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'Nacido en Gaza': cuando ellos entran, matan y destruyen

Alejandro Ávila

Mohamed, Ahnour, Mahmud, Sondos, Rafah, Malak, Montaser, Hamadr, Bisan, Haia. Ellos son los protagonistas de 'Nacido en Gaza', una película documental de Hernán Zin en la que se convierten en la voz y el rostro de esos 3.598 niños heridos y 507 muertos bajo los bombardeos israelíes de este verano.

“Cuando ellos entran, matan y destruyen”, cuenta Mahmud, al que los tanques israelíes han destruido los cultivos familiares hasta en once ocasiones. “Nos cierran el mar”, reflexiona Mohamed, de familia pescadora. “El pedazo más grande que quedó de él era así”, narra Ahnour mientras apenas abre sus manos para mostrar el tamaño al que quedó reducido su hermano. “Me hirió en la barriga y se me salieron las tripas. Yo soy una niña, no tengo misiles, no deberían hacer estas cosas”, añade Sondos, a la que vemos en un hospital con varias heridas abiertas.

Olmo Figueredo, coproductor de la película, no dudó en unirse al proyecto en cuanto Zin le dijo que “el objetivo era ver el lado de los niños, donde no hay ni buenos ni malos. Ese planteamiento nos enamoró. A los niños nunca se les da voz, no les damos la oportunidad de que se expresen y cuando lo hacemos nos sorprendemos de su madurez”. El productor sevillano afirma que “duele ver la película. El espectador se va a quedar sorprendido, porque no vemos sangre ni muertos ni bombas, sino una cámara que se para y baja a la altura de un niño para mostrar sus reflexiones sobre la guerra”.

Zin no solo se ha agachado hasta situar la cámara a la altura de un crío, sino que ha ralentizado el tiempo del conflicto para que puedan expresarse. El resultado es una mirada pausada y diferente de la guerra, que nace cuando se entera de que cuatro niños han muerto en la playa mientras jugaban al fútbol. “Murieron justo frente al apartamento en el que había vivido en Gaza”, cuenta.

A la hora de rodar, Zin se ha inspirado en películas como 'El Pianista' o 'La Delgada Línea Roja', “porque siempre se cuenta la guerra al estilo de Salvar al Soldado Ryan, pero eso es solo la punta del iceberg y hace que se pierda lo que hay debajo: el trauma y el dolor”. Entre los recursos que ha empleado para crear “un lenguaje poético” destaca, por ejemplo, el uso de imágenes acuáticas o de la cámara lenta, mientras el dramatismo de las imágenes de devastación y de la música sinfónica se ve equilibrado “con la contención y la fuerza narrativa de los niños, que llevan ocho años viviendo en guerra y hablan con una entereza y una dignidad enormes”.

Zin subraya que los críos “ven a Israel como a un Dios del Antiguo Testamento que los castiga”. Reconoce que lo que más le costó grabar fue el hospital, que “nunca había visto tan lleno de niños mutilados y desgarrados. Me rompió el corazón grabar a Maha, que se ha quedado paralizada de los pies a la cabeza y ha perdido a sus padres. Es desgarrador”.

El director, que lleva 20 años trabajando en zonas en conflicto de África, Asia y América Latina, ha tenido a su lado a Jon Sistiaga. En este caso, se han cambiado las tornas y Sistiaga ha sido “el catalizador, el impulsor de lo que Hernán tenía en la cabeza. Mi trabajo ha sido ayudarle con la logística, tener una segunda cámara, echarle una mano en las entrevistas. Lo mismo que él hace cuando trabajamos juntos”.

El ex compañero del cámara José Couso, al que vio morir en Irak, asegura que ha sido “otra manera de hacer periodismo en guerra, dibujando a las víctimas más débiles, las que menos se lo merecen”. El veterano corresponsal de guerra, ganador de un premio Ondas y un Ortega y Gasset, asevera que “la película busca una visión poética de la guerra. No hay belleza en la guerra, pero sí puede haber poesía ética o reivindicativa para tratar de acabar con ella. Yo creo que Hernán lo ha logrado con sus encuadres, con la cámara lenta… La cámara lenta es, como diría Cartier-Bresson, ese instante detenido. Nos sirve para parar la guerra por un momento y escuchar la voz de los niños”.

Como Dresden o Londres tras la II Guerra Mundial

El periodista asegura que las imágenes grabadas con drones “nos han permitido que se vea, por primera vez, la verdadera devastación de Gaza”. Zin añade que el objetivo ha sido “mostrar la devastación de Gaza al estilo del Dresden o el Londres de la II Guerra Mundial, ciudades que quedaron completamente arrasadas”. Sistiaga subraya, asimismo, que le “encantaría que se usara la película como prueba en un Tribunal Internacional de Justicia contra los autores intelectuales de una agresión en la que se sabía que iba a haber muchas víctimas inocentes”.

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