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TOMA DE TIERRA
Cuidado porque los malos no van vestidos de malos

Kathrine Switzer, la primera mujer que corrió y finalizó la Maratón de Boston, cinco años antes de que las mujeres fueran admitidas de modo oficial.
28 de agosto de 2025 18:04 h

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Alguna vez se ha abordado en esta sección de opinión, no casualmente llamada Toma de tierra, los obstáculos históricos que han tenido que atravesar personajes que han sufrido actos injustos e incluso leyes injustas. Tenemos una tendencia casi naif a pensar que a “los malos” los reconoceremos al instante y que la gente digna que se juega el tipo por las causas justas es más bien poca. Pensamos esto porque normalmente, con honrosas excepciones, son los que han pisoteado a un número suficiente de personas como para tener un capital que les permita comprarse un medio de comunicación de masas desde el que recordarte quiénes son los malos, quiénes los buenos, quiénes ocupan las casas y a quién debes comprarles las alarmas.

Nos encontramos en un momento de la humanidad en el que hay que recordar que el cumplimiento de los derechos humanos en Gaza, garantiza el de todas las personas del mundo y que denunciar que los niños están muriendo de hambre y que los médicos no pueden realizar operaciones quirúrgicas (salvar vidas) porque sienten mucha fatiga, no es una “controversia”. Ponerse del lado de los derechos humanos no es “politizarse”, porque todo es política, hasta el chocolate y el refresco que compras en el supermercado es política. Hasta las papas que compramos son política. Quien quiera que pienses lo contrario, extrae algo de que seas un idiota en el estricto sentido en que los griegos acuñaron el término; alguien que no participa de los debates públicos que afectan a su vida.

Un grupo de asistentes a la cuarta etapa de La Vuelta a España en Figueres portan banderas de Palestina o pancartas contra Israel.

Podemos entender la opinión pública como un río que discurre al que la afectan muchos factores, pero principalmente quienes lo contaminan llevan el nombre de esos malos que van vestidos de forma impoluta. Veamos un ejemplo reciente y casi paradigmático de persona que se pone bajo un hipotético paraguas de “la decencia” o “la paz” para quedar para los anales de la Historia haciendo el ridículo más espantoso. Se llama Javier Guillén, es el director de La Vuelta Ciclista a España y calificó el acto de protesta que impidió el paso al equipo ciclista israelí este miércoles como “un acto de violencia” y anunció que presentarán desde el organismo una denuncia policial, insistiendo “en que no se pueden permitir sucesos así y que Israel-Premier Tech está en la carrera por méritos deportivos, no por invitación. También hizo un llamado a que no se repitan actos violentos”.

Qué momento. Quizá este hombre no tenga televisión desde hace 23 meses, no sepa que se han agotado todas las vías políticas y diplomáticas para detener una barbarie que mata de hambre a niños que salen en televisión diciendo que prefieren morir porque en el paraíso habrá comida. Salen en esa televisión pública que alberga a un periodista valiente, Carlos de Andrés, que no necesitó ni medio segundo de retransmisión en la locución para decir que esa acción directa no violenta le pareció lícita.

Si la barbarie no para, se detiene el mundo, así lo hemos aprendido de personas injustamente procesadas, encarceladas, perseguidas, amenazadas o asesinadas.

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