Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Chacona en Hacienda
Joshua Bell es uno de los más famosos violinistas de la actualidad. El estadounidense es adorado por los melómanos y sus conciertos cuelgan el cartel de 'No hay entradas' nada más anunciarse. El público lo adora.
Hace cinco años, Bell dijo sí a un experimento del Washington Post. Gene Weingarten, redactor del Post, quería comprobar si el hábito hace al monje o siquiera ayuda algo. Para ello propuso al violinista acudir una mañana con su Stradivarius a la estación más céntrica del metro de Washington, la de L'Enfant Plaza, y allí fue, tres días después de haber abarrotado el Boston Simphony Hall con un concierto.
Eligió, en el vestíbulo de la estación, un rincón por el que pasara todo el mundo. Llevaba puesta una gorra de béisbol, una camiseta de manga larga y unos tejanos. A su lado, una papelera. Y sacó su violín.
De las 1.700 personas que pasaron por su lado mientras tocaba la Chacona de Bach, sólo dos se detuvieron a escuchar aquel sonido cálido y emocionante que, sorprendentemente, no estropeaba la acústica del lugar. Recaudó 32 dólares con 17 centavos con su violín valorado en 3,5 millones de dólares, lejos de los 100 dólares que costaba una entrada para su concierto de tres días antes.
Puede que el hábito no haga al monje, pero que ayuda es seguro. El experimento de Bell arroja luz sobre la importancia del marco referencial, del contexto. El mismo intérprete con las mismas cualidades ofrece dos resultados completamente distintos, del mismo modo que un mal intérprete en un lugar de referencia obtendrá mejor consideración que un buen intérprete junto a una papelera. El ejercicio de disociar el hecho en sí de su contexto no siempre es posible, pero sí intelectualmente saludable.
El Consejo de Gobierno de Cantabria en pleno está dispuesto a plantarse ante el Ministerio de Hacienda como medida reivindicativa por los 100 millones de euros que el Gobierno central le ha distraído por incumplimientos varios, una nueva 'deuda histórica' que está visto que nunca se agota.
“Nos vamos todos a Madrid y el escándalo está asegurado”, ha dicho Miguel Ángel Revilla, presidente de los cántabros.
Si en una semana, el Gobierno central no da pasos en el sentido de lo demandado, nuestro Gobierno 'se planteará' plantarse a las puertas de la oficina de Cristóbal Montoro, en una suerte de escrache institucional, aparte de seguir a vascos y catalanes y no acudir a los organismos y comisiones en los que están representadas las autonomías.
Pero Mariano Rajoy no necesita los votos de Cantabria para aprobar sus presupuestos en Cortes ni la comunidad tiene la potencia del País Vasco y Cataluña para permitirse el lujo de practicar el absentismo en espacios donde los participantes tienen ocasión de decir lo que piensan y lo que quieren. Vascos y catalanes juegan en otra liga y negocian en otros ámbitos.
Pero como en el caso de Bell, el marco es importante. Si el Consejo de Gobierno acude a la puerta del Ministerio se saldrá del marco. Sin reposteros y maceros seguirá siendo el Gobierno, puesto que su condición no lo da el marco, pero despojarse del hábito institucional le hará ser menos Gobierno para convertirse en otra cosa.
Cualquiera que pase por la calle ese día en Madrid puede pensar que nuestros consejeros están haciendo cola en una parada de autobús o son los invitados a un concurso televisivo si las cámaras acuden (cosa de la que no dudo) o les sea requerida la documentación por concentrarse sin permiso. Da igual la pieza que toquen, como le ocurrió a Bell. Serán señoras y señores en la calle montando una escandalera y, lo que es más cruel, sin que Montoro se digne a asomarse a la ventana.
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