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“Donde hay dinero a manta, no hay actividad que escape a la corrupción”

El autor de 'Celda 211' publica 'El Bróker': "En el mundo financiero la realidad va muy por delante de la ficción"

Alejandro Luque

Hace ahora justo diez años, Francisco Pérez Gandul (Sevilla, 1956) dejó de ser conocido principalmente como periodista deportivo para convertirse en autor revelación de las letras españolas. La causa, el arrollador éxito de Celda 211, la adaptación cinematográfica que Daniel Monzón realizó de la novela homónima, publicada cinco años antes, y de la que todos recordarían el colosal papel de Luis Tosar en la piel del recluso Malamadre.

Algo ha llovido desde entonces, pero sobre todo llamaba la atención el silencio que había seguido a aquel fenómeno editorial por parte de Pérez Gandul. Ahora ese silencio ha quedado roto por el lanzamiento de una nueva novela, El Bróker (Samarkanda), y su autor explica los motivos por los que esta segunda entrega se ha hecho esperar tanto. “No fue exactamente un disgusto, sino contratiempos que le suceden a uno cuando sale de su ámbito cómodo y amistoso y entra en el mundo económico”, comenta. “De cualquier forma, todas los palos en las ruedas del camino ya están en el museo de mezquindades y me quedo con lo mucho que me dio a nivel personal”.

El Bróker se escribió a continuación de Celda 211, sólo que no me gustó y se fue al cajón”, resume Pérez Gandul. “Lo que ocurrió es que hubo muchas vicisitudes en mi vida, y sobre todo que le literatura dejó de ser en cierta forma el salvavidas de antaño”, agrega. Las vicisitudes fueron “de todo tipo, enfermedades que me llevaron a quirófano; negociaciones para llevar Celda a Estados Unidos y otros asuntos, pero en realidad todo se reduce a que no necesitaba de la literatura a nivel anímico, no necesitaba ser rescatado y por eso se quedó tanto tiempo en el cajón”.

En el oficio literario, suele decirse que la difícil no es la primera, sino la segunda novela. El sevillano no lo desmiente, pero “más por lo que la gente espera de ti, si la primera funcionó, que por otra cosa. No me pareció en su momento enfrentarme a un gran obstáculo, salvo que hace un par de años tuve una idea que me pareció interesante y desestructuré la trama para que El Bróker saliera de su cárcel”.

Un desfalco en una firma financiera y la aparición de un cuerpo en una cuneta de una carretera de Cancún sirven al autor para construir su trama, protagonizada por Bruno Silva, socio del bróker, Wie López, español-chino de segunda generación, y Lidia Salmerón, alto cargo del Gobierno. De todos ellos, el autor no disimula su debilidad por el segundo: “Es un español chino de segunda generación y me ha permitido saber qué piensan, como actúan, que inquietudes y tabúes tienen esos amigos que están en todas nuestras calles. Un personaje que dará que hablar a poco que despegue la novela”, dice. “Me lo he pasado muy bien perfilándolo gracias a la ayuda de unos amigos orientales. No abundan en nuestra literatura, pero sí en nuestras vidas, aunque sea superficialmente”.

Malos domésticos

“No es que haya cambiado el mundo de abajo por el de arriba”, prosigue Pérez Gandul. “Celda 211 también trataba del mundo de arriba, que acababa como los protagonistas por cruzarse con el de abajo, hasta convertir al bueno en malo y al revés. Aquí, no, aquí son malos siempre, pero tampoco a gran escala. Son muy malos a nivel doméstico, aunque sus miserias trasciendan a la sociedad”.

“La realidad supera a la ficción siempre en el mundo económico”, prosigue Pérez Gandul. “Meterse en él hasta el fondo es imposible porque hay líneas rojas a partir de las cuales nadie te guía, pero con lo que se descubre a menudo, hay suficiente para llenar de buenas tramas librerías y cines”. ¿Y el deporte, que el sevillano ha conocido bien, está tan corrompido como algunos sostienen? “Estoy convencido de ello. En algún deporte, como el fútbol, no hay país de nuestro entorno que no lo haya sufrido. Donde hay dinero a espuertas hay corrupción a manta, no hay actividad que escape de ello”. La conclusión del escritor, después de meterse en la cabeza del corrupto, es inapelable: “que el dinero llama al dinero, y como dice la cita de Schopenhauer que abre el libro, la riqueza es como el agua de mar, conforme más se traga más sed da”.

Su idea de éxito se resume ahora en “que le guste a la gente, que le haga pasar unas horas divertidas. Yo no pretendo cambiar el mundo, en todo caso entretenérselo a quienes lo intentan honradamente. La literatura siempre estuvo rescatándome a mí, al niño solitario que vivía muchas aventuras a través de Salgari, Verne, Blynton, al adolescente y al joven que prefería la biblioteca a la discoteca, al adulto que necesitó desconectar de la realidad que le circundaba arrojándose en brazos de la ficción. Si consigo devolverle eso a los lectores estaré satisfecho. Y al cine va seguro, ya verás”, apuesta.

¿No hay dos sin tres? “Sí, algo hay ya en marcha, pero desconozco si llegará a ser tercera novela o volverá a la mazmorra de un cajón. Ya veremos”, zanja el escritor. ¿Y la agonía del periodismo, no merece una novela? “El periodismo no agoniza, simplemente está en la UCI y cuando salga de ella va a vivir unos tiempos estupendos, ya verás”, corrige el escritor. “Morirá el papel, pero el periodista será más necesario que nunca, porque las redes sociales, chats, etc, nunca podrán sustituirlos. Me has puesto tierno con esta pregunta, yo haría una novela romántica. Amor por la verdad no sería mal título”.

Para bien o para mal, Pérez Gandul ya tiene su sitio en la literatura y el cine contemporáneos, y así lo siente él mismo. “Soy el orgulloso padre de Malamadre”, proclama. “Yo creo que a la posteridad, en mayor o menor medida, vamos a pasar todos los que tuvimos relación con él. Luis Tosar, con su memorable papel; Daniel Monzón, con su dirección espectacular; Jorge Guerricaechevarría, con su guión. Los magníficos secundarios, todos. Pero también me gustaría pasar como el padre de Bruno Silva, Wie López y Lidia Salmerón”.

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