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Lanuza celebra los 25 años de su resurrección a los pies del pantano donde estuvo a punto de desaparecer

Lanuza, Sallent de Gállego (Huesca)

Miguel Barluenga

Huesca —

Lanuza estuvo a punto de ser uno más de esos pueblos abandonados primero por sus habitantes y anegados después por las aguas de un embalse. El empuje de los propios vecinos, una agotadora batalla judicial y los caprichos de la orografía del terreno convirtieron a la localidad, en cambio, en un lugar insólito. Vive para contarlo y celebra ahora el 25 aniversario del inicio de los trabajos para recuperar un legado que ha pasado de abuelos a hijos y nietos y que perdura asimismo al albur del desarrollo que brindan al Valle de Tena las estaciones de esquí de Formigal y Panticosa y el Festival Pirineos Sur.

La prosperidad actual estuvo más que amenazada hace medio siglo. En la década de los 60, en plena fiebre por la construcción de embalses en todo el país, el Gobierno español constató la necesidad de encauzar las aguas del río Gállego a una altura superior a los mil metros y escogió los terrenos de este pequeño municipio de 200 habitantes para la construcción de un pantano de 16,86 hectómetros cúbicos y 116 hectáreas de superficie.

Se siguieron los cauces habituales y se expropió cada palmo de Lanuza, pueblo de ganaderos. La previsión inicial era que quedase anegado por las aguas del embalse. Por completo. Así, sus vecinos tuvieron que ir abandonando sus hogares y emigrar como tantos otros cientos de aragoneses; a las capitales, Zaragoza y Huesca, pero también a ciudades más cercanas como Jaca y Sabiñánigo. El 6 de mayo de 1976 se cerró la puerta del embalse para comenzar a acumular agua. Dos años más tarde, Lanuza estaba completamente vacío y sus últimos habitantes echaron el postrero vistazo a las casas en las que crecieron.

Once metros de diferencia que lo cambian todo

Una feliz casualidad cambió un destino que parecía escrito y sellado. Las previsiones de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) no se cumplieron y el agua no llegó a todos los rincones del pueblo. Situado en la orilla izquierda del pantano, la cota máxima prevista de 1.286 metros se quedó en 1.275,5. Una diferencia de apenas 11 metros que bastó para que el núcleo urbano de la localidad se salvase de quedar sumergido para siempre. Así, sus habitantes apostaron por devolver la vida a Lanuza. Y no iba a resultar nada sencillo.

Se celebran ahora los 25 años del comienzo de un proceso cuya primera piedra hay que buscarla en 1989, cuando 11 años después del abandono sus habitantes regresaron para comprobar que había que librar una doble batalla, judicial y contra los estragos del tiempo. La Justicia les dio la razón y en 1992 la CHE inició la reversión de los terrenos, pagados de sus bolsillos por los propios vecinos. Tuvieron que empezar de cero, no solo por los años transcurridos sino también porque los materiales valiosos de las viviendas, como las puertas y ventanas e incluso paredes enteras de piedra, habían sido robados.

La iglesia, el primer edificio salvado

Nació entonces la Asociación de Antiguos Vecinos de Lanuza, que encauzó la recuperación del pueblo. Sus 15 socios, sin ninguna ayuda pública y trabajando los fines de semana, fueron rehabilitando las edificaciones. Empezaron por la iglesia y sus campanas, canalizaron el agua potable de vuelta al pueblo y repararon la escuela y el ayuntamiento. A partir de allí trabajaron en unos 35 edificios y 70 viviendas a los que con el tiempo se han sumado un hotel, una casa rural, un restaurante, un parque infantil y una ludoteca.

La Asociación Cultural La Escuela de Lanuza ha organizado una serie de actos para conmemorar este 25 aniversario y homenajear a los pioneros que apostaron por la recuperación de la localidad. Los trabajos que comenzaron en 1992 todavía no han finalizado y, hace escasas fechas, Lanuza pasó a formar parte como barrio de Sallent de Gállego. Esta población, de 1.500 habitantes, no se entendería sin Lanuza. Por ejemplo, un tercio de la estación de esquí de Aramón Formigal se establece sobre terrenos que pertenecen a este pueblo resucitado.

“Lanuza no se ha perdido nunca”

El alcalde de Sallent de Gállego es Jesús Eugenio Gericó y, como todos en la zona, cuenta con raíces en Lanuza. “Hemos compartido mucha historia en común y cuando se construyó el pantano también se anegaron terrenos de Sallent. En aquel momento, la forma de vida de ellos eran la agricultura y la ganadería, y al perder las casas se tuvieron que buscar la vida, sobre todo en el sector de la energía. Lanuza no se ha perdido nunca. Tres familias se quedaron allí de alguna manera, con ovejas y vacas durante todo el año. Contribuyeron a que esta recuperación fuera más fácil”, recuerda.

La estación de Formigal ha dado trabajo a la gente que ha llegado en los últimos tiempos a Lanuza. Sallent es el pueblo de España con más bares por habitante según un estudio de la Federación Española de Hostelería, 23 para sus 1.461 residentes. Gericó recuerda esta estadística como diferencia entre este caso y otros afectados por el mal de la despoblación: “Hay unos servicios que en otros sitios no existen La estación lleva desde antes que ocurriera todo y muchos eligieron Sallent para iniciar su nueva vida”.

Pirineos Sur ha contribuido a “crear infraestructuras. Lanuza tiene depuradora y Sallent no. El festival es un escaparate que contribuye a generar riqueza”. Gericó no olvida que “la historia es de la gente que ha luchado por volver a sus orígenes y no es un compromiso electoral, sino moral de tratar a los vecinos de Lanuza como lo han sido siempre pese a que ahora pertenezcan a Sallent”.

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