El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
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Ha leído un libro escrito por un amigo. Se hicieron amigos más tarde, pero antes compartieron, sin saberlo siempre, muchas cosas. Fueron juntos diez años al mismo colegio. Vivieron en calles vecinas. Veranearon en el mismo sitio. El libro habla de ese tiempo y de esos lugares. Pero entonces no se conocían apenas. Se cruzaron en pasillos llenos de otros niños. Se cruzaron quizás en una playa llena de gente. Luego coincidieron en la parada del bus escolar. Poco a poco fueron interactuando hasta convertirse en los amigos que hoy son. Fue un proceso largo. Un proceso que terminó cuando ambos habían abandonado aquellas aulas, aquel barrio. Cuando uno de ellos había también dejado atrás aquellas costas.
Ha leído el libro y, por momentos, ha creído estar leyendo la historia de su vida. A un mismo material generacional se sumaban aquellos espacios conocidos, aquellos personajes del recuerdo. Ha descubierto también otras coincidencias. Como él, su amigo visitaba aquellas ferias junto al mar en las tardes del verano. Y su padre ponía, también, en los primeros noventa, Física y química en los viajes en coche.
Pero, a la vez, ha tenido la sensación contraria. La de no reconocerse, la de interrogarse acerca de cómo dos vidas tan iguales pudieron ser vidas tan distintas. Leemos una novela de aventuras localizada en el siglo XIX y en un país extranjero y podemos reconocernos más en el protagonista que si leemos unas memorias que casi podrían ser las nuestras.
Es lo que ocurre con los espejos. Nos devuelven nuestra imagen, pero a veces esa imagen –en mitad de la noche– puede llegar a aterrarnos.
Ha estado leyendo unas memorias tan cercanas, tan lejanas, que ha tenido que ir dosificándolas. Unas memorias que duelen, que exigen como exige una tabla de gimnasio.
Pero ha leído sobre todo una literatura con densidad. Una literatura que bebe de la prosa del Umbral más lúcido. Por eso, en ocasiones, el mejor escondite es la verdad. Y la mejor mentira los espejos.
Ha leído Interino. Lo ha publicado Los Libros del Gato Negro. Ha leído –quizás lo hayáis adivinado– a Octavio Gómez Milián.
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