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Ciudadanos, el PP amarillo
Vivimos un momento clave. Una cita histórica. De verdad, no futbolera. Una cita con la dignidad, nacional e individual de todos cuantos somos piezas del proyecto colectivo, átomos de la España democrática. La sentencia Gürtel que da por probada y condena a tantos responsables del PP y al partido por corrupción sistémica y financiación fraudulenta durante años, es decir por competir y ganar elecciones dopados, es tan grave que marea. ¡Hasta establece que el presidente Rajoy faltó a la verdad en sede judicial!
El título del artículo no viene, no obstante, de un daltonismo por aturdimiento. Ya sé que los de Rivera usan el naranja como distintivo. Pero ante la coyuntura neurálgica en que se apunta una moción de censura al descompuesto Gobierno, impulsada por el PSOE con apoyo de Unidos Podemos, y la celebración luego de elecciones, creo obligado mirar de frente, al fin, una realidad desagradable, para no vernos en breve pensando que hemos vuelto a hacernos trampas al solitario.
Porque estos años atrás, aunque no conociéramos los detalles, se olía el expolio de las arcas públicas, el uso de las instituciones para el enriquecimiento del PP en el poder y, al calor de este, también de personas del partido y hasta de la Casa del Rey. Un polen putrefacto flotaba en el aire. Si la ciudadanía mayoritariamente se auto-engañaba era tragando dos píldoras falsas: “que todos los partidos y políticos son iguales”, “y los del PP, casi genéticamente, por pertenecer a las élites, lograban el respaldo de las empresas, la confianza de los mercados que haría que la prima de riesgo bajara, la economía reflotara y la bonanza llegara a las casas”.
¿Recordamos cuando el origen social de gente como Esperanza Aguirre, grande de España, se argumentaba como garantía de que ellos nunca robarían porque no tenían necesidad? Como si Cifuentes birlara cremas por no poder comprarlas o el yerno de Juan Carlos I sisara porque le faltara… ¿Recordamos el sentimiento de débito que se nos inculcaba hacia quienes pudiendo ganar mil veces más en la privada se avenían a gestionar lo público haciéndonos un favor, ellos con tantas carreras, titulaciones y másteres, nacionales e internacionales? ¡Cuán en pelota picada vemos ahora cabalgar al emperador!
Nos engañaron, de acuerdo. Pero nos dejamos engañar. Hay que reconocerlo. No para flagelarnos, sino para no caer en el mismo error. Porque somos capaces de salir de esta. Pero también, muy capaces, de volver a meter la mano en mierda. Lamento la escatología. Más triste es nadar en este lodazal.
Llego a la explicación del título: Ciudadanos es la marca blanca del PP. Pero, peor, es el sindicato amarillo. Esa lista de trabajadores esbirros que crea la empresa cuando los currantes de verdad, con más miedo que vergüenza, consiguen organizarse en una candidatura y convocar elecciones para crear un Comité que defienda los legítimos derechos, salariales y laborales. Son los que vienen a aparentar que algo cambia, garantizando así que todo lo esencial siga igual de injusto para la mayoría. O peor. Las plantillas los reconocen a legua. No porque haya mucha Ágata Christie o Sherlock Holmes, sino porque el poder actúa con descaro: les asciende, sube el sueldo, premia. Es parte de la estrategia. Como lo es arrinconar y echar cuando pueda a quienes osaron desafiarlo. Para dejar claro qué actitudes merecen zanahorias y cuáles palos.
¿Vamos a ser cómplices de nuevo de la amoralidad, de la desvergüenza que nos ha traído aquí? ¿Consentiremos que esa segunda pata de la corrupción sistémica en el país, las empresas corruptoras, nos digan ahora que la ultraderecha joven y guapa de Rivera y Arrimadas, la equis en la quiniela que niega las ideologías envuelta en banderón rojigualda es quien va a traer la regeneración ética? ¿Permitiremos que nos dicte el paso el Ibex 35, cuajado de listos que pagaban mordidas a los hombres y mujeres del PP para, en vez de competir en el mercado libre, asegurarse con trampas el expolio de la Administración pública?
Fijémonos siquiera en un caso de los muchos en que una gran compañía pagaba servicios prestados a quien dejaba la primera línea política: esa Telefónica abonando suculenta morterada al ahora detenido Zaplana, su “asesor de asuntos públicos”. Las empresas podridas –enemigas también del emprendedor honesto- y el aznarismo, con José María de las Azores al frente se están yendo de rositas. Y mudando de piel, cual buena serpiente.
No finjamos nosotros ingenuidad mordiendo la pútrida manzana que ya tan bien conocemos. Porque apoyar al PSOE de Pedro Sánchez –con su trayectoria, limitaciones y enemigos internos-, a Unidos Podemos –del decepcionante episodio chalet y peor enroque en el hiper-liderazgo vía consulta a las bases-, que necesitarán del nacionalismo catalán de rumbo alocado con el reaccionario Torrá… no nos garantiza ningún paraíso. Pero es la oportunidad de empezar a construir un proyecto de país, por imperfecto que sea, honesto. Mientras que entregarse al amarillo Ciudadanos es seguir hundiéndonos en la sima que nos está tragando.