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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González
Sobre este blog

Pregunta: ¿Por qué autoentrevistas?

Respuesta: Porque al fin y al cabo todas las columnas de opinión son respuestas a unas preguntas que se han borrado.

P: Hable por usted, no por los demás.

R: Bueno, no sé si todas. Las mías sí. Cuando tengo que escribir una columna me hago preguntas, las contesto y luego borro la parte del entrevistador.

P: Y aquí ha decidido dejarla.

R: Sí, para darle voz a mi otro yo.

P: ¿Y no es un poco esquizofrénico eso de hacerse preguntas, contestarlas y llevarse la contraria?

R: Un poco, pero es la única manera que tengo de saber lo que pienso sobre las cosas. Y además no siempre estoy de acuerdo con mis opiniones.

Entrevista a Antonio Orejudo sobre el marianismo

Antonio Orejudo

Pregunta. He leído por ahí que está usted pensando fundar una escuela de marianismo. ¿Es cierto?

Respuesta. La idea está todavía en fase de maduración, pero sí, somos un grupo de personas que en un principio nos mostramos muy críticos con Mariano, con Mariano Rajoy, pero que hemos acabado fascinados por él.

Pregunta. ¿Podría explicar ese viaje, que por cierto ha sido emprendido por tanta gente antes que usted? ¿Dónde acaba la legítima evolución ideológica y comienza el cambio de chaqueta?

Respuesta. No, no. No se equivoque. Yo sigo siendo muy crítico con la política del PP y sigo asumiendo como propios casi todos los postulados ideológicos de la izquierda. Es más: creo que Mariano Rajoy pasará a la historia como uno de los presidentes más dañinos para la democracia, casi a la misma altura que Felipe González. Pero el marianismo no tiene nada que ver con la política. El marianismo es una filosofía, una religión, una manera de estar en el mundo. Igual que hay buenos y malos políticos cristianos, también hay buenos y malos políticos marianistas. Usted por ejemplo puede ser ateo y al mismo tiempo ser un pésimo presidente del Gobierno, sin que su incompetencia afecte a los principios del ateísmo. Pues con el marianismo sucede lo mismo. Rajoy es un pésimo presidente marianista. Pero eso no afecta en nada a esa actitud frente a la vida que llamamos marianismo. El marianismo está más allá del Boletín Oficial del Estado.

P. ¿En qué consiste el marianismo?

R. Yo diría que es una variante pontevedresa del budismo. Budismo a la gallega podríamos definirlo. El marianismo pone en cuestión ese principio tan arraigado en Occidente que dice que para solucionar los problemas hay que enfrentarse a ellos. En España incluso hemos acuñado un dicho propio: coger al toro por los cuernos. Bien, pues los marianistas pensamos que enfrentarse a los problemas, que coger al toro por los cuernos sólo trae insatisfacción e infelicidad. Y que además no está garantizado que un problema se solucione enfrentándose a él, cogiéndolo por los cuernos. Si algo nos ha enseñado Mariano Rajoy en estos tres años de legislatura es que para alcanzar la felicidad, para solucionar los problemas no es necesario enfrentarse a ellos. Mucho más efectivo que actuar es no actuar. Esta ha sido la gran enseñanza de Mariano Rajoy.

P. Parece que está usted hablando de Gandhi.

R. Nosotros no somos pacifistas. Los marianistas creemos que hay que defenderse de los enemigos. Y que en ocasiones hay que destruirlos. Lo que Mariano Rajoy nos ha enseñado es que para destruir a un enemigo no es necesario actuar contra él; es mucho más efectivo no hacer nada porque al final, desquiciados, son ellos los que acaban destruyéndose a sí mismos. Sucedió con Rodrigo Rato, con Jaime Mayor-Oreja, ha sucedido incluso con el otrora todopoderoso José María Aznar y acaba de suceder la semana pasada con Esperanza Aguirre. Todos ellos han sido fulminados sin que Mariano haya movido un solo dedo. Yo diría incluso que han sido fulminados precisamente porque Mariano no ha movido un solo dedo. Si se hubiera enfrentado a ellos, si Mariano Rajoy se hubiera comportado como un macho alfa occidental y hubiera cogido el toro por los cuernos, esa misma energía negativa hubiera alimentado a sus adversarios y hoy probablemente estos estarían vivos todavía. Pero el buen marianista es muy celoso de su propia energía. No está dispuesto a entregársela al contrario ni siquiera con carga negativa. El marianismo consiste en no hacer nada, en dejar que el enemigo —permítame la expresión— se ahogue en su propia mierda, como le acaba de suceder a Esperanza Aguirre. El marianismo es ahorro de energía. El marianismo es ecología. Y Artur Mas lo sabe. ¿Qué es lo que más le molesta de Rajoy al president? ¿Qué es lo que siempre le echa en cara? Que no actúe. ¿Por qué? Porque en Cataluña empiezan a darse cuenta de que el marianismo es tan letal como el kung-fu, una nueva arte marcial. Y lo temen: ellos preferirían un enemigo convencional.

P. Las víctimas de los recortes del PP; las mujeres, que han visto limitada su libertad y los inmigrantes sin cartilla sanitaria, por decir solo tres ejemplos, no estarían de acuerdo con eso de que Mariano Rajoy no ha hecho nada.

R. Claro que ha hecho cosas. Y muy mal hechas, por cierto. Pero tiene que hacer cosas. Rajoy es presidente del Gobierno y tiene que sacar un nuevo número del BOE todos los días. A veces no queda más remedio que actuar. Y los marianistas no somos perfectos. Supongo que hasta Gandhi debió de cabrearse alguna vez. Pero nuestro ideal de perfección es no hacer, vivir sin actuar. Esa es nuestra meta. Insisto: no por pereza, no por indecisión, sino porque creemos que todos los problemas se acaban resolviendo sin necesidad de enfrentarse a ellos. Todos los nudos se desatan con el tiempo. La mejor manera de adaptar la Constitución a nuestra nueva realidad es no reformándola. La mejor manera de ganar unas elecciones europeas es no nombrando candidato. Como ha dicho nuestro fundador por sms: la vida es resistir, y que alguien te ayude.

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Pregunta: ¿Por qué autoentrevistas?

Respuesta: Porque al fin y al cabo todas las columnas de opinión son respuestas a unas preguntas que se han borrado.

P: Hable por usted, no por los demás.

R: Bueno, no sé si todas. Las mías sí. Cuando tengo que escribir una columna me hago preguntas, las contesto y luego borro la parte del entrevistador.

P: Y aquí ha decidido dejarla.

R: Sí, para darle voz a mi otro yo.

P: ¿Y no es un poco esquizofrénico eso de hacerse preguntas, contestarlas y llevarse la contraria?

R: Un poco, pero es la única manera que tengo de saber lo que pienso sobre las cosas. Y además no siempre estoy de acuerdo con mis opiniones.

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