Espacio de opinión de La Palma Ahora
¿Podremos?
Recientemente me hicieron llegar desde Venezuela un artículo de prensa del periódico ‘El Impulso’ en el que se nos advierte que España está en peligro. Pero no por la crisis. No, según se apunta en ese escrito, el riesgo de España estaría en perder el actual sistema bipartidista, cargado de bondades. Para su autor, vivimos en una suerte de democracia imperfecta, que adolece solo de algunos defectos subsanables y expresa su temor de que el resultado de las próximas elecciones ponga el poder en manos de un individuo sin otros valores que el ser “un carismático antisistema, el cual se convertirá indefectiblemente en un caudillo”.
Sentencia quien suscribe el artículo, de lo que para mí no es más que un pretencioso análisis, su temor de que nos pase como pueblo lo acontecido a los venezolanos. Se aventura a barruntar que de confirmarse la tendencia de desafección por la inocente clase política que viene gobernando en España hasta la fecha, podríamos incurrir en el grave error de elegir otras opciones y después lamentarnos con aquello de que “éramos felices y no lo sabíamos”.
Ojalá la situación sociopolítica en este país fuese tan simple como lo que refleja este artículo. Análisis como este, plagados de tópicos, de falsos y amenazadores axiomas, padecemos por aquí también a diario. No es necesario irse a Venezuela a leerlos. Pero lo que está pasando aquí es mucho más serio que lo que se pretende decir en esas líneas. La realidad tiene más aristas que las que proceden de valoraciones antagónicas como: buenos/malos, democracia/ dictadura o bipartidismo/antisistemas. Los niños hacen mucho esto: o es bueno o es malo, o es blanco o es negro... Algunos aspirantes a analistas, de talla dudosa, que no convencen a nadie sino a sus propios e incondicionales lectores, también pretenden dar los consejos tan paternalistas como inútiles. Pero si queremos avanzar, si queremos ser serios y consecuentes, si queremos una realidad mejor, la madurez nos obliga a tener en cuenta los matices.
Por lo que yo percibo, me da la impresión que pocas personas crean hoy realmente que Venezuela sea un modelo a seguir. Para nada. Todo lo contrario. En todo caso, al modelo venezolano, por no nombrar a todos los pueblos sumidos en la polarización extrema de la sociedad que padecen tantos países del sur, es al que nos ha venido acercando en los últimos años esta clase política agotada en la opulencia.
Avanzamos peligrosamente hacia el desmantelamiento de la sanidad pública. Ya el sistema sanitario aquí no es universal ni gratuito ni equitativo. ¿Cómo en Venezuela? Hasta no hace muchos años sí lo era. Sin ir más lejos, a mi padre, como le ocurre a tantos jubilados que subsisten con una pensión mínima, le van a subir este año la ridícula cantidad del 0,25 %, es decir 2,5 euros mensuales por cada 1000 euros (total, alrededor de 1,5 euros/mes). Eso sí, le seguirán cobrando las medicinas lo mismo que a un multimillonario. Y a este incremento en las pensiones contributivas, lo ha calificado el ministro de Hacienda como un “esfuerzo de devolver a la sociedad lo que ha aportado” en la presentación de la Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2015. El mismo ministro que según se ha publicado, ha venido cobrando 1.823,86 euros mensuales del Congreso en dietas de alojamiento y manutención, pese a que tiene tres pisos en propiedad en Madrid. No ha sido el único. Según se ha denunciado, 63 diputados más han cobrado dietas viviendo en Madrid. Entre los querellados se encuentran el mismo Rajoy, que vive en La Moncloa, y cuatro ministros, Fátima Báñez, Jorge Fernández Díaz, Cristóbal Montoro y Ana Pastor (http://www.lavanguardia.com/politica/20130104/54358593500/democracia-real-63-diputados-madrid-cobran-dietas.html).
Es también el mismo ministro de Hacienda, cuyo salario oficial asciende unos 64.000 euros anuales. Es decir, unos 6.000 euros por mes. O lo que es lo mismo, unas 10 veces más que el salario mínimo interprofesional.
Y entre esta gente, se encuentran los que han diseñado y ejecutado el duro plan de ajuste impulsado por el Gobierno, que supone severos recortes en el salario de los funcionarios, las ayudas a los desempleados y las prestaciones a los dependientes, además de una contundente subida de impuestos.
En fin, los mensajes de austeridad, de sacrificios y de 'apretarse el cinturón' por parte de las clases dirigentes, se realizan con los mismos modos con los que operaba el tristemente famoso sindicato vertical, de arriba abajo, con unas políticas de imposición urdidas y ejecutadas por estas mismas clases, que cada vez son más ricas, en detrimento de la gran mayoría de la población que se empobrece en recursos y derechos.
La justicia también sufre. Raquítica en medios, cada vez se aleja más del desposeído cuando necesita su auxilio y parece sucumbir a la parcialidad por las injerencias políticas. Ya la educación está a la cola de los estándares europeos y somos los primeros en índices de abandono escolar temprano (23,5%), superando a Malta, Portugal y Rumanía. La tasa de paro en nuestras islas supera el 30%. Un 27 % de los niños (en Canarias el 35%), viven por debajo del umbral de la pobreza. Ha aumentado el número de suicidios y de trastornos mentales asociados a la crisis. Las libertades se han restringido actualmente por la llamada ley mordaza sintiéndonos los ciudadanos de a pie desvalidos y en indefensión... Y no paran de desmantelar los servicios públicos para convertirlos en negocio.
En fin. Está pasando algo que no ocurría hacia décadas por aquí y que, en cambio, en Venezuela, parece crónico y endémico.
Pareciera que aquí estamos haciendo un recorrido, por ejemplo, inverso a lo que pretenden las políticas de un país nada sospechoso de extremismo radical, EEUU, donde el partido demócrata, se muestra proclive a disminuir la brecha social, devolver la dignidad a los inmigrantes, extender el derecho a la salud a los 40 millones que aun no lo tienen... Aquí, desde el 2007, hemos profundizado hacia el estado del malestar, donde la palabra democracia lamentablemente cada vez suena más a vacío y a mentira. No es que sea imperfecta. Es que la están usando para enriquecerse unos pocos a cambio del sufrimiento de la mayoría. ¿Cómo en Venezuela?
Ahora mismo, vivimos gobernados por un partido, en el cual, gran parte de sus dirigentes, están complicados con la justicia por una sola razón: malversar los fondos públicos y llevarse el dinero muchas veces no se sabe ni a dónde. Y no se trata de excepciones. Hace pocos días, el juez Ruz, quien hasta hace poco era considerado ideal para el Partido Popular, ha abierto juicio oral contra la trama de corrupción vinculada a ese partido. Según informe remitido por la intervención general del estado a dicho juez, el PP pagó las obras de su sede con 480.000 euros de origen desconocido. Nada menos que la casa que habita el partido que nos gobierna.
¿Será que este juez es tonto, que no se da cuenta de que en España peligra la democracia?. ¿O será que es un antisistema, un chavista o un radical? ¿Un extremista, un populista o quizás comunista...?
Lo de Venezuela sí que me preocupa. Me preocupa mucho, sobre todo por la gente. Y porque allí vive la mayoría de mi familia. Como les ocurre a tantos canarios. Pero no creo que los males que la azotan sean puntuales. Pienso, sin embargo, que proceden de una sucesión de gobiernos, cuyo inicio para mí se pierde en el tiempo, caracterizados por la codicia y con el apoyo activo o pasivo de una parte de la sociedad, insensible a la exclusión social y al sufrimiento de sus semejantes. Y esto tiene consecuencias que no viene al caso detallar. Pero eso solo es un punto de vista que no pretende dar cuenta de la debacle de ese país ni sobre lo que a mí me pertenece entrar en más valoraciones.
Por otra parte, pienso que aquí la gente no se cree mucho las campañas del miedo. Las han generado quienes no tienen argumentos para convencer de sus propias capacidades y temen que alguien les releve en sus irresponsabilidades y le quite sus privilegios tan inmorales como auto concedidos. Creo, con todos los respetos, que, en cambio, algunas personas en Venezuela están dándole una importancia desmedida a que se copie una forma de gobernar hacia la que nadie mira como ejemplo. No sé de donde viene esa autorreferencia. Es más, no me he encontrado con nadie que reivindique el modelo venezolano para aplicarlo en España.
Retomando el mencionado artículo del periódico venezolano, nos hemos alejado tanto de la idea de democracia imperfecta como lo que nos hemos acercado a los resabios de las dictaduras. Y los que nos han conducido por esta senda hacia la ruina, no creo que lo hayan ido a aprender a Venezuela.
Los responsables directos de nuestra crítica situación económica y de valores son los partidos que nos han venido gobernando de forma alterna y que han degenerado en prácticas que recuerdan más a las mañas mafiosas de rapiña y corrupción que a las del ejercicio responsable que se espera de los representantes públicos. Son los mismos partidos que cuando la gente vota por ellos dicen que el electorado es sabio, pero como ahora han perdido la confianza de gran parte de la población, aseugran que van a votar engañados. ¡Qué curioso!
Creo que este es un sentimiento que compartimos todos aquellos que no confiamos en quienes sí es seguro que nos han venido engañando año tras año y que además se han llevado lo que no les pertenece, nos han mentido reiteradamente y nos han traicionado. Ellos mismos se llaman bipartidistas, demócratas... y a los que los cuestionan lo llaman antisistemas, chavistas, extremistas, etc. ¡Qué falta de altura!
No creo que la salida a esta decadencia general en la que estamos sumidos sea fácil. Ni siquiera puedo estar seguro de que alguien tenga todas las claves. Más bien pienso que no. Lo que sí me entristece es no tener por quién votar en las próximas elecciones, como tampoco he podido hacerlo desde hace varios comicios. Ni siquiera con una pinza en la nariz.
Ojalá se genere una alternativa que nos devuelva la ilusión y la esperanza. Que se retome la ética como valor. Que termine con esta deriva de encorbatados mediocres y que mal administran ahora nuestras vidas. Que podamos reconstruir una sociedad más justa, más culta, más sensible y más humana. Que merezca la pena. Que no haya niños con hambre porque los hijos de mis conciudadanos también son mis hijos. Y porque si sus padres no trabajan sus hijitos crecerán con el drama de ver cómo sus súper padres son héroes caídos con mirada amarga. Porque si eso sigue ocurriendo, algún día esos niños crecerán. Y algunos serán delincuentes en la búsqueda irracional de recuperar la infancia que les robaron. Y aunque no sea lo deseable, serán violentos, y yo, y los míos, si aun mantenemos la capacidad de sustento, tendremos que atrincherarnos en casas-prisión. Con rejas y cámaras de video vigilancia. Y tendremos miedo. Y quizás hasta tengamos que armarnos frente a sus armas. Y a eso lo llamaremos incremento de la violencia. Y para aplacarlo usaremos más policía. Al final, una espiral de muertes y de miseria frente a la opulencia de una minoría cada vez mas fortificada, mas presa de sus posesiones. Y se crearán dos bandos de resentidos. Los que lo tendrán casi todo en lo material y los que no tienen nada o casi nada. Y de ese drama, lamentablemente, me parece que ya en Venezuela saben demasiado.
Quisiera que los gobiernos que nos vienen sometiendo, infectados por cuadrillas de saqueadores con traje, se terminen para siempre. Y que tengamos de representantes a gente decente, sensible al dolor ajeno, culta, capaz... Eso si serán humanos y susceptibles de cometer errores. Como yo.
Si no, seguiremos algunos con la posibilidad, quien sabe hasta cuándo, de continuar con un medio de vida más o menos digno, en medio de una sociedad cada vez más pobre, más resentida, más infeliz y más doblegada. Ojalá este no sea nuestro futuro.
Ojalá.