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Nunca me gustaron aquellos jugadores que imponen sus reglas para conseguir ganar la partida; creo que es indecente y sobre todo cobarde. La cobardía es un sentimiento humano y en sí mismo es loable, pero sin embargo deja de serlo cuando se utiliza como arma frente a lo que no entendemos o no somos capaces de ver ni de corregir. La irrupción de Podemos, hace ahora cuatro años en el panorama político español, fue como un vendaval, parecían repletos de aire fresco y casi nadie dudaba de su capacidad de liderar ese cambio social que nos iba a hacer mejores como sociedad, más libres como seres humanos e incluso más cultos democráticamente hablando. En estos cuatro años hemos visto cómo esta formación ha ido dando tumbos, sin entender muy bien que el sistema y la casta eran también ellos, porque las reglas del juego democrático son también para ellos. Por muy jóvenes, libres y bellos que se creyeran.
A la sombra de los Podemos nacían los Comunes, que también parecía llegaban para hacer la revolución, pero no hay revolución más decadente y menos revolucionaria que la que se impone desde los despachos, a golpe de decreto y desde la unilateralidad. El viernes Zaragoza en Común tomó una decisión que consistía en apartar a la oposición de las sociedades públicas, que es más o menos como decir el poder soy yo y con el poder hago lo que me da la gana. Ignoro qué mentes libres y democráticas de Zaragoza en Común tomaban esta decisión, tampoco sé en qué despacho, pero si sé que al hacerlo golpeaban la libertad y la democracia, el pluralismo y el debate en el que nos instalamos como sociedad, para avanzar en el arte de la democracia.
Lamento que a mi dulce y querida Zaragoza le azoten estos vientos que poco tienen que ver con una ciudad que tiende la mano y es solidaria; con una ciudad milenaria y hermosa que busca el pacto y el acuerdo más allá de las aguas del Ebro, en ese Consistorio que es la casa de todos y todas las zaragozanas. Tras esta decisión tomada por ZeC puede que esté Ecociudad o Pontoneros, intereses puramente políticos y económicos, lo que no está de ninguna forma es Zaragoza, como ciudad de ciudadanos libres que se amparan y se protegen dentro de las reglas democráticas que entre todos nos hemos brindado para de verdad, y sin falsos discursos y poses de outside, avanzar como sociedad más libre y culta democráticamente.