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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

'El hombre que ama a los patos': el refugiado que salva animales en Manus

Manus. En la playa.

Behrouz Boochani

  • En el infierno de la isla de Manus lo conoció el autor de este artículo, un periodista iraní refugiado y también recluído allí, desde donde escribe crónicas para The Guardian
  • Las ilustraciones son del dibujante australiano Fist Dog on the Moon

“El hombre que ama a los patos”. Esta frase, que describe a Mansour Shoushtari con una resonancia poética, es el sobrenombre con el que se le conoce en la prisión de Manus. Shoushtari es un hombre de 43 años, procedente de Irán, que se ha convertido en una persona muy conocida en esta prisión. Es alguien que está lleno de alegría y que interactúa con el mundo con la sensibilidad de los niños.

Su sola presencia en la prisión de Manus es una paradoja, porque su ser está esencialmente en conflicto con la prisión. La personalidad de Shoushtari proyecta belleza, proyecta ternura, proyecta amabilidad. Su existencia está en oposición a la violencia de la prisión de Manus, en oposición al poder de la prisión, en oposición a la barbaridad de la prisión. Hace cuatro años, Shoushtari logró llegar a la isla de Christmas, pero el Gobierno australiano lo exilió de inmediato a la isla de Manus, donde lleva detenido desde entonces. Se le otorgó el estatus de refugiado y ha estado esperando estos años a ser reasentado en un país seguro.

Shoushtari es un activista por los derechos de los animales, un papel extraño para un individuo encarcelado. Continúa apoyando a los animales como lo hizo cuando vivía en Irán. Al atardecer, coloca los restos de comida del comedor en un plato de plástico y se los da a los cangrejos que viven debajo de los contenedores y de las tiendas de campaña. Cuando le pregunté por qué se sentía obligado a alimentarlos, me miró de un modo que me hizo avergonzarme por hacerle esa pregunta. Me contestó: “Los cangrejos han estado viviendo en esta isla desde hace siglos, estaban aquí mucho antes de que se construyera la prisión. Al construir esta prisión, los humanos hemos violado su territorio. Tienen todo el derecho a comer nuestra comida”.

Shoushtari no solo alimenta a los cangrejos. Durante años también ha sido el amable compañero de los perros callejeros que merodean por el exterior de la prisión. Ha hecho todo lo posible para proporcionar alimentos a esos perros abandonados y hambrientos que están detrás de las vallas. A consecuencia de ello, algunos de los refugiados y de los guardias se quejaron, diciendo que su activismo había provocado que los perros hambrientos de la isla se agruparan a nuestro alrededor. Decían que Shoushtari les estaba causando dificultades y creándoles problemas. Pero él continuó tratando a los perros con afecto, viviendo según su sencilla filosofía: “Los perros también tienen derecho a comer bien”.

Después de que la Corte Suprema de Papúa Nueva Guinea declarara que la prisión de Manus es ilegal, Shoushtari tuvo la oportunidad de meter a uno de esos perros en la prisión. Trajo al perro más escuálido y se encargó de cuidarlo. Su nombre es Leopardo y cuando le pregunté por qué lo llamó así, respondió: “Este perro estaba muy deprimido y desnutrido. Tenía miedo de los humanos. Cuando yo le ofrecía comida se volvía tan tímido como un leopardo y se la llevaba fuera de la vista, para comérsela detrás de las tiendas. Desde el día en que fui testigo de eso lo llamé Leopardo, lo llamé así porque era muy delgado y frágil. Ahora ha crecido mucho, se ha vuelto alegre y está de lo más saludable. Se ha convertido en un leopardo real, ahora es como un poderoso leopardo”.

Shoushtari sonrió mientras relataba esta transformación. Le pregunté sobre su viaje a través del océano y, meditando su respuesta, volvió a referirse a los animales. En particular, se refirió a su pato mascota, al que dejó con un amigo en Irán. “Yo tenía un pato de cinco años. Lo dejé en Irán con un amigo para que lo cuidara. Cuando nuestro bote llevaba cinco días perdido en el océano, justo cuando todos pensaban que moriríamos muy pronto, me invadió la sensación de que no iba a morir. Tenía esa sensación cada vez que pensaba en mi pato: sentía que mi amor y mi amabilidad hacia él me ayudarían, que esos sentimientos hacia mi pato evitarían que el bote se hundiera. Sentí que mi conexión emocional con él iba a salvarme la vida”.

Le pregunté a Shoushtari por qué amaba a los animales. Me respondió: “Es amor. Creo que uno no necesita dar razones para amar. El amor es una cuestión personal, es un estado existencial. Pero me parece que los seres humanos que no aman a los animales también son incapaces de amar a los seres humanos”. Durante el poco tiempo que estuve con él, me olvidé por completo de toda la violencia y de todas las dificultades asociadas a esta prisión.

Le pregunté: “¿Te gustan los animales más que los humanos?”. De nuevo sonrió al responder: “¡Hoy estás haciendo preguntas realmente difíciles! Es como preguntar: ¿amas a tu padre más que a tu madre? Es una pregunta extremadamente difícil de responder. Amo a los seres humanos y también amo a los animales. Pero siento un afecto especial por las aves”.

Shoushtari no solo es popular y conocido en la prisión entre los refugiados, también los guardias reconocen su personalidad. Todos le muestran respeto y admiran su carácter y su dignidad. Según Shoushtari, incluso hay algunos guardias que le llaman 'Hombre Pato'. Haber adquirido este apodo le hace feliz porque cree que es un título honorable, especialmente en unas circunstancias donde esos mismos guardias llaman a los otros refugiados mediante un número.

Shoushtari tiene una personalidad notablemente afectuosa, su naturaleza es extremadamente poética. Tanto, que me atrevo a hacerle la siguiente pregunta: “Amas a los animales y también a los seres humanos, pero ¿también amas a Peter Dutton [ministro de Inmigración australiano]?”. Esta vez se ríe más alto y responde: “Dios mío, esta sí que es una pregunta realmente difícil. Hoy es un buen día, ¿por qué estás haciéndome estas preguntas tan difíciles? Lo sé, sería difícil de creer si admitiera que también amo a Peter Dutton”. Se ríe de nuevo. Shoushtari tiene planes de futuro y está decidido a ponerlos en práctica cuando salga libre de la prisión de Manus. Quiere trabajar como mecánico, igual que hacía en Irán, y también espera poder leer literatura inglesa. Otro de sus sueños es poder crear algún día un refugio para animales abandonados. Tiene una sencilla filosofía, que se puede resumir así: “Los animales también tienen derecho a vivir bien la vida”.

Conocer a Shoushtari ha sido una bendición y una inspiración para mí. Durante el escaso tiempo que estuve con él, me olvidé de toda la violencia y de todas las dificultades que están asociadas a esta prisión. Después de pasar un tiempo con él, creció mi amor por la vida. Me tranquilizó ver que a nuestro alrededor había personas cálidas como Shoushtari. Creo que conservaré estos recuerdos en los años venideros, mis recuerdos de “el hombre que ama a los patos”.

Traducido por Cristina Barchi

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