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“Yo ya no creo en la Justicia”: por qué las denunciantes de violencia de género no se fían del sistema

Caen un 10 % las denuncias de violencia machista en el primer trimestre de 2020

Javier Ramajo

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Hay que estar muy harta para decir delante de un tribunal “yo ya no creo en la Justicia”. Lo expuso Laura Pavón, la expareja del futbolista Rubén Castro, durante el juicio por un presunto quebrantamiento de la orden de alejamiento que le concedieron tras las denuncias por violencia machista, juzgadas en mayo de 2017 y de las que Castro fue definitivamente absuelto en junio de 2018. La vista se celebró el pasado 9 de julio en el Juzgado de lo Penal número 11 de Sevilla, a quien se puso en conocimiento de los incidentes que ha venido sufriendo mediante un escrito de ampliación de la denuncia, aportada en el juicio actual y que el juez admitió. Según su abogada, Amparo Díaz, “por desgracia hay muchas mujeres que, tras presentar una denuncia contra su pareja o expareja, sufren un reproche de su entorno, sobre todo si el hombre es poderoso”. “Por desgracia muchas mujeres sufren acercamientos a pesar de la orden de protección y no los denuncian porque temen más desgaste judicial, y temen represalias en su entorno”. La presidenta de la asociación granadina La Volaera, María Martín, corrobora que “el machista maltratador se encarga de aislar a las mujeres, quitarles la autoestima”.

Pero, ¿por qué las mujeres que denuncian un presunto caso de violencia de género desconfían del sistema que debe protegerlas? ¿En qué situación se encuentran las víctimas de violencia de género al acudir a la Administración de Justicia? La mujer que denunció a Rubén Castro por malos tratos manifestó en el juicio que, con la orden de protección concedida, a ella la habían pegado, la habían insultado y atacado, y a ella en Sevilla no la dejaban entrar en las discotecas o, cuando aparecía él, se le pedía que saliera. Trabajaba como camarera y bailarina en las discotecas. 

Laura Pavón lo manifestó durante el juicio, en el que se juzgan tres presuntos incumplimientos de la orden judicial en chiringuitos de Conil en el verano de 2013 (o 2014, según la versión). Según relata su abogada, ella explicó que en el último local él se acercó a ella, le dijo que se fuera con él, le agarró de la mano y ella se fue con él para evitar líos, y que él le reprochó, respecto del procedimiento por malos tratos, que lo hubiera contado todo sobre la vida de los dos. Dijo que ella contestó que lo hizo para que le creyeran. “Por desgracia la mayoría de las mujeres víctimas de violencia de género temen no ser creídas, y lo cierto es que los juzgados no pocas veces las tratan a ellas de forma que parecen las sospechosas. También muchas mujeres que denuncian malos tratos por su pareja o expareja reciben reproches de él y de personas cercanas a él por haberlo denunciado. Incluso a veces lo reciben de la propia familia de la víctima, y más si es un hombre de prestigio y poder social”.  

La Fiscalía mantuvo su petición de nueve meses de cárcel para Castro por quebrantamiento de medida cautelar. Tanto la fiscal como la acusación particular, que también mantuvo su petición de condena, solicitaron que se librara testimonio por declaración falsa del testigo a favor del futbolista y que “lo que dijo en el juicio es totalmente diferente a lo que dijo en el juicio anterior”, apunta la letrada. “En el anterior dijo que, como Rubén estaba hablando con ella, él se fue al hotel en un taxi tras recordarle que tenía una orden de protección”.

La nacionalización de los servicios de igualdad

“Se trata del testigo que generó, con su declaración en el juicio anterior intentando desacreditar a la denunciante, que se abrieran las actuaciones por quebrantamiento de medida cautelar. En el señalamiento anterior, el que se suspendió por haber sufrido el testigo de cargo una reacción a una picadura de avispa, el juez manifestó que dicho testigo estaba 'entregao' ya que había pospuesto su viaje de boda para poder ir al juicio, y estaba dispuesto a posponerlo de nuevo para poder acudir al juicio en su nuevo señalamiento”. 

Para Amparo Díaz, “mucho se habla y escribe sobre denuncias falsas de malos tratos, pero poco se comenta la de mujeres que no denuncian o denuncian solo parcialmente, por miedo a represalias, por miedo a los contactos de los maltratadores, por miedo a que presenten testigos falsos, y por desconfianza en las personas que intervenimos en los procedimientos judiciales. Los maltratadores suelen alimentar esos miedos a las víctimas diciéndoles que nadie las va a creer, que tienen amigos jueces, abogados, peritos, que van a presentar a muchas personas en el juzgado a contar lo que ellos quieran”, explica a este periódico.

En su opinión, “las víctimas suelen creer y sentir que ellos tienen mucho más poder que ellas, y eso influye a la hora de denunciar, declarar o mantener la acusación”. Díaz dice por ejemplo que, “en el careo entre Rubén Castro y un testigo de cargo, éste buscaba los ojos del futbolista mientras Castro solo miraba al frente y se negaba a negar. La mujer declaró con claridad y contundencia. Ella ha hecho su parte, ha roto la ley del silencio y eso, ya en sí mismo, es una satisfacción para ella en esos momentos. Lo demás no depende de ella”. 

María Martín, por su parte, fue una mujer maltratada y tiene más de veinte años de experiencia en la materia porque está en contacto con muchas víctimas y conoce “las debilidades” de nuestro sistema. Apunta a una noticia reciente en la que, a través de un audio emitido en 'La Hora Digital', se escucha a “una guardia civil mofándose” de una socia de La Volaera que tiene orden de alejamiento. “Nosotras denunciamos violencia institucional por parte de todo el sistema. Hay, sobre todo, falta de formación. Todo el sistema de protección está privatizado y lo que pedimos es la nacionalización de los servicios de igualdad: que se hagan públicos y que se entre en ellos por oposición, no que una empresa gestione los pisos de acogida, por ejemplo. El 016 o los puntos de encuentro familiares están también privatizados. Ese el principal problema”.

“La víctima tiene muchísimo miedo”

Según Martín, el proceso se dilata en el tiempo. “A una mujer le tienen que dar muchas palizas para ir a denunciar. Y hay otras a las que no las tocan pero están muertas en vida, porque la violencia psicológica es tan terrible o más que la violencia física. El machista maltratador se encarga de aislar a las mujeres, quitarles la autoestima y hacerles daño, que es como disfruta. La víctima tiene muchísimo miedo a denunciar, porque hay una especie de síndrome de Estocolmo, con una dependencia emocional muy grande. Preguntas de cómo va a denunciar al padre de sus hijos, sentimientos de culpa y otras circunstancias alargan el proceso”.

Partiendo del caso referido de la agente de la Guardia Civil, señala Martín que policías o agentes de una localidad perdida, por ejemplo, “no tienen ni idea de cómo abordar un caso de violencia de género ni cómo tratar a una víctima”. Los test, otro ejemplo, que les dan a las mujeres en las unidades de familia “tienen muchos agujeros porque no incluyen a los niños en los ítems del test”. “Para riesgos extremos debe haber un coche patrulla pero, ¿y si no lo hay? ¿Se lo ponemos nosotras? Si no hay medios para proteger a esas víctimas, porque no los hay, ¿te imaginas el pánico? No solo para ella, sino para su familia. Hay muchas presiones sobre ellas”, explica.

“Hay médicos que no tienen ni idea de cómo hacer un parte de lesiones a una víctima de violencia de género”, señala también la presidenta de La Volaera, que destaca “el estado de shock en esos momentos, pendiente de los niños, o a dónde se va, o cómo va a hacer porque depende económicamente del marido que le acaba de pegar”.

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