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Cuando Juan Ramón visitó a Federico: aquel verano granadino de 1924

Juan Ramón Jiménez visitó la Granada de Lorca junto a Zenobia Camprubí

Alejandro Luque

Primavera de 1919: Juan Ramón tiene 37 años y es un poeta reconocido. Federico, a sus 20, acaba de llegar a Madrid con una carta de recomendación de Fernando de los Ríos y todavía no ha publicado su primer poemario, pero ya es el torbellino de alegría y vitalidad que lo haría rápidamente conocido en la capital. Cinco años después, se encontrarían en Granada en un viaje que marcaría a ambos. “Días como aquellos se viven pocas veces en la vida”, dejaría escrito años más tarde el Nobel de Moguer.

Ahora, el también poeta e investigador Alfonso Alegre Heitzmann reconstruye aquella visita en Días como aquellos. Granada, 1924 (Fundación José Manuel Lara), que obtuvo el premio Antonio Domínguez Ortiz en su última edición. Barcelonés de 1955, Alegre Heitzmann, acreditado estudioso de Juan Ramón y autor entre otros libros de la edición de Lírica de una Atlántida, recuerda el momento en que Lorca visita en Madrid a Juan Ramón: “Éste le reconoce como lo que es, un futuro gran poeta, y le cuenta a su amigo Fernando de los Ríos que tiene lo principal para serlo: entusiasmo”.

Luego, el onubense le ayuda a publicar sus primeros poemas en revistas, le presenta a Díaz-Canedo y Lorca empieza a caminar. Allí, entre otras cosas, estrecharán lazos con la Institución de Libre Enseñanza, fundamental en el germen de la generación del 27, y se involucran en iniciativas varias, como los preparativos de la fiesta de bienvenida a Rabindranath Tagore, que finalmente no vendría a España.

En julio de 1924, Juan Ramón y su esposa, Zenobia Camprubí, son invitados a conocer la ciudad de Granada. “Lorca y su familia fueron, como podemos imaginar, los mejores anfitriones que podríamos imaginar”, afirma Alegre. “Desde el primer momento, Juan Ramón intuye lo que el viaje va a significar para él y su obra. Años después, en Washington, mucho tiempo después de asesinado Lorca, escribiría: ‘Cuando estábamos en Madrid mirábamos con frecuencia aquellas fotografías que nos hicimos juntos en tanto sitio hermoso’”.

Para el estudioso, el grupo se dedicó básicamente “a asombrarse con la belleza de Granada”, dice. “Descubrir esa maravilla con Federico, Isabelita, Concha, Francisco, causó un gran impacto al poeta, como lo fue encontrarse también allí con Manuel de Falla, y que éste tocara para él en un Carmen granadino. Por su parte, Federico escribirá a Melchor Fernández Almagro para explicarle que Juan Ramón, a lo largo de toda la visita, había dicho ”cosas agudísimas“, como aquella idea de que visitarían el Generalife ”a las cinco de la tarde, que es cuando empiezan a sufrir los jardines“.  

Buceando en la obra literaria de ambos genios, correspondencias múltiples y libros de memorias, Alfonso Alegre Heitzmann ha podido comprobar que “cada texto te lleva a entrar directamente en ese tiempo”, y eso es lo que logra transmitir a los lectores. De paso, trata de reivindicar la figura del autor de Espacio. “Con Juan Ramón se ha sido tremendamente injusto, no se le ha entendido más allá del año 16, y para referirse a él casi siempre se habla de Platero, que es del año 14”, lamenta el estudioso. “Pero con todo lo posterior no se ha hecho justicia, y como persona tampoco. Se dice que vivió en una torre de marfil, ¿dónde está esa torre de marfil, si vivió 22 años exiliado y murió en Puerto Rico?”.

Un compromiso total de Juan Ramón

Por otro lado, tras la tragedia del barranco de Víznar, según Alegre “Juan Ramón no sólo escribe sobre Lorca cuando sabe de su muerte: es el comienzo de un calvario cuando va sabiendo de la desgracia de amigos muy queridos como Unamuno, Antonio Machado o Miguel Hernández. Ahí se ve que el compromiso de Juan Ramón con sus ideas y con España es total, pero aquí se le borró”, denuncia.

Pocos días después de aquel encuentro granadino, Juan Ramón escribe el largo romance titulado Generalife, sin duda uno de sus grandes poemas, y que dedica a Isabel García Lorca; y Federico, el Romance sonámbulo, una de las piezas mayores del Romancero gitano, lo que da una idea de la trascendencia que tuvieron aquellos días para ambos poetas. De allí viene también la expresión juanramoniana ladrón de agua, con la que tanto se ha especulado, y de la que Alegre demuestra que no se refería sino a los aljibes.     

Carmen Hernández Pinzón, heredera de Juan Ramón Jiménez, recuerda también el libro Olvidos de Granada, que sólo pudo ver la luz póstumamente, y que está directamente inspirado en el célebre viaje. “Es un libro del que Juan Ramón estaba muy satisfecho, hermoso y complicado, pero este ensayo de Alfonso Alegre abre una ventana nueva para los estudiosos”, asevera. “Además, acierta en rescatar lo bello y dejar de un lado las polémicas que suelen perseguir a la figura de Juan Ramón, de quien siempre se destaca el morbo o los problemas. Todo hay que entenderlo en su momento y en su contexto”.

El editor Ignacio Garmendia, que ha cuidado estos Días como aquellos, coincide en señalar que “a veces se habla de la relación de Juan Ramón Jiménez con los poetas de la Generación del 27 sólo atendiendo a las disensiones posteriores, obviando lo mucho que aquellos poetas debían al moguereño, y a la buena amistad que les unió en muchas ocasiones”, concluye. “Este es un libro que deja al final una sensación de melancolía, porque refleja a la perfección esa España que pudo ser, y que el tajo de la guerra partió en dos”.

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