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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

La vida no siempre es perfecta

salud mental

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Hace ya algo más de un año, nuestras vidas cambiaron radicalmente, las calles se quedaron en silencio, y con ellas nosotras. Los parques ya no gozaban del vibrar de los niños, ni las tiendas se recreaban con el vaivén de personas entrando y saliendo de las mismas.

Todo cambió y nosotros cambiamos con ello, lloramos, sufrimos, pero también reímos. Enseñamos a la abuela a alejarse el móvil de la cara para poder vernos en la distancia, y aprendimos a querernos sin poder tocarnos. No fue fácil, para nadie. Tampoco para las jóvenes.

Hemos vivido un tiempo de incertidumbre, de idas y venidas, que sumado al tiempo de transición que supone la juventud, donde el cambio es la norma, parece normal apreciar el incremento de jóvenes con problemas relativos a la salud mental.

La juventud es una etapa vital en la cual se accede a la mayoría de edad, con la asunción de los derechos y obligaciones que eso conlleva, un tiempo en el que se espera que terminemos estudios e incluso nos incorporemos al mercado laboral. Surgen también los primeros pensamientos emancipadores, de creación de nuestros proyectos de vida independientes, y no siempre acaban como nos gustaría.

Porque la situación laboral de las y los jóvenes da para escribir ríos de tinta, lo cierto es que nos encontramos en una edad en la que para la gran mayoría de los empleos a lo que podemos acceder, dicen, nos falta experiencia. Algunos incluso se ofrecen a proporcionárnosla, a costa eso sí, de unas condiciones de semiesclavitud.

En el contexto de crisis en el que nos encontramos, además, el efecto de la inestabilidad sobre nosotras, que a nuestra edad hemos edificado planes vitales débiles o sujetos a muchos parámetros que se escapan a nuestra consideración, nos supone un extra de frustración que en muchas ocasiones no sabemos gestionar de manera adecuada.

Sin caer en el victimismo por supuesto, pero es importante valorar que muchas de nosotras, en nuestra vida consciente, no hemos vivido siquiera un periodo de bonanza económica, y que cuando empezábamos a reponernos, la pandemia nos ha hecho retroceder de manera dura y repentina.

En este sentido, esas habilidades de gestión emocional necesarias para asumir escenarios como el que hemos vivido, se encuentran a medio construir, y buena parte de los soportes sobre los que sostenemos nuestra forma de vivir se han tambaleado.

Hablo del fuerte componente social de la juventud, imprescindible para explicar la construcción de nuestra identidad, la forma de entender la sociedad, nuestra forma de relacionarnos con otras personas y con el entorno, e incluso la manera de vivir. España es un país donde esas redes relacionales son esenciales para entendernos como pueblo. Y la juventud, necesita de dichas redes como parte de nuestras vivencias y experiencias.

Cuando pensamos en lo que caracteriza la etapa joven de nuestras vidas, inevitablemente pensamos en amigos, salidas, fiestas, diversión, y viajes. Esto durante más de un año esto ha sido imposible, tuvimos que cancelar nuestros viajes, aislarnos en nuestra casa, prescindir de planes de ocio que eran parte de nosotras, etc., y en esta etapa de transición, el aspecto social que es, en muchas ocasiones, lo más estable que tenemos, de un día para otro dejó de ser así.

La COVID-19 nos ha privado de la interacción con nuestros mayores apoyos, que a esta edad suelen ser nuestros amigos, también nos ha arrebatado buena parte de la diversión y el ocio, sobre las que, quizá demasiado, pivotaba la concepción de nuestra forma de vivir como jóvenes.

El ser humano es un ser social por naturaleza y el coronavirus precisamente nos ha privado de esas tan necesarias interacciones sociales, más allá de la gente con la que convives. Y aunque las tecnologías aminoraban, en parte, dicha sensación de aislamiento y soledad, nada se compara al piel con piel, al roce de las manos, a las miradas de cerca, y las vibraciones de una risa en nuestros oídos.

Muchas veces no somos conscientes del efecto que tiene sobre el ánimo, pero también la salud una sonrisa, o una tarde de cervezas en una mala semana. Y es que vivimos en una sociedad en la que todavía nos queda mucho que avanzar de cara a la percepción que se tiene de la salud mental.

El primer paso es desestigmatizar a quienes sufren, entender que todas en algún momento de nuestra vida podemos precisar de asistencia psicológica. Y en este sentido, siento que los y las jóvenes somos las grandes olvidadas.

Porque la sociedad tiende sistemáticamente a relativizar nuestros problemas, pero no, no es que no tengamos preocupaciones, es que algunas de ellas son diferentes de las de los adultos. Y no por eso son cuestiones menores, a nosotras nos afectan con la misma intensidad.

Esa minusvaloración de nuestras dificultades, nos hace sentir que no tenemos derecho a estar mal, simplemente porque a ojos de la sociedad tampoco tenemos ninguna razón para estarlo.

Tal vez esta situación sea una oportunidad de cuidar a nuestra población a todos los niveles, incorporando una atención psicológica de calidad al Sistema Nacional de Salud. El bienestar de la ciudadanía pasa también por asegurar que la salud mental sea un derecho de todos y todas.

Unidas Podemos, esta misma semana dio a conocer un proyecto de ley de Salud Mental, el cual actualiza el que ya presentado en 2019 con los nuevos retos surgidos tras la pandemia, dotando al SNS de programas específicos para identificar patologías en salud mental o de la realización de estudios de investigación acerca de las consecuencias de pandemia para la ciudadanía. Su aprobación supondría un paso más en el camino hacia la consecución de un sistema público que dé respuesta a los problemas de salud mental de la población.

Debemos empezar a perder el miedo a lo que no vemos y escuchar a la gente que está sufriendo en silencio. Eduquemos a los más pequeños para que cuando lleguen a jóvenes sepan que no pasa nada si no siempre estamos bien, y así, busquen ayuda cuando lo necesiten.

Es imprescindible romper el estigma alrededor de la salud mental, hablar sobre salud mental para normalizar que la vida no siempre es perfecta y que no debería avergonzarnos reconocer que no siempre estamos bien y buscar ayuda cuando consideremos necesario.

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