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Las cifras de extranjeros en Aragón vuelven a los años precrisis, pero varía el origen de las personas

El Gobierno de Aragón ha puesto en marcha un Programa de Integración de la Población Migrante en el mundo rural

Óscar F. Civieta

Zaragoza —

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En 2008, en Aragón había 164.708 extranjeros, según los datos del Instituto Aragonés de Estadística (IAEST), para una población total de 1.326.918 personas, con cifras el Instituto Nacional de Estadística (INE). Es decir, el 12,41 % de la población aragonesa era inmigrante. En 2017, había 163.531 extranjeros y 1.308.750 habitantes en total (12,49 %). Cifras casi idénticas a las que se ha llegado tras años de vaivenes marcados por la crisis económica.

Son algunas de las conclusiones de un estudio realizado por la Universidad de Zaragoza, liderado por el director de la Cátedra sobre Despoblación y Creatividad de dicho centro universitario, Luis Antonio Sáez, y que ha servido como base para que el Gobierno de Aragón ponga en marcha un Programa de Integración de la Población Migrante en el mundo rural.

El diagnóstico ofrece una pormenorizada radiografía de la situación, que se resume (desde el punto de vista numérico) en que en el año 2000 el porcentaje de extranjeros en Aragón solo era del 1 %, llegó al 12,4 en 2008, al 14 % en 2013, descendió hasta 2016 y volvió a repuntar en 2017, siguiendo una línea, dice el estudio, “equivalente a la de países europeos de larga tradición migratoria.

Llama la atención el diagnóstico sobre el cambio en el origen de las personas que llegan a la comunidad. En 2008, el 50,5 % de los extranjeros procedían de países europeos, en 2017 el porcentaje ha bajado al 39,7 %. La llegada de personas del resto de continentes (excepto Oceanía con una representación mínima) ha subido: África (17,95 % en 2008 y 22,2 % en 2017; América (del 28,55 % al 33,33 %), y Asia (del 2,95 % al 5 %). A pesar del cambio, los europeos siguen siendo los más numerosos.

Vertebración del medio rural

El propósito de este estudio, explican en el mismo, es explorar los motivos por los que vienen, se quedan y se van del medio rural aragonés los ciudadanos extranjeros, para, partiendo de ahí, articular políticas que contribuyan “a la cohesión territorial y social y a la vertebración del medio rural y su ciudadanía”.

Entre los factores principales que explican el movimiento migratorio, evidentemente, prevalecen los económicos: la presencia de estas personas, dice el diagnóstico, “está directamente correlacionada con las tasas de desempleo generales y las específicas en aquellas actividades en las que más venían empleándose (construcción, hostelería), las vacantes generadas por el envejecimiento de la población autóctona y el grado de atractivo o rechazo por parte de la población local hacia ciertas ocupaciones”.

Afecta también la situación en los lugares de salida, así como la existencia de una comunidad de paisanos en un determinado lugar, lo que “facilita la llegada de otros compatriotas, es el caso de los búlgaros en las Cinco Villas, los pakistaníes en el Bajo Aragón-Caspe, los procedentes de Mali en La Litera o los ecuatorianos en Tarazona-Moncayo”.

Comprensión en la interpretación de requisitos y formalidades

El estudio finaliza con la propuesta de varias estrategias y políticas que dimanan, se apunta en el texto, de tres vías de análisis: investigaciones sobre procesos migratorios, políticas puestas en marcha en otros países y otras administraciones españolas y entrevistas a agentes involucrados en Aragón.

A partir de ahí, se propone, en el terreno de la vivienda, mediar en intercambios “que suelen ser poco transparentes” y tratar de “evitar la constitución de guetos en determinados asentamientos”, ya que se ha llegado a la conclusión de que “los ciudadanos extranjeros suelen experimentar una prima adicional en sus costes, o una oferta muy segmentada, con más dificultades para su arriendo”.

En lo laboral, se esgrime “la necesidad de una formación específica para el puesto que van a ejercer”, porque se han encontrado “bastantes personas sobrecualificadas para los puestos que desempeñarán y otras, en cambio, con unos niveles muy bajos”.

Para favorecer la convivencia se aconseja “generar momentos y lugares de encuentro a través de actividades cooperativas, creativas y participativas, como jornadas de convivencia y divulgación de las nuevas culturas llegadas con esos nuevos vecinos”. Se apunta, por añadidura, a “incentivar la participación en ámbitos colectivos, con visibilidad, especialmente de las mujeres, ya que en algunas comunidades la mujer desempeña estrictamente roles reproductivos, o en sus lugares de origen regía un machismo muy marcado”.

Se advierte también la necesidad de ayudar en la gestión de documentos, reconocimiento de credenciales, convalidación de títulos y, aunque “no llevar a cabo tratamientos desiguales favorables, sí ser comprensivos en la interpretación de requisitos y formalidades que no impliquen desigualdad, sino que la corrijan”.

Para todo ello, concluye el informe, “es importante que personas de referencia en los pequeños pueblos, como el alcalde, maestro, personal sanitario, sacerdote, etcétera, ejemplifiquen un talante abierto y se comprometan a llevar a cabo labores específicas de atención y bienvenida hacia los nuevos vecinos”.

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