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Cuando el voto de castigo es votar lo mismo
1. Indignados, pero que el voto lo cambie otro. Según la última encuesta del CIS, cuatro de cada cinco españoles cree que los políticos no se preocupan de lo que piensa la gente y sólo se mueven por intereses personales. Otras encuestas reflejan también el malestar ciudadano con la actual parálisis política. Hasta lo canta Estrella Morente. Y, al mismo tiempo, casi el 80% de españoles dice que no cambiaría su voto, incluso después de ver lo ocurrido tras las elecciones el 20 de diciembre. ¿Tenemos que llegar a la conclusión de que la manera de los españoles de emitir un voto de castigo es votar lo mismo, punto arriba o punto abajo? ¿Es nuestra manera de devolverle la patata caliente a los partidos, como interpretan algunos? ¿Al contrario, es una muestra de coherencia, de madurez política? ¿O tal vez es simple hartazgo? ¿Es apatía? ¿Es pereza? ¿Tras el denostado sofactivismo, hemos evolucionado ya al sofainactivismo?
2. Un sondeo que confirma lo que ya sabíamos: que la gente miente (o no tiene clara la verdad) y que las encuestas se equivocan (o cocinan a fuego fuerte). El sondeo hecho público ayer es de los llamados “postelectorales”. Es decir, el CIS ha vuelto a entrevistar a las mismas personas a las que preguntó en noviembre de 2015, un mes antes de las elecciones. Para ser exactos, a una selección de ellas (6.200). En definitiva: los expertos en demoscopia vuelven a apoyar sus resultados en los mismos ciudadanos que en aquel momento dijeron -o el CIS interpretó que dijeron- que Ciudadanos le sacaría casi 20 diputados de ventaja a Podemos (en realidad, pasó al revés).
3. Si te he votado, no me acuerdo. Para darle una vuelta de tuerca más y que ustedes me entiendan: muchos encuestados le dijeron al CIS que votarían una cosa, luego votaron otra, y seis meses después recuerdan haber votado otra cosa distinta. Los más olvidadizos, como de costumbre, son los votantes del PP, seguidos de los de Podemos.
4. Tenía claro mi voto (o no). Y si no están ya mareados, un dato más: uno de cada cuatro encuestados reconoce ahora que en realidad no lo tuvo claro su voto hasta una semana -o incluso el día antes- de acudir a las urnas. Justo cuando no está permitido publicar estudios de intención de voto. Como para fiarse. Ya lo decían Les Luthiers, que en un antiguo espectáculo se mofaban de la demoscopia: “De cada diez personas que ven televisión, cinco son la mitad”, sentenciaban. Y ahora, sigan ustedes devorando encuestas durante los dos meses que quedan hasta el 26 de junio. Y por favor, créanselas.