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Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

La viabilidad de las pensiones y la brecha generacional (I)

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En los últimos años se están publicando numerosos artículos en los que se pone en cuestión la sostenibilidad de las pensiones si se cumplen los acuerdos del Pacto de Toledo -es decir, incrementar la pensión lo mismo que se incrementa el IPC-, porque el Estado no puede gastar tanto dinero en mantener esta prestación. 

A quienes defienden que el sistema de pensiones es injusto e insostenible —porque los jubilados reciben mucho más de lo que han aportado o porque se incrementa la deuda pública y dificulta la sostenibilidad fiscal (el equilibrio entre ingresos y gastos públicos)—, se suman nuevas voces, artículos en los que se viene a responsabilizar a las pensiones de los problemas de los jóvenes para emanciparse. Estamos ante la brecha generacional.

Sobre la sostenibilidad del sistema mucho se ha hablado y se seguirá haciéndolo. Es normal que nos preocupe la viabilidad de las pensiones a medio plazo, las hipótesis de trabajo pueden cambiar y habrá que ajustar las distintas variables para que las generaciones futuras puedan seguir recibiendo una pensión digna. Pero para que los estudios realizados sean comparables y comprensibles para la ciudadanía, es necesario que los autores tengan en cuenta los diferentes factores que intervienen en la evolución de las pensiones, no solo una parte de ellos.

Por ejemplo, cuando se dice que nuestro sistema de pensiones es demasiado generoso, que concede a los jubilados bastante más de lo que han aportado, además de ser discutible (ver el artículo: https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/generoso-sistema-pensiones_129_12698572.html) no se tiene en cuenta que los importantes superávits del periodo 1977-2011, en lugar de guardarse para las necesidades futuras -lo que ahora vendría muy bien-, se incorporaron a los Presupuestos Generales del Estado.

Tampoco se tiene en cuenta que las cotizaciones sociales deben ser destinadas exclusivamente a financiar prestaciones contributivas y, durante muchos años, hasta que se acordó lo contrario en el Pacto de Toledo, la financiación de las prestaciones no contributivas de la Seguridad Social se ha efectuado con las cotizaciones en lugar de con aportaciones del Estado. Prestaciones como las pensiones a favor de los familiares, las reducciones en la cotización a la Seguridad Social para fomento del empleo, la prestación por nacimiento y cuidado de hijos, medidas de apoyo («subvenciones implícitas») a regímenes especiales, el coste de complementar las lagunas de cotización para el cálculo de la pensión de jubilación…, deben financiarse, exclusivamente, a través de partidas contempladas en los Presupuestos Generales del Estado. 

Comprendo que cuando se estudian sistemas con numerosas variables, algunas puedan suponerse fijas para facilitar la aproximación a la realidad, pero, qué casualidad que quienes nos advierten del “negro” futuro de las pensiones, solo tengan en cuenta en sus análisis la posibilidad de disminuir los gastos. Si lo que se pretende es eliminar el déficit en el sistema de pensiones, por las repercusiones que puede tener en la deuda pública y en la estabilidad financiera, lo lógico sería tener en cuenta tanto los gastos como los ingresos, y no olvidarse de que el equilibrio también se consigue incrementando estos últimos.

El incremento de ingresos se puede obtener, en primer lugar, aumentando las cotizaciones. Para esto es necesario, además de las reformas acordadas por el Pacto de Toledo, impulsar medidas económicas que generen puestos de trabajo, a ser posible cualificados -cuanto mejor retribuidos mayor es la cotización-; promover medidas legislativas que combatan la precariedad y mejorar la capacidad de intervención de la inspección de trabajo para garantizar el cumplimiento de las normas de Salud Laboral -que evitan accidentes- y la cotización de todas las horas trabajadas. Además, si fuese necesario, no hay ninguna ley divina que impida que el déficit se financie a través de los PGE vía impuestos. 

Está claro que, que para que esa aportación no suponga ningún desequilibrio financiero, habría que compensarlo con los incrementos equivalentes de ingresos. Aunque, realmente, lo que hay que hacer -con o sin aportaciones de los PGE a las pensiones- es una reforma fiscal que nos equipare en recaudación a la media de la UE, seguimos recaudando 4 puntos menos del PIB, y que sirva para disminuir las crecientes desigualdades que está sufriendo la sociedad española.

¿Y si se mira de otra manera el gasto en pensiones? Este es el título de un artículo (https://www.eldiario.es/economia/si-mira-manera-gasto-pensiones-estudio-senala-motor-crecimiento-economico_1_12171547.html) basado en el estudio que han llevado a cabo Eladio Febrero y Fernando Bermejo, investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha. Según estos economistas -que no centran su estudio, como en la mayoría de los casos, en los desequilibrios fiscales- El PIB generado por la demanda de consumo de los pensionistas es mayor que el gasto en pensiones de jubilación. Resaltan “el efecto estabilizador del gasto en pensiones” y afirman que “evitó en torno a 5 y 5,5 puntos adicionales de desempleo entre 2009 y 2024”.

Como vemos, hay diferentes formas de abordar los efectos del actual sistema de pensiones, pero, en cualquier caso, es exigible honestidad. Y, como cada persona tenemos nuestras opiniones y prejuicios, evitar que las gafas de la ideología deformen la realidad. 

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