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¿Un lugar en el infierno para Mónica de Oriol?
En el ensayo Reacción, publicado a principios de los 90, la periodista norteamericana Susan Faludi, ganadora de un Pulitzer, alertó sobre la existencia de una agresiva contraofensiva conservadora en Estados Unidos para convencer a las mujeres de que la verdadera felicidad estaba en el retorno al hogar y el cuidado de los hijos, de que tenerlo todo era imposible, y de que los avances que el feminismo había logrado a partir de los 70 sólo habían generado insatisfacción, soledad y amargura a las mujeres.
Una de las cosas más curiosas que descubrió Faludi, que entrevistó a decenas de portavoces de estos poderosos think-thank del postfeminismo, fue que sus vidas se parecían en realidad bastante poco al modelo que defendían: estas apasionadas predicadoras de los valores familiares se pasaban el día en el despacho de sus fundaciones, viajando alrededor del país o dando entrevistas y conferencias, y apenas pasaban tiempo en sus casas. Como diría el refrán, consejos vendo y para mí no tengo.
Me he acordado de este libro al escuchar las polémicas declaraciones de la presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica de Oriol, que dijo la semana pasada que prefiere contratar a mujeres menores de 25 o mayores de 45 porque “luego se quedan embarazadas y tenemos un problema”. Hace unos meses ya encendió las críticas al defender que no era justo pagar el salario mínimo a los jóvenes sin experiencia porque “no sirven para nada”.
Como las falsas neofeministas de finales de los 80, pero en un sentido diferente, esta empresaria propietaria de la empresa de seguridad Seguriber –sí, la misma del Madrid Arena -, es una firme opositora de las cuotas femeninas y de las leyes laborales que protegen a las madres trabajadoras, sostiene que la única vía para el éxito profesional femenino es el sacrificio personal y cree que a las que no triunfan lo que les falla es la ambición. “La mujer que quiere llega, pero es necesario elegir”.
Pero quien se presenta en todas las entrevistas como una mujer de hierro y “forjada a sí misma” no ha tenido precisamente que hacer en su vida las renuncias que exige al resto. Miembro de una poderosa dinastía de empresarios (su abuelo fundó Talgo y la actual Iberdrola), se casó mientras estaba en COU y tenía ya tres de sus seis hijos cuando comenzó a trabajar a los 21 años. Aplicando su propia doctrina, Oriol jamás se habría contratado a sí misma. Pero la joven Mónica, formada en universidades privadas de España y EEUU, no tuvo problemas: nadie puso en duda su capacidad, su motivación ni su compromiso con la empresa. Nunca temió un despido. Al fin y al cabo, la inmobiliaria que la contrató era propiedad de su familia. Tiempo después, cuando decidió montar su propio negocio, su madre le prestó el dinero necesario para comprar Seguriber.
“Es mejor que una alta directiva se case con un funcionario o con un marido al que le gusten mucho los niños”, dijo también el otro día. No ha sido su caso –el suyo es también empresario y socio-, pero poco en la vida real de Mónica de Oriol se parece a lo que predica. ¿Su secreto para sacar adelante una empresa con 6.000 empleados y una familia numerosa?: grandes esfuerzos, mucha organización y… una tata contratada a jornada completa durante 24 años. Ay Mónica, qué fatiguitas tienes que haber pasado. Tal vez la evidente falta de empatía que demuestra la presidenta del Círculo de Empresarios no sea tanto con las madres trabajadoras, sino con los pobres, así, en general.
Madeleine Albright, la primera secretaria de Estado que tuvo Estados Unidos (con Bill Clinton), ha dejado dicho que hay “un lugar especial en el infierno para las mujeres que no ayudan a otras mujeres”. Si es así, a Mónica de Oriol debe estar llegándole un inquietante olor a chamusquina.
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