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Opinión

Un modelo social agotado

Eneko e Iker Pou.

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La crisis del Covid ha dejado al descubierto la necesidad de un cambio social generalizado. Se han visto cosas muy buenas, como la solidaridad demostrada por gran parte de la sociedad para combatir la pandemia, pero también comportamientos mucho menos ejemplares, que en muchos casos, han puesto en jaque nuestra convivencia.

El encierro y la parada total de la economía nos enfrenta ahora a una crisis- ésta económica- de consecuencias imprevisibles. Lo que es seguro, es que va a ser una crisis que va a traernos lo de siempre: despidos, desempleos, pobreza, desigualdad social, etc. Una crisis que, con casi total seguridad, la pagarán los de siempre, los más desfavorecidos, que cada vez son más…

Por todo ello, convivir con la pandemia, mientras la vida sigue girando parece la única solución posible. ¿Pero cómo se hace eso a la vez que se intenta volver a la normalidad?

Los últimos días hemos oído críticas muy duras contra la gente joven: porque se van de botellón, de discoteca, de fiesta, porque se reúnen con los amigos, porque beben demasiado y se abrazan… Probablemente todo esto sea verdad, pero alguien se ha parado a pensar, que todo lo que la juventud hace hoy en día, es lo mismo que les han visto hacer a sus mayores… No vivimos en una sociedad que promulga el deporte y las prácticas saludables como forma de vida, vivimos en una sociedad que promulga la fiesta acompañada de todos sus excesos.

Una vez me acuerdo que hablando con un amigo austriaco que había venido a trabajar aquí nos decía: “Me sorprende que casi toda la vida social gira entorno a la fiesta. Es difícil conocer a una chica yendo al monte, a esquiar, o haciendo deporte”. Pues bien, aunque esto ha ido cambiando en los últimos años, todavía estamos lejos de los modelos de los países más avanzados de Europa. Porque bajo nuestro punto de vista, promulgar el fútbol, como se hace en este país, no es promulgar el deporte, es promulgar directamente la cultura del pelotazo: “Intenta fichar por un equipo grande, gana millones de euros, cómprate una casa despampanante, un coche rojo con el símbolo de un caballito, y forma una familia chic que vaya a juego con todo esto”. Y además, para ganar, vale

todo: engañar al árbitro tirándote al suelo, agredir a un contrario cuando no te ven las cámaras... Es lo que los romanos llamaban Pan y Circo. Un entretenimiento en mayúsculas, que en ningún caso debería ser un ejemplo para la sociedad, y aun menos para la gente joven. El afán de superación y el esfuerzo, son valores que perduran, las cosas conseguidas con esfuerzo son las que forjan el carácter, y “el pelotazo”, nunca debería ser el referente de nada.

Y que nadie piense que a nosotros no nos gusta el fútbol, porque lo cierto es que no nos perdemos un buen partido, pero nos quedamos con el que se practicaba en el siglo pasado, cuando sin ir más lejos, la liga española la podía ganar el equipo de cualquiera de sus ciudades, entre otras cosas, porque cada uno jugaba con los suyos, y la defensa de los colores estaba por encima de todo… Al de hoy, lo único que le importa es el dinero, y pasa por encima si hace falta, de crisis como la que estamos viviendo en estos momentos. Como decían algunos al inicio de la crisis cuando todo el mundo clamaba por una vacuna: “que se la pidan a Cristiano Ronaldo y a Leo Messi, al fin y al cabo, son los que se llevan el dinero de este país”.

A nadie le importa que con esta segunda crisis en diez años, el deporte femenino esté prácticamente desaparecido, y que a un montón de deportes- incluido el nuestro- que si siguen manteniendo grandes valores muy necesarios para los males que aquejan a la sociedad moderna, no se les dé ninguna importancia.

No puede ser que los profesionales más importantes en todos los ámbitos de esta sociedad tengan que emigrar a países en los que sí son capaces de apreciar su talento. Permitir esto, es permitir que el país funcione a base de “enchufismos”, y esta actitud nos empobrece y nos sume en la mediocridad. Nuestro modelo social está agotado y los cambios son más necesarios que nunca.

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