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El Maestranza abre temporada con una Madama Butterfly “al límite” en medio de la bomba atómica

Madama Butterfly

Alejandro Luque

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Una de las grandes historias de amor de la ópera de todos los tiempos, la que une a la dulce geisha Cio-Cio-San con el subteniente de la marina americana Benjamin Franklin Pinkerton, volverá a cobrar vida sobre el escenario con la música inolvidable de Giacomo Puccini. Arias como Viene la sera o a Un bel dì, vedremo han hecho célebre esa cumbre del melodrama que es Madama Butterfly, que llega al Teatro Maestranza de Sevilla los días 3, 6, 7 y 9 de octubre para transportar al público al Oriente más exótico.

El coliseo sevillano, que recupera su aforo completo desde marzo del año pasado gracias a la relajación de las medidas anti-Covid, pone a la venta sus 1.800 localidades en el arranque de su nueva temporada, y lo hace con una obra universal, que no se programaba en la capital hispalense desde hacía una década, según explica el director general del Maestranza, Javier Menéndez, para quien “contemplar el patio de butacas sin los letreros que bloqueaban las localidades hace mucha ilusión”.

Para Menéndez, la entrada del Maestranza va a ser lo más parecido a un boleto de avión en estos tiempos de pocos viajes. “Puccini es uno de esos compositores que crean ambientes. Si asistes a Turandot, ves China, en La Bohéme nos transporta a París. La fanciulla del West es el primer western y en Madama Butterfly estamos en Japón”, señala.

Tragedia y vulberabilidad

Esta coproducción del Festival Castell de Peralada y la Deutsche Oper am Rhein, con doble reparto para cuatro funciones de una ópera que, por encima de sus múltiples lecturas, es un torbellino de deseos y amores desatados, de traición y de mentiras, de la fragilidad y la irrealidad del amor y de cómo la obediencia de la mujer a un antiguo código de honor desembocaba en su trágica muerte. La versión que podrá ver el público a partir de este domingo es, en palabras de sus responsables, “tan colorista como siempre, pero algo más trágica y con más vulnerabilidad”.

Como director musical figura el francés Alain Guingal, mientras que Joan Anton Rechi aparece como director de escena y responsable de la adaptación del libreto, con el aval de haber firmado también la reposición de la Carmen de Bizet con la que el Maestranza cerró el pasado año su programación operística. Guingal incide particularmente en lo del color: “Puccini es, bajo mi punto de vista, un colorista. Es decir, que yo no pienso en él como un compositor verista a la manera en que lo fue, por ejemplo, Leoncavallo. En Puccini todo está hecho de colores, y en este sentido para mí está más cerca de la influencia francesa, de compositores como Poulenc, Debussy o Massenet. Además, Puccini puso en valor los roles de mujer, sobre todo en Mimi y en Butterfly”. 

Rechi, por su parte advierte de que la Madama Butterfly que desembarca en el Maestranza no es una versión “tradicional”, dice. “Había visto muchísimas veces esta ópera, que me encanta, y siempre me parecía que se hacía como drama o como melodrama, cuando el propio Puccini, en una de sus anotaciones, hablaba de ella como una tragedia japonesa. Por eso quise destacar, esta vez, un aspecto muy importante: el destino inexorable del que los personajes no pueden escapar”.

Emoción al límite

La Butterfly que encarna la albanesa Ermonela Jaho es para el director de escena “una heroína de Tennessee Williams” con una amplia experiencia en este papel –lo ha defendido desde La Scala de Milán al Metropolitan de Nueva York–, mientras que la soprano extremeña Carmen Solís, que debutará como cantante de ópera sustituyendo a la Jaho, “se asemeja a Anna Magnani”.

Jaho cree que las circunstancias derivadas de la pandemia pueden ofrecer una perspectiva diferente del clásico de Puccini: “Madama Butterfly es una ópera en la que están todos los sentimientos del ser humano: el amor, el sacrificio, la pena, la pasión, la esperanza..., y todos enfatizados. Los últimos tiempos nos han hecho más vulnerables, y yo siento una emoción nueva, muy profunda, de modo que todo eso aportará a las funciones algo distinto a las anteriores representaciones”, afirma. El reparto se completa con Amadi Lagha y Enrique Ferrer como Pinkerton; Gema Coma-Alabert y Cristina Fau en el rol de Suzuki, y Damian Castillo y Gerardo Bullón en el de Sharpless.

"Habré visto 40 ensayos estos días, me dedico a esto. Bueno, pues ha habido momentos en los que he sentido una emoción incontrolable, hasta las lágrimas"

Por otra parte, la obra incide en la cuestión de las diferencias culturales y la renuncia a la propia identidad por amor, un amor que no siempre es correspondido en su justa medida, lo que deja servido en bandeja el desenlace fatal. Rechi comenta con desenfado que “la casita japonesa se ha venido un poco arriba esta vez”, ya que la acción tiene esta vez lugar en el consulado estadounidense de Nagasaki, poco antes y poco después de que la segunda bomba atómica lanzada contra Japón arrasara la ciudad. “Es una manera de hacer de Butterfly un personaje aún más vulnerable. Al sacarla de la comodidad de su casa, y al enfrentarla al momento de la caída de la bomba, se convierte en testigo y parte de una tragedia colectiva. No me interesaba tanto el concepto romántico del personaje como su desesperación y su bloqueo emocional, su condición de símbolo de la desolación absoluta. Se trataba, digamos, de llevarla al límite”, afirma.

“Habré visto 40 ensayos estos días, me dedico a esto. Bueno, pues ha habido momentos en los que he sentido una emoción incontrolable, hasta las lágrimas. Que Javier [Menéndez] no me oiga, pero yo pagaría por ver esto”, bromea.

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