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El habla de María Jesús Montero y las críticas: “racismo lingüístico”, “clasismo” y “desconocimiento”

Montero espera que Casado se sume a la oferta de Sánchez, "como ha hecho Díaz con Moreno" en Andalucía

Consuelo Durán

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Las ministras -los ministros muy pocas veces- son juzgadas por su aspecto físico y, si encima tienen acento del sur, dan doble juego para valoraciones en los medios de comunicación que nada tienen que ver con su trabajo, y como en María Jesús Montero se juntan las dos cosas, ha sumado en pocos días artículos despectivos sobre su habla y sobre su fondo de armario. Ya le había pasado a la vicepresidenta Carmen Calvo, igualmente expuesta en un ejecutivo con remarcado acento andaluz. Y antes a Magdalena Álvarez o a Celia Villalobos (PP), porque, años después, todavía hay quien no lleva bien el trinomio mujer, ministra y andaluza.

Lo resume Igor Rodríguez-Iglesias, profesor del Área de Lengua Española de la Universidad de Málaga, para quien “hay una mezcla de racismo lingüístico, clasismo y patriarcado” porque se pone de relieve la relación del grupo dominante castellanocéntrico frente a Andalucía. En su opinión, por un lado, “se establece una lógica de jerarquización, de inferiorización, respecto de los índices lingüísticos” con los que se identifica a los andaluces: “Es lo que llamamos raciolingüístico”. Imbricado con esto “hay otra relación de fuerzas, la clasista, con un claro desprecio al hablar de las clases trabajadoras”. Y, por último, se “intersecciona una machirulada como un castillo de grande”.

La polémica esta vez ha empezado por una pregunta que un usuario de Twitter hacía al escritor y periodista Arturo Pérez Reverte, sobre si estaba sufriendo de “racismo lingüístico” porque no soportaba el habla de la ministra. Hubiera pasado desapercibido el comentario, porque ese usuario tiene una veintena de seguidores, si no llega a ser porque le contestó el escritor: “No confunda usted el acento andaluz con la vulgaridad y bajunería expresiva”.

Son muchos los que han aprovechado esto para explicar que con sus aseveraciones no están criticando el acento andaluz, sino el “tono vulgar” de la también portavoz del Gobierno de España en sus comparecencias, pero lo cierto es que el debate se ha cebado con la forma y no con el contenido. En esta línea, este lingüista destaca que detrás se oculta “desigualdad, dominación y opresión” mediante “una estrategia de condescendencia, negando, al tiempo que se hace, que se esté inferiorizando a otros grupos humanos. ”También podemos añadir que hablan desde el desconocimiento de nuestra tierra, que no puede basarse en la anécdota de visitas periódicas. Una comparsa gaditana, la de los Majaras, de 1980, era clara en esto: 'De nuestra forma de ser, ¿qué coño sabe Madrid?'“, concluye este doctor, quien recientemente fue premiado por su tesis La lógica de inferiorización de las variedades lingüísticas no dominantes. La lógica de inferiorización de las variedades lingüísticas no dominantes.

Por su parte, Antonio Narbona, coautor de El español hablado en Andalucía, monografías y libros colectivos sobre la identidad lingüística de esta comunidad autónoma, se sorprende de esta “polvareda mediática, que, como tantas otras, no durará”. Cree que la polémica es “falsa y ni propia o principalmente lingüística”. Destaca que primero “revela un desconocimiento absoluto de lo que ha de entenderse por tono, acento y registro, y, lo que es más grave, acerca de qué son las hablas andaluzas y los rasgos que las caracterizan”.

Este catedrático de Lengua Española en la Universidad de Sevilla explica: “Los andaluces no son los hispanohablantes que más dejan de pronunciar la d intervocálica; solo un tercio sesea (que yo sepa, de Felipe González nadie se reía porque lo hiciera), algo que practican el 95% de los más de 500 millones de hispanohablantes; no tantos, pero, desde luego, muchos más fuera de Andalucía que en nuestra región no pronuncian, o no como s implosiva o final; no todos los andaluces, ni muchos menos, dicen arcarde...”.

Recuerda también que “hablar es mucho más que pronunciar”. De forma que “con unos mismos hábitos articulatorios se puede hablar desde muy bien hasta rematadamente mal”. Por eso, apunta que “más relevantes son las impropiedades léxicas y la impericia en la construcción del discurso, pero los escasos ejemplos que se aducen [tipo ”el gobierno trabaja desde el final del día a la noche“], con ser lamentables (por la situación comunicativa en que se producen) no permiten, ni mucho menos, tachar de vulgar una forma de hablar”.

Otras tres posibilidades

Elena Méndez, catedrática del grupo de investigación de la Universidad de Sevilla El español hablado en Andalucía, analiza que lo primero es averiguar a qué se refieren con la vulgaridad de la ministra. “¿Se refieren a la prosodia o manera de entonar el discurso, claramente reconocible como propio de la Andalucía Occidental? Sí ello es así, no cabe más que invitar a los críticos con su habla a que escuchen con atención hablar a los andaluces, porque, independientemente de su nivel sociocultural, la prosodia es lo que más los iguala”, asevera.

No cree tampoco que se refieran a que se aleje de los cánones sintácticos propios de los discursos formales, pues, “al margen de ciertos latiguillos y modas en el léxico o en la fraseología amplificadora y retórica propia de los discursos públicos de la mayoría de los políticos”, usa “una sintaxis adecuada y, desde luego más elaborada que la de los discursos vacuos y poco precisos de otros de su gremio”. Y todo ello en una situación comunicativa “en donde la verbalización fluye casi simultáneamente con el pensamiento”. Es más, resalta la ministra no lee o apenas mira las notas que lleva.

“¿Se refieren a la pronunciación?, ¿a su seseo sevillano?, ¿a las aspiraciones con que pronuncia Heré (Jerez), nuehtro paí (nuestro país)?, ¿a la pérdida de sonidos consonánticos a final de palabra?, ¿a que pierde la d intervocálica en los participios, hablao (hablado), sentensiao; o en algunos sustantivos (diputaos)? Parece que es esto lo que se censura. Pero Juan Carlos I también decía 'Me he equivocao; no lo volveré hacer más', y nadie parecía reparar en tan monárquica y habitual pronunciación”, agrega la catedrática.

¿Es esto “vulgaridad y bajunería expresiva”, como se ha dicho? Pues si así lo piensa quien lo ha dicho, no solo se pone en evidencia por desconocer la realidad geolingüística del español, sino que flaco servicio hace al tan pregonado pluricentrismo y panhispanismo lingüístico que preside como lema cualquier discurso académico de la Docta Institución, do posa sus reales el criticador“, sentencia.

Como la polémica empezó en Twitter, la respuesta también se ha dado en Twitter a través del hashtag #yohabloandaluz. He aquí algunos ejemplos:

Representantes de algunas fuerzas políticas también se han sumado al hashtag en las redes sociales.

Sea como fuere, no es la primera vez que el acento andaluz centra una polémica (el habla de los actores de La Peste o de La trinchera infinita) y entra en arena política con defensas desde todos los partidos. Tampoco será la última.

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