Las bibliotecas aragonesas defienden el derecho a leer sin barreras
Las estanterías de las bibliotecas aragonesas no solo están llenas de páginas. En ellas, se teje una red de oportunidades, un impulso para la inclusión y un refugio imprescindible para todas las personas. Sin embargo, Aragón ha visto a lo largo de los años como los ajustes presupuestarios pueden suponer una reducción de los préstamos. Irene Vallejo, escritora zaragozana, considera que hay un constante “riesgo por la censura o el ataque” y por “la falta de presupuesto para mantener la actividad o el préstamo interbibliotecario”.
Para Vallejo, en estos espacios “cada persona es libre de elegir qué es lo que quiere leer y, aunque a ti no te guste un libro, debe estar ahí porque igual alguien sí quiere leerlo”. Y es que, tal y como subraya, “lo imprescindible es que no se quede fuera nadie que quiera leer”.
“Lo más importante es que no se le cierre el mundo de la lectura a una persona que, por circunstancias económicas o porque no tenga espacio, no pueda leer en su casa y necesite irse a otro lugar para hacerlo”, comparte.
Leer cómics, descubrir novelas, ver películas o usar ordenadores son algunas de las opciones con las que se encuentran los usuarios de las bibliotecas públicas de Aragón, consideradas un espacio social y un lugar acogedor, accesible, frío en verano, cálido en invierno y libre de consumiciones obligadas.
En este sentido, Vallejo incide en que “la biblioteca es un sitio que tiene calefacción y aire acondicionado, donde no se le niega la entrada a nadie y no tienes que pagar nada”.
Centro social, más allá del libro
Pero esto no son solo afirmaciones idílicas. Las bibliotecas de Aragón ya cumplen funciones esenciales, como ayudar a migrantes en sus trámites, formar a desempleados u organizar clubes de lectura que sirvan de espacio de socialización.
Se trata de un refugio multiforme que desafía la narrativa de biblioteca como “gasto innecesario”, ya que, en palabras de esta escritora, las bibliotecas “se ven como ahorro y son un perjuicio para la comunidad que formamos todos”.
“A mí me gusta venir aquí todas las semanas e intento traer a mis dos hijos pequeños para que cojan el hábito de leer y puedan elegir lo que más les gusta”, comparte una usuaria de la biblioteca Manuel Alvar, situada en el Parque de las Delicias.
Lo mismo afirma Juan Carlos, quien acude hasta allí de manera quincenal para “pasar el rato, leer el periódico y dar una vuelta entre los libros”. “Ahora no leo tanto, pero aquí he venido mucho, mucho. Sobre todo, cuando hace calor”, sostiene.
Como ellos, lo hacen miles de personas cada día en las diferentes bibliotecas para sumergirse en nuevas historias, recordar algunas antiguas, aprender sobre temas pendientes o acompañarse de los personajes para ser también verdaderos protagonistas.
El libro, como recuerda Vallejo, ha sobrevivido siglos y se metamorfosea sin abandonar su esencia. “El libro ha demostrado ser muy perfecto… es capaz de transformarse constantemente para adaptarse a un mundo cambiante.” En un momento en el que consumimos historias como nunca, las bibliotecas mantienen intacto el poder de contar el mundo, de “sacarnos de la perplejidad y de explicarnos las pasiones”.
Nuevos fenómenos y actividades
Y para conservarlo, disfrutarlo y celebrarlo, ahora se pueden encontrar diferentes ideas, eventos y fenómenos en torno a él. Una de las actividades que mayor relevancia está alcanzando en la actualidad es la puesta en marcha de ‘reading party’, citas literarias en las que los amantes de los libros se unen para leer y compartir impresiones sobre las historias que tienen entre manos.
La primera, tal y como se pudo disfrutar en Zaragoza el pasado 6 de junio, tuvo lugar en el marco de la Feria del Libro junto al Patronato Municipal de Bibliotecas del Ayuntamiento de Zaragoza y El Corte Inglés.
Este evento se organizó con una primera lectura de 25 minutos en silencio, 10 minutos donde los lectores podían conversar para conocerse y otros 30 minutos de lectura en silencio. Después, se concluía con una puesta en común de esta experiencia literaria.
“A mí me parece una buenísima idea. Yo porque no me enteré, pero la verdad es que me hubiera gustado ir”, reconoce Silvia, una joven zaragozana que observa, acompañada de su hermana pequeña, la estantería de libros de fantasía en un establecimiento de la capital aragonesa.
Y al mismo tiempo que las ‘reading party’ se abren paso, los clubes de lectura o los espacios de cuentacuentos siguen funcionando. “En cuanto mi hija tenga un par de años más, que lo disfrutará al 100%, iré con ella a los cuentacuentos. Creo que es una buena forma de que vean los libros como algo divertido, que es lo que son”, señala otra zaragozana.
Asimismo, las bibliotecas son refugio para miles de estudiantes año tras año. Allí, se les ofrece enchufes, wifi, servicios y silencio, algo “esencial” para poder prepararse exámenes, hacer trabajos o cumplir con la tarea diaria en el caso de las personas opositoras.
“Yo siempre he ido a la biblioteca. En casa me disperso muchísimo y ahí aprovecho más el tiempo y nos explicamos las cosas unos a otros”, sostiene Rubén, acompañado por dos compañeros del Grado en Administración y Dirección de Empresas.
Aragón: en manos de su memoria y futuro
Reivindicar las bibliotecas en Aragón significa apostar por la igualdad, la memoria colectiva y la vida cultural compartida. Por ello, cerrarlas o reducirlas es aislar a muchas personas del conocimiento, el ocio educativo y de la comunidad.
Frente a la lógica del recorte y la censura, las bibliotecas necesitan recursos, personal, actividades abiertas y fondos bibliográficos. No son un lujo, ya que, como Vallejo insiste, “abre posibilidades a quienes quizás en su casa no las tienen”. Sin embargo, la Comunidad ha visto cómo sus bibliotecas públicas han sido víctimas frecuentes de ajustes presupuestarios y de una reducción de los préstamos.
En este sentido, Irene Vallejo advierte que “están constantemente en riesgo por la censura o el ataque o, simplemente, por los recortes o la falta de presupuesto para mantener la actividad o el préstamo interbibliotecario”.
Esta situación llevó, en diciembre de 2024, a realizar protestas a las puertas de la Biblioteca Pública de Aragón, que tuvo que cerrar seis tardes a la semana por la falta de personal.
No obstante, desde el Gobierno de Aragón aseguraron que “no tenía que ver” con los recortes, “que no hay”, y que el cierre de puertas se debía a las jubilaciones del personal, “un problema en la plantilla que está desde 1990 cuando se dejó de actualizar el sistema” y llevaban sin abrirse plazas desde entonces.
Aunque solucionado, las bibliotecas tienen un ojo puesto en el futuro y en su resistencia como espacios públicos donde nadie te pide nada para quedarte. Y es que, en definitiva, son esos refugios que siguen sosteniendo la lectura como derecho y la cultura como bien común.
Por eso, defenderlas no es solo proteger libros sino cuidar el lugar donde una niña o niño descubre que puede soñar, donde una persona migrante encuentra palabras para orientarse y donde quien tiene dificultades para pagar un café tiene un sitio caliente donde estar tranquilo, leer y construir futuro.
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