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Espai que combina l’actualitat al voltant de les polítiques de les administracions valencianes en matèria de memòria democràtica i exhumació de fosses amb continguts més especialitzats sobre la història de la repressió franquista i els avanços en les investigacions acadèmiques. Reportatges, entrevistes, actualitat, opinions, informació sobre recerques universitàries o publicacions...

Cuatro décadas del atentado ultra con goma 2 contra el ensayista Joan Fuster que apenas mereció una investigación judicial de 40 folios

El escritor Joan Fuster en su casa en Sueca.

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Sueca, madrugada del 11 de septiembre de 1981. El ensayista Joan Fuster (1922-1992) está su casa de la calle de Sant Josep número 10 de tertulia con los profesores Jaume Pérez Montaner y Vicent Sanvador Liern. A las 5.30 escuchan una fuerte explosión. Salen a la calle, otros vecinos también se asoman a ver qué ha pasado y ven una de las ventanas de la planta baja destrozada. Observan que aún sale humo. Pérez Montaner se acerca, comprueba que hay otro artefacto y, justo a tiempo, los noctámbulos se refugian en la casa. Una vecina vuela dos metros por la onda expansiva. El atentado estaba diseñado para provocar una auténtica matanza.

Los destrozos afectan incluso al bar que hay enfrente de la casa del ensayista y a varios vehículos. También a la espléndida biblioteca del escritor y a parte de su colección de arte. “Todo indica que fue un atentado de la extrema derecha tradicional franquista con conexiones directas con gente ultra del Ejército y de la Policía”, relata a elDiario.es el periodista Francesc Bayarri, autor de Matar Joan Fuster (i altres històries), editado por Austrohongaresa de Vapors.

El escritor ha investigado en profundidad este atentado, del que este sábado se cumplen 40 años, contra el ensayista más destacado que, en pleno erial franquista, se inventó en Nosaltres els valencians (publicado en 1962) una propuesta para un País Valenciano moderno, que ha servido de guía, de discusión o de blanco de iras diversas para varias generaciones. Joan Fuster —heterodoxo, cáustico y sabio— se convirtió así en la diana preferida para el analfabetismo ultra, que ni siquiera leyó el ensayo. Aun hoy es un autor incómodo, haciendo gala (póstuma) de su talla intelectual.

El libro de Bayarri, que está a punto de ver la segunda edición, repasa minuciosamente el ataque y rescata del olvido la documentación judicial y policial a la cual, tras un titánico esfuerzo, ha conseguido acceder. “El expediente judicial estaba en un archivo del Ministerio de Justicia a punto de ser expurgado, conseguí que la jueza de Sueca lo pidiera, luego volvió a ese archivo y, por lo que me contó un historiador que estaba haciendo la tesis, finalmente fue expurgado”, cuenta el periodista. “Suerte que yo tengo una copia”, agrega.

Francesc Bayarri, autor de uno de los mejores libros de periodismo de investigación escritos en valenciano (Cita a Sarajevo), también obtuvo parte de la documentación policial sobre el atentado contra Fuster. Así, sus hallazgos revelan que el sumario por aquel atentado apenas cuenta con 40 folios. El juez, que ni siquiera se esperó a obtener el informe policial sobre el explosivo (era goma 2), incoó diligencias por un delito de daños, penado en el Código Penal entonces vigente con una simple condena de multa. “Hay datos policiales que continúan sin hacerse públicos, de los cuales he conseguido algunos documentos que no son los más importantes”, advierte el autor de Matar Joan Fuster (i altres històries).

“Las bombas que han estado a punto de matar al intelectual valenciano más importante del siglo XX, dos de sus amigos y tres vecinos de Sueca —también amigos— han merecido cuarenta folios de investigación y únicamente un mes —menos un día— de esfuerzo judicial. Caso cerrado”, escribe Bayarri en su libro. “Es llamativo que el juez no espere ni a recibir informes que él mismo ha solicitado”, declara el periodista la víspera del aniversario de la bomba.

El historiador Borja Ribera, autor de una tesis doctoral sobre la violencia durante la Transición, coincide en la autoría ultra del atentado. “La investigación judicial fue una risa, lo cerraron todo. Lo que se sabe es porque Bayarri consultó el expediente antes de que limpiaran el archivo”, asegura a este diario. “Todo parece indicar que se decidió, en este caso como en todos los otros atentados de la extrema derecha, sencillamente no investigar”, afirma Francesc Bayarri.

El ataque contra la casa de Fuster se produjo apenas 24 horas después de una serie de atentados, los primeros en territorio valenciano, de Terra Lliure, un grupo armado independentista. El informe confidencial de la Brigada Regional de Información argumenta que el explosivo contra Fuster es una represalia por el atentado de Terra Lliure contra el edificio del Gobierno Civil en la plaza del Temple de Valencia.

“Todo indica que se trata de explosivos provenientes de algún polvorín del Ejército suministrados en un tiempo récord de 24 horas”, sostiene Bayarri. “Preparar un atentado de estas características en 24 horas es sorprendente, todos estos ataques vienen de la extrema derecha tradicional y de grupos parapoliciales”, remata el historiador Borja Ribera.

La explosión en la casa de Fuster despertó una ola de solidaridad: se celebró un homenaje en la Universitat de València (UV) y un acto multitudinario en la Plaza de Toros de Valencia. En represalia, la antigua sede de la UV en el edificio de La Nau sufrió otro ataque en el que resultaron heridos tres trabajadores de la institución académica. Una de las víctimas perdió un pie a causa de la explosión. 

“No detuvieron a nadie ni por la bomba de La Nau ni por la de la casa de Fuster, mientras que en los de Terra Lliure sí que hubo varios detenidos, es una dinámica que se repite a lo largo de la Transición”, explica Borja Ribera, quien agrega: “Demostrar no demuestra nada, pero da mucho que pensar”. “Era una constante en la época”, recuerda Bayarri.

La actividad cívica y las apariciones públicas del escritor se resintieron “no sólo por el atentado sino también por el clima de desencanto”, apunta el periodista, ahora responsable de prensa de la Universitat de València. Francesc Pérez Moragón, biógrafo de Fuster y colaborador de este diario, también apunta al desencanto de la Transición pero recuerda que la obra del escritor ya estaba plenamente consolidada por aquella época.

La casa de Joan Fuster, que ya había sido atacada con un artefacto de escasa potencia el 18 de octubre de 1978, siempre tuvo la puerta abierta para cualquiera que quisiera dialogar un rato entre copas y cigarrillos. “Fue durante muchos años un foco de irradiación cultural, un lugar de encuentro para escritores, artistas plásticos, políticos, activistas y, en general, gente del mundo de la cultura”, explica Salvador Ortells, director del Espai Joan Fuster.

El autor de Nosaltres els valencians (y de una vasta obra adicional insuficientemente explorada) “participó en la vida cultural y social a través de numerosas iniciativas y siempre se mostró dispuesto a ejercer su magisterio entre los más jóvenes”, añade Ortells. La vivienda es hoy la casa museo dedicada al escritor y cuenta con un centro de documentación que conserva y gestiona los fondos del ensayista, un aula didáctica para escolares y docentes y un espacio con la colección de arte legada por Fuster a Sueca, que incluye originales de Josep Renau, Antoni Tàpies, Joan Miró o esculturas de Andreu Alfaro.

La memoria de Joan Fuster continúa viva cuatro décadas después de aquella noche en que la extrema derecha intentó matarlo.

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