Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Los peces del estanque
Los peces del estanque no saben qué es el agua. Mientras nadan, uno le puede preguntar al otro: “Me han hablado del agua, ¿tú sabes lo que es?”. Y el otro puede contestar: “¡Primera noticia! ¡Nunca me lo han contado!”.
Con la luz y la oscuridad pasa algo parecido. Sale el sol o le damos al interruptor y ahí está. Voilá! Magic! Pero la luz es una excepción, un chorro de partículas u ondas, según se mire, que se produce en determinadas circunstancias en un contexto de oscuridad y frío, que es lo natural. Porque la oscuridad es lo habitual en un universo carente de calor y la luz es la excepción.
Vivir en democracia es como vivir en el agua sin necesidad de saber qué es ni ser consciente de ella; al igual que disponer de luz y pensar que es la ausencia de oscuridad la condición natural, por hábito, cuando se trata precisamente de lo contrario. La luz es la excepción y el agua está presente en todos nuestros actos de todos los días.
La democracia es una rareza en la historia, como la luz, pero acostumbrados a ella no somos conscientes del delicado sistema de luchas y consensos sobre los que se ha construido. Al igual que el pez, carente de memoria y banalmente estúpido, no somos conscientes del privilegio. No necesitamos que nos lo expliquen (¡siempre estuvo ahí!, parece ser), pero sí que nos lo recuerden, porque darlo por sentado está visto que es un error.
Vivimos días en que es más necesario que nunca recordar que el agua es el elemento básico que nos rodea, que está fuera y dentro a la vez, por obvio que parezca. También son días en los que hay que recordar, por ejemplo, que la democracia es una rara excepción en la historia y que la entropía de la dictadura y la autocracia es la condición natural, porque no hace falta gran esfuerzo para comportarnos como animales y dejarse llevar por la ley de la jungla y los privilegios tomados por la fuerza. Es lo fácil.
Así que hay que hacer dos esfuerzos: el de la memoria para recordar dónde estamos y de dónde venimos; y el esfuerzo por preservar los derechos conquistados. No hay que dar nada por supuesto y mucho menos pensar que lo que se disfruta siempre estuvo ahí o fue entregado graciosamente como el fuego de Prometeo. La expresión 'callado está dicho' ya no sirve.
Puede entenderse el de Cantabria como un pequeño estanque en el que nadan 35 peces. Ellos debieran saber que el agua es su líquido elemento (si no lo saben, mal asunto), pero, incluso si no lo saben, su comportamiento es extraño. Me refiero al sector de habitantes de la pecera que no solo no están interesados en saber sino que además tienen auténtica alergia a lo que es memoria. Por si fuera poco, van apagando todos los interruptores de la casa, tal vez porque confíen en ser reubicados en otra pecera, en otro parlamento de cartón-piedra con democracia orgánica y tercios de representación.
El estado autonómico es uno de los pilares de la democracia y la democracia también se defiende en el disenso y en la reivindicación. Dejemos a un lado a los pececillos que abominan del estado de las autonomías pero no de los sueldos como parlamentarios autonómicos, la atonía y la acrimonia se han instalado en el Parlamento de Cantabria y en todos los parlamentos.
Ya no hay debates sobre estatutos ni reclamación de autogobierno, y lejos aquellos tiempos en que el regionalismo sacudía el tablero ante la habitual pachorra madrileña (estos sí, peces olvidadizos de siempre). Tampoco hay grandes debates sobre principios ni nadie alerta sobre riesgos de desmantelamiento, cosa que parece delegarse en los primeros espadas de los partidos en, otra vez, Madrid.
De estómagos satisfechos a peces boqueantes solo distan un par de pasos, pero si las instituciones no toman como tarea el mantenimiento y la defensa de los principios básicos de la democracia, deberá asumir esta responsabilidad, una vez más, la sociedad civil, que desde hace tiempo ya le ve las orejas al lobo.
Parafraseando a aquel expresidente de infausta memoria, el que pueda hacer que haga, en la dirección correcta, sin los atajos de la violencia, pero sí con decisión para mantener las conquistas y el recuerdo de lo que fuimos y de lo que no debemos volver a ser.
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