en el nacimiento de este movimiento. “La labor de esa perspectiva feminista no es que sea importante, es que ha sido decisiva porque, de hecho, te vas a una asamblea y si hay 10 hombres, hay 40 mujeres. Esas mujeres que, aunque no se aproximen a términos más o menos técnicos, aunque no conocieran qué es el patriarcado o no hubieran manejado antes un concepto así, es muy importante que ejerzan ese poder”, añade.

Ángela, trabajadora social. Relacionado con ese empoderamiento está también la labor de grupos cercanos. Ángela Agudo es trabajadora social y forma parte del colectivo Setas Feministas, también surgido a raíz del 15M. Aunque ese era el enganche común, “el tema de las corralas ha ido muy unido a un movimiento de vecinas, en femenino, con 'madres coraje' que llevaban toda la vida luchando por salir adelante; ellas no se habían conformado y ese inconformismo da pie a una iniciativa muy potente”. Aunque ese vínculo entre su grupo y las corralas es ahora mismo “más suave”, tratan en lo posible de apoyar las convocatorias, hacerse eco de las necesidades que se trasladan desde las corralas y acercarlas a su colectivo para barajar qué se puede hacer al respecto.

Lourdes, trabajadora social. Lourdes también es trabajadora social, aunque ha estado trabajando en hostelería. Ella ha prestado apoyo especialmente en la Corrala la Utopía, trabajando con las familias desde antes incluso que se realojaran en el edificio para preservar el objetivo común por encima del interés particular. Cuando se organiza la primera corrala, se pide la mediación del Defensor del Pueblo Andaluz. “Anticipándonos a eso y por conocer las características de las viviendas, se hicieron informes cuantitativos para conocer el número de familias, sus integrantes y conocer las características de cada una de ellas”. Esos informes tendrán utilidad en la mediación que va a realizar la Oficina del Defensor del Pueblo con Ibercaja.

Además, han tenido que oponer resistencia a las presiones exteriores. “Las trabajadoras sociales, por la inoperancia del Ayuntamiento, nos hemos visto obligadas a apagar muchos fuegos”. Según explica, una de las medidas de presión fue el corte de luz y agua. “Llegaron a amenazar a las familias con retirarles la custodia de los menores. Son 36 familias con 40 menores que se veían desesperadas. Tratamos de explicarles que parecía más una maniobra para meter miedo”. Paradójicamente también Lourdes sabe que la labor social institucional está reconociendo el éxito de todo este proceso: “ya existen trabajadores sociales que en las propias instituciones están derivando a las familias a los PIVE's”, apunta.

Lourdes aporta una reflexión crucial respecto a toda la gente que se vuelca en estas tareas: “Un grupo de apoyo no es tu hobby de los lunes ni tampoco puede absorberte la propia vida. El grupo de apoyo tiene que delimitar bien su tarea, no es una tutela. Hay que saber cuándo se termina su trabajo y dejar que la gente funcione de forma autónoma”, afirma.

Mari Carmen, enfermera. Además de estas personas, hay cientos que a título particular van apoyando de un modo más o menos explícito todo este movimiento. Mari Carmen Aguilar se acerca a los 59 años, es enfermera del Hospital Virgen del Rocío y vive en Triana. Mari Carmen cree que hay mucha gente de su generación muy sensibilizada con este tema. “En nuestra infancia, muchos barrios tradicionales fueron pasto de la especulación urbanística que hizo que hoy Triana no conserve su población original; fue desplazada a Los Pajaritos, el Tiro de Línea o la Macarena. Nosotros conocimos las casas de vecinos, o antiguos corrales de vecinos, y hubo gente que tuvo que marcharse hasta Los Bermejales”. Sus palabras aportan cierta perspectiva histórica ante desequilibrios sociales que han existido siempre: “Estamos volviendo a una situación que se repite después de muchos años: población excluida, bien por la vivienda o económicamente”. La historia se repite aunque sus protagonistas anónimos sean otros u otras.

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