Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar
¡Dependientas, levantaos!
¡Andaluces, levantaos! ¡Pedid tierra y libertad! Sea por Andalucía libre, España y la humanidad.
Si no nos hacemos trampas al solitario, tendremos que reconocer que los problemas que ahora nos cercan no son inesperados: tanto el altísimo coste de la luz como la ola de calor por el cambio climático son desafíos que vemos venir hace años, que se han ido agravando y frente a los que por dejación o impotencia no hemos actuado. Pese a lo cual, algo tendremos que hacer, la ciudadanía y los gobiernos, porque así no se puede seguir.
Pues bien, junto a esto, en paralelo, se está fraguando ante nuestros ojos, incluso con nuestra colaboración, un nuevo pulso a la viabilidad social cuya gravedad minusvaloramos: las dependientas de los grandes almacenes y de las tiendas de ropa están cavando sus tumbas con sus propias manos obligadas a adiestrarnos, a los clientes, en el uso de las máquinas de auto-cobro que las mandarán al paro.
El septiembre de 2018 se montó una buena en A Coruña cuando Inditex puso en marcha de forma experimental 14 cajas de auto-cobro en tiendas de Zara y Lefties de un centro comercial. Este verano, en cambio, pasa inadvertida la implantación sistemática del auto-cobro en la red de tiendas por toda España del grupo de Amancio Ortega que facturó 20.402 millones € en 2020 pese a tener las tiendas cerradas por la pandemia, que acaba de entrar en el accionariado de Red Eléctrica y está ya en Enagás, que ejerce de mecenas al dar equipamiento oncológico a algún hospital mientras paga el 70% de sus impuestos fuera del país, empeora las condiciones laborales de sus trabajadoras y estos julio y agosto cierra 56 tiendas, la mayoría en Andalucía y Madrid.
En plenas rebajas, cuando las colas de pago se hacen más larga, después de varios años ya primando la compra online con una estrategia que incluye hacer que la plantilla de dependientas sea tan ridícula que la compra analógica se vuelva pesadillesca, en este contexto donde la persistencia del covid hace que cualquiera desee pasar el menor tiempo posible en un interior masificado, ahora se sigue la estela del grupo Decathlon (y tantas gasolineras) y se obliga a las dependientas a lanzar en el corazón de sus tiendas el canto de sirena de las bondades del auto-cobro:
“¿Prefiere no esperar? ¿Quiere pagar más rápido? Yo le indico. Venga”.
Y antes de que cante un gallo se ve una pasando las prendas por el láser, quitándoles las alarmas antirrobo, emitiendo el ticket y embolsando con la velocidad de la dependienta con más trienios del planeta.
“¿A que es fácil?”, pregunta la vendedora a la clienta con ojos de vértigo.
“¿Sabéis que es vuestro final?”, le devuelve su pregunta la compradora.
“Sí”, responde la primera resignada. “¡No sabe cuántas clientas nos lo están avisando, muertas de pena!”
Clientas que, no obstante, usan, usamos el maldito sistema de auto-cobro, que saben, sabemos, que si nadie lo remedia se extenderá a otros comercios, como ese Corte Inglés donde las dependientas ya han sido diezmadas, no dan abasto para orientar, cobrar, buscar en almacén otra talla, mientras las colas de clientes se alargan con tanta incomodidad que el día que abran las cajas de auto-cobro se lanzarán sobre ellas en plancha.
Proteger el empleo frente a la robotización
La responsabilidad es compartida, sí. Los ciudadanos que vemos cuántos empleos se destruirán deberíamos plantarnos, igual que deberíamos volver a las sucursales bancarias para evitar que operar siempre online haga que las cierren y pillar taxis en vez de VTC y negarnos a usar los servicios de Glovo o Deliveroo si, como anuncian con descaro, piensan incumplir la Ley Rider… Pero no puede pedirse la mayor resistencia al eslabón más frágil.
Aunque animo vivamente a las dependientas a organizarse siguiendo el ejemplo de las valerosas Kellys y levantarse, sé de sobra el alto coste que podría tener para las vendedoras plantar cara a sus jefes y decirles que no piensan enseñar a nadie el uso de las cajas de auto-cobro que vienen a quitarles el pan de la boca. Son los gobiernos, es este gobierno nuestro de coalición, que se reclama progresista, que hace bandera de “no dejar a nadie atrás”, el que debe actuar ya y de forma decidida ante la destrucción de empleo programada por grupos empresariales con grandes beneficios, a los que recientemente se han dado ingentes ayudas bajo el paragua de los ERTE y que representante sindicales denuncian están haciendo EREs encubiertos.
Si un país como España que tiene un problema de desempleo estructural que hace que cada crisis puntual (sea de burbuja inmobiliaria, financiera o sanitaria) nos afecte más que a otros países del contexto europeo, acepta de brazos cruzados que se fulminen los puestos de trabajo del sector comercial (particularmente feminizado) además, las consecuencias en términos de precariedad, de sufrimiento concreto de muchas personas y familias, serán tremendas.
Hay que anticiparse y defender ya a la ciudadanía, aprobar normas valientes y eficaces para blindar a la gente. Normas que de verdad sirvan y no existan solo de cara a la galería como esa patética Política de Protección de Datos de la UE tan bienintencionada como perversa que hace que todos los que nos reunimos aquí en Internet hartos de rechazar cookies espías en avisos que saltan en pantalla de forma continua acabemos pulsando que aceptamos cualquier espionaje impresentable con tal navegar de una vez en paz.
21