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El sapo de la abstención
La abstención es un sapo que ronda las mesas de las fuerzas de la oposición, en especial, del partido socialista. Es uno de los menús que ofrece Rajoy (sin plantear cesión alguna). Es una posibilidad recurrente y en los corrillos de muchos socialistas se ve como la única apuesta posible para que haya Gobierno, además de dar opción para arreglar un par de tensiones internas.
Hay quien opina dentro del partido que lo mejor es mantener el no a Rajoy e ir a las terceras elecciones; hay quien cree que hay una remota posibilidad de que el gobierno alternativo cuaje, pese a que le ven menos problema al número y a las cacareadas sumas que a la desconfianza fraguada estos meses entre unos y otros (sí, en esta nueva etapa política donde iba a llegar el diálogo y el acuerdo a la vida política española).
Y luego está la opción que parece tomar cuerpo después de los últimos movimientos de los barones. Apretar a los populares para que se vaya Mariano Rajoy, y que Sánchez se abstenga.
Así, el secretario general del PSOE se convierte en un mártir por la causa, se le aplaude por ello pero se le saca de la escena política, el deseo no confesado en público de las voces críticas pero gritado a voces en privado. Porque que hay un sector del partido al que no le gusta Pedro Sánchez, especialmente en Andalucía y Extremadura no se sienten ni siquiera cómodos, es un hecho que resulta imposible desmentir a pesar de las declaraciones de “fraternidad” de Susana Díaz esta semana.
Pedro se marcha por el bien del partido y, para lidiar con esa incómoda abstención, deja paso a una nueva remesa que traiga personas diferentes (porque no pinta que aparezcan nuevas). Serán los que planten cara al PP con una oposición fuerte que haga recuperar el voto socialdemócrata y les dé margen para rehacerse como fuerza política después de los últimos batacazos electorales. Así de sencillo… o no. Y mientras, la división interna del PSOE vuelve a ser protagonista y a sumar desgaste.
No es tiempo quizás de buscar culpables de este enfrentamiento evidente. Quizás el hecho de que Pedro Sánchez minusvalorase a sus barones confiando en la disciplina de partido que ya en otras ocasiones ha hecho cerrar filas en torno al secretario general. Quizás tenía que haber hecho más guiños a federaciones como, por ejemplo, la andaluza, la más potente, en sus nombramientos y en el nombramiento de su entorno. Eso dicen los que le señalan como causa de todos los males.
Quizás se tenía que haber escenificado de manera menos evidente la clara falta de simpatía entre Pedro Sánchez y Susana Díaz. Quizás se le tenía que haber dado cierto margen de maniobra en tiempos tan difíciles como los electorales y no haber dado la sensación de poner permanentes chinas en el zapato. En el caso de Susana Díaz, se acusa la sensación de amenaza constante y enemigo interno. Quizás se tenía que haber demostrado más habilidad para no colocar el foco sobre el PSOE aún en momentos donde no se lo merecía. Eso dicen los que consideran inoportunos algunos de los movimientos de la presidenta andaluza, entre otro barones.
Sea como fuere, el momento es este, la división interna es manifiesta y pública, y dentro del partido la presión sobre el Secretario General aumenta enteros. ¿Se tragará Pedro Sánchez el sapo de la abstención que le sirven en bandeja? Siempre le queda la opción de utilizar el comodín de la consulta a la militancia. ¿Porque quién se va a oponer en público a preguntar a las bases?
Y a todo esto… ¿los ciudadanos, qué?