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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

La otra cara del Día de la Madre

Elísabeth López Orduna

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La maternidad tiene una connotación positiva. Es el nacimiento, la vida y, centrados en eso, todo lo que rezuma maternidad entraña aspectos positivos. Campañas consumistas que vienen a celebrar el Día de la Madre con flores y demás objetos de deseo. Sin embargo, la maternidad se cobra cada día en el mundo a unas 830 mujeres por causas relacionadas con el embarazo o el parto.

Una cifra, la de las 830 mujeres que morirán hoy también, celebración del día de la madre, que puede resultar escalofriante hasta que establecemos la distancia necesaria de esas mujeres con nuestra realidad y calmamos el aparente susto. El 99 % de la mortalidad materna se produce en países en desarrollo, lejos de nuestra comodidad y calidad sanitaria. La tasa de mortalidad materna, que establece una relación entre decesos de mujeres por causas maternas por cada 100.000 niños nacidos vivos, nos ubica a España entre uno de los países con menor tasa. Son 5 las mujeres que fallecen de media por cada 100.000 niños nacidos vivos. Sierra Leona, sin embrago, se encuentra a la cabeza, con 1.360 mujeres muertas por cada 100.000 niños nacidos vivos. Entre Sierra Leona y España, cada país acumula su mortalidad maternal: Afganistán 396, Camboya 161, Argentina 52, Ucrania 24… y así una larga lista de mujeres que mueren en el hermoso acontecimiento de ser madre.

La distancia se salva con un “no es aquí”. Eso nos tranquiliza. Así somos. ¿Pero qué sucedía en la España del siglo XX? Antes de todo el desarrollismo, de hacernos cosmopolitas, urbanos y modernos, la España rural, analfabeta, sin medios ni condiciones sanitarias se cobraba la vida de 3.000 mujeres al año, cifra de 1941, por hipertensión gestacional, partos complicados o como consecuencias acaecidas durante el puerperio: hemorragias, infecciones, etc.

Parir es un trance complicado. La historia del parto humano acarrea las consecuencias del bipedismo con el abandono del canal recto de expulsión y un ensanchamiento de la cabeza del feto que han complicado los partos de las mujeres. Hasta la llegada del control sanitario de los partos, el nacimiento se realizaba en posición vertical, ya sea de cuclillas, de rodillas, apoyadas en el regazo de una persona cercana, pero en una posición vertical. De ahí que las últimas mujeres que parieron en los pueblos españoles, a lo largo de la década de los sesenta, todavía mencionen el hecho de atender el parto por el médico del pueblo o comadrona como “recoger al niño o la niña”, como imagen de caída en vertical por el canal de la pelvis, aunque ellas ya parieron en una cama, a diferencia de sus madres o abuelas, que parían en las cuadras, en el campo o donde buenamente podían.

La edad del primer parto de una mujer en España a mediados de 1960 rondaba los veinte años. Se trataba de mujeres jóvenes, con muy poca información acerca de su aparato reproductor femenino; de la maternidad, de todo lo que tenía que ver con la sexualidad. Sin embargo, esta carencia de información la cubrieron con el apoyo de una red de mujeres que se atendía, se protegía y se cuidaba en los momentos de mayor vulnerabilidad. El primer parto de estas mujeres era el más peligroso. Su pelvis iba a ponerse a prueba. Sin revisiones médicas, análisis que controlaran el peso del feto, sin medios, el parto podía fluir adecuadamente o ser una auténtica pesadilla. Un parto atascado en una zona rural española, con las condiciones poco higiénicas de un hogar de la época, una atención sanitaria débil, con muy pocos medios; las deficientes comunicaciones, la falta de transporte a la capital, generaban horas de sufrimiento para la madre y para el feto. Como consecuencia para ellas, episotomías en exceso que tardarían en suturarse, desgarros, fístulas, etc. que años después les provocarían incontinencia urinaria ante el simple hecho de reírse. El feto atascado, sin poder salir con facilidad por la pelvis de la madre, trajo consigo a los pueblos niños con deficiencias mentales por la carencia de oxígeno de partos en lugares y condiciones complejas.

Por suerte para las mujeres occidentales, el panorama ha cambiado por completo. Tenemos tanta información a nuestro alcance, que casi abruma. La duda sobre un posible embarazo nos puede llevar minutos resolverla. Disponemos de un servicio sanitario de primer nivel que ha conseguido salvaguardar la vida de las madres y de los bebés.

La realidad que sufren muchas mujeres hoy en día en países en vías de desarrollo tiene algunas similitudes con aquellos episodios que pudieron pasar nuestras madres o nuestras abuelas en cuanto a la falta de medios. Uno de los mayores dramas de estas mujeres se llama fístula obstétrica. Se trata de un orificio que comunica la vagina con la vejiga o el recto, causado por un parto obstruido durante varios días sin atención médica adecuada. Los partos de mujeres muy jóvenes, de unos 15 años, con una pelvis insuficientemente madura, favorece estas obstrucciones. Las consecuencias suelen ser dramáticas para las madres, que tendrán que asumir el dolor prolongado de un parto, por lo general infructuoso, la pérdida del hijo y el rechazo de una comunidad que reniega de estas mujeres, que desde entonces no podrán controlar las pérdidas de orina o heces. En soledad, repudiadas de su grupo social, muchas viven un auténtico drama que terminan solucionando con el suicidio.

La dedicación de ONGs es primordial para devolver a estas mujeres la autoestima, una calidad de vida, que puede resolverse con una operación no muy compleja, y el retorno a su grupo social.

Desde nuestro puesto de mujeres privilegiadas, celebremos la maternidad con alegría, pero no nos olvidemos de cómo se enfrentaron a la maternidad las mujeres que nos precedieron, sin tener medios ni información. No nos olvidemos de todas las demás, sean negras, pobres, asiáticas, sudamericanas, adolescentes…de todas las mujeres que en estos momentos están pariendo hijos sin la seguridad de una infraestructura médica, con todo el dolor y el miedo de no saber cómo va a responder su cuerpo ni si su hijo pueda si quiera llegar a nacer vivo de su vientre. No nos olvidemos de ellas, por muy alejados que sus países nos parezcan.

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