Un espacio en el que está implicada toda la redacción de eldiario.es para rastrear y denunciar los machismos cotidianos y tantas veces normalizados, coordinado por Ana Requena. Puedes escribirnos a micromachismos@eldiario.es para contarnos tus experiencias de machismo cotidiano.
“Eres muy interesante, pero…”: cómo el machismo te borra del mapa de lo deseable después de la menopausia
Hace unos años, un amigo mío escribió un libro que se volvió un best seller. A partir de entonces, a pesar de que tenía cerca de los sesenta años, no paró de ligar. Me confesó que su madurez se estaba convirtiendo en la mejor época de su vida: al final de cada presentación, se le acercaban muchas mujeres, entre ellas chicas jóvenes, que le pasaban su teléfono. Aquel éxito repentino le facilitó follar e incluso iniciar relaciones que se consolidaron, con una edad en la que pensaba que su vida afectivo-sexual estaba acabada.
Dos años después del éxito de su libro, yo publiqué mi primera novela. Recuerdo que me dijo: “Ya verás, te vas a hinchar a ligar.” Yo esperaba a que al final de cada presentación se me acercasen, como a él, hombres ansiosos por conocerme, pero la realidad fue que no ligué nada. Por aquel entonces, yo tenía 53 años, y, después de ver cómo el éxito editorial de mi amigo le había abierto las puertas al éxito relacional, me pregunté por qué no pasaba lo mismo conmigo.
Se lo pregunté a otro amigo, en este caso más joven que yo, y su respuesta fue contundente: “Eres muy interesante, pero…” Ahí estaba la causa. Teniendo un capital intelectual y económico similar al de mi amigo más mayor, conservando toda mi vitalidad y siendo más famosa, mi principal problema era la edad.
Edadismo menstrual
A partir de aquel momento, he visto como aquella inequidad se ha ido repitiendo una y otra vez: el edadismo menstrual consiste en la discriminación, en este caso como objeto sexual y posible pareja, de las mujeres peri y menopáusicas por razones de edad, una discriminación asentada en aquello que podríamos llamar privilegio de fertilidad, el privilegio de las mujeres que menstrúan, asentado en la creencia, ampliamente arraigada, que une fertilidad y deseo masculino y que consolida también su opuesto: menopausia y anulación del deseo.
¿Cómo se construye este machismo? Se sustenta en tres pilares: el peso de lo que defino como 'imaginario inverso', la invisibilización de la andropausia frente a la menopausia como estigma y que, para las mujeres mayores, ser admirable es una desventaja.
El peso del imaginario inverso
Cuando me refiero al 'imaginario' me refiero al conjunto de imágenes que, a fuerza de ser repetidas, consolidan una idea que se convierte en creencia. En nuestro caso, existe un imaginario extensísimo que ha conseguido que nos parezca “normal” que mujeres muy jóvenes sientan deseo (o eso nos dicen) por hombres más viejos o mucho más viejos que ellas.
El histórico visual de hombres muy viejos que contraen matrimonio, violan o miran (el famoso cuadro de Susana y los viejos) a mujeres jóvenes es enorme. En nuestro momento histórico es la prensa del corazón, esa máquina política creadora de subjetividades, la que normaliza algo nuevo: el deseo de las mujeres jóvenes por hombres mucho más mayores.
En sus páginas encontramos a Noor Alfallah (29) deseando a Al Pachino (85); Tífany Chen (45) deseando a Robert de Niro (80); Melanie Hammik (38) deseando a Mick Jager (82), o a todas las novias que desean a un muy mal conservado Leonardo di Carpio (51), y que siempre son desechadas cuando cumplen 27, de manera que se convierten en una especie de novia perpetua de 25. Es tal la cantidad de hombres mayores relacionados con mujeres muy jóvenes que recientemente aparece el término sugar daddy, para referirse a este fenómeno que no para de crecer y para el que existen incluso aplicaciones.
Y ahora pensemos en imágenes en las que encontramos a hombres de 29 años deseando a mujeres de 85. ¿No se te ocurre ninguna, verdad? No se nos ocurre ninguna, porque no las hay. Salvo la muy reciente película de David Trueba Siempre es invierno o El graduado, de 1967, son muy pocas las narrativas visuales en las que un hombre joven demuestra deseo por una mujer mayor.
Y fuera de la narrativa, de la ficción, tampoco encontramos a nadie más que a Emmanuel Macrón (47) deseando a su esposa, Brigitte de 72. Ningún hombre joven desea a Meryl Streep, a pesar de su belleza, de su inteligencia, de su poder; no existen datos de amantes de Helen Mirren, de Candela Peña, de Isabella Rossellini. No hay fotos de Carmen Maura saliendo de un restaurante con un jovencito de 28. Incluso Madonna, la que fue la mujer más sexy del planeta, hoy ha dejado de serlo (67).
El peso de ese 'imaginario inverso', de la normalización de ese vacío de imágenes, consigue que, tanto en la realidad como en la ficción, la posibilidad de un hombre joven deseando a una mujer vieja resulte una dislocación que nos proporciona tal extrañamiento que ahí tenemos a Brigitte Macrón siendo cuestionada como mujer.
La andropausia invisible
El segundo elemento que consolida esta forma de machismo es la invisibilización de la andropausia. La andropausia, igual que la menopausia, existe. Es el descenso natural de la testosterona en los hombres a partir de los 40-50 años, causando síntomas físicos, sexuales y anímicos con gran similitud a los de la menopausia: irritabilidad y depresión, fatiga, pérdida de masa muscular... todo ello unido a la disfunción eréctil.
Pero, ¿quién la pone encima de la mesa? Nadie, porque la colección de imágenes de todos estos señores exitosos teniendo hijos a los ochenta (con espermatozoides congelados y viagra), la niega, creando la falsa realidad de la eterna potencia sexual masculina. Ahí tenemos a un Berlusconi de orgía en orgía, a un Staruss-Khan, a un Plácido Domingo o a un Woody Allen. La lista es interminable.
Y en el extremo opuesto, tal y como ha escrito Anna Freixas, tenemos la menopausia elevada a la categoría de estigma, ese momento de la vida de las mujeres (el periodo más largo) en el que la narrativa encabezada por la Madrastra de Blancanieves proyecta imágenes de mujeres envidiosas, enloquecidas, llenas de sofocos, con sequedad vaginal, niebla mental y bajada de la libido.
Y tengo que decir que, mirando a las mujeres reales que me rodean, no encuentro nada de eso, sino mujeres potentes, con algún que otro sofoco del que casi no se quejan, gran claridad e inteligencia, diferentes gradientes de lubricación y muchas más ganas de tener sexo que sus parejas/relaciones, de manera que, al menos mi realidad, contradice completamente la narrativa.
Ser admirable como desventaja
Para terminar, resulta que el psicólogo clínico y terapeuta de pareja Antoni Bolinches afirma en su libro El síndrome de las súper mujeres: las dificultades amorosas de las mujeres de éxito (2025), que, tras muchos años de trabajo, ha comprobado que encontrar pareja para hombres admirables (de éxito) es facilísimo, mientras que es muy complicado para mujeres de la misma edad y de las mismas circunstancias que esos hombres.
En el arquetipo en el que se basa la pareja monógama, los hombres de cualquier edad, los sugar daddies, encarnan el éxito, el poder, la riqueza y la fama, mientras que las sugar babyes encarnan al sujeto que admira a ese hombre con tres requisitos: juventud, belleza y, muchas veces, falta de recursos. Pero, como ya hemos visto, la ecuación no funciona si invertimos los géneros. Es más, una mujer independiente, guapa, interesante, con un buen trabajo, es decir, con todos o muchos de los atributos que les hacen admirables a los hombres, es percibida como una amenaza para los hombres de su misma edad y más jóvenes, que no quieren una mujer con la que competir a su lado.
Las relaciones de mujeres jóvenes con hombres mayores, salvo excepciones que siempre hay, por supuesto, están basadas en algo muy concreto: un intercambio contractual. Yo te doy creencia de juventud, tú me das recursos; yo te doy un hijo a los ochenta, tú me das fama. Por el contrario, las relaciones de hombres jóvenes con mujeres mayores, cuando se dan (y ojo que también habrá excepciones) no se basan en un intercambio de recursos: me relaciono contigo porque me gustas, no porque me des nada a cambio.
Una de las cuestiones en las que se apoya el edadismo menstrual consiste en que las mujeres menopáusicas dejamos de ser “mercancía”, nuestro cuerpo es “inservible” para la procreación y, por lo tanto, para relaciones basadas en el contrato. Y es aquí hasta donde quiero llegar, dándole la vuelta al calcetín, porque, la verdad es que prefiero mil veces dejar de ser interesante que mantener una relación fundada en el desequilibrio.
Prefiero no ser elegida cuando en el fondo del proceso de elección hay otro machismo. Prefiero no relacionarme que llevar a cabo prácticas basadas en un intercambio contractual. Prefiero estar soltera a relacionarme con un capullo solo interesado en que le admire.
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