Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Rodar por la cuneta izquierda
La tecnología, como el fondo del mar, nos reserva algunas sorpresas. Pero muchas otras cosas no: en las relaciones entre humanos está todo inventado, hasta lo inconcebible. Aunque mucho de nuestro trabajo consista en presentar como nuevo algo conocido, para que pueda seguir siendo eficaz, para que pueda disfrutarse otra vez. Así ocurre en la política y en la literatura.
Así que cambiamos diseños y carrocerías, e intentamos que las máquinas sean más eficientes, pero nadie en sus cabales se empeña en inventar de nuevo la rueda. Está inventada y bien viva desde hace mucho. Podemos adaptar la invención a una necesidad concreta, pero no recorremos el camino que hubo que andar para llegar a ella.
En la política conservadora, donde militan muchos empresarios muy acostumbrados a buscar lo que es eficaz sin más consideraciones, no se rompen mucho la cabeza cuando un partido político pierde influencia en los votantes o llega a desaparecer. Sencillamente, se crea otro con distinto nombre y líderes, se retira lo más apolillado de la tramoya y se encargan diseños nuevos de logotipos. Y a vivir.
Pero si se quieren cambiar las cosas más a fondo el panorama se complica. De vez en cuando aparece una ventana que todo el mundo puede ver y es todo el sistema político imperante el que se pone en cuestión, no solo el partido en el poder. Ocurrió, necesariamente, a la muerte del dictador. Y vuelve a ocurrir ahora: el 15-M, sin banderas, es la expresión de un hastío colectivo con lo que hay. Un hastío tan grande que ninguno de los partidos en ejercicio puede recogerlo: de otro modo rápidamente el movimiento hubiera enarbolado su bandera. Pero para protestar contra lo que hay no hacen falta banderas, se necesitan para agruparse “a favor de” algo, no “en contra de”.
Y a partir de ahí hay que proponer en positivo, y aparecen nuevos problemas. Problemas que no tienen los conservadores. Los problemas propios de quienes quieren cambiar las cosas: deben dar forma a cosas que no existen, y formas que resulten muy visibles y atractivas a quienes tienen que votarlas.
Y entonces, en los grupos de innovadores, donde la presencia de empresarios acostumbrados a buscar lo eficaz sin más consideraciones es bastante escasa, surge la tentación de inventar la rueda: no vamos a hacer una organización como las demás, piensan, donde el poder es piramidal y se ejerce de arriba abajo; nosotros vamos a ser una organización verdaderamente democrática. Así que se empieza por diseñar los modos de participación, no se nombran apenas cargos estables y se discuten todas las posibilidades de representación en órganos internos.
Y hacen, sí, una organización verdaderamente democrática. Y se encuentran inmediatamente invadidos de organizados de los partidos ya existentes que intentan controlar el nuevo movimiento. Y tienen que defenderse de esto sin dejar de ser democráticos, para lo que celebran interminables reuniones donde todo el mundo puede dar su opinión y votar, de una democracia impecable.
Interminables reuniones que aseguran que la organización sea democrática. Y agotadora. Porque tantas horas y esfuerzos dedicados a “ser” democráticos restan recursos a “hacer” lo que la organización quiere hacer. Y la organización resulta ser muy poco eficiente y los participantes menos motivados van dejando de asistir a reuniones donde siguen acudiendo los más “profesionales”, con lo que las votaciones democráticas se celebran entre los menos y más interesados en ocupar espacios, algo que no se diferencia demasiado de lo que ocurre en otros partidos menos democráticos. Es decir, para este viaje no hacían falta alforjas.
¿Entonces no es necesaria la democracia dentro de las organizaciones para que cambien las cosas? Por supuesto que es necesaria, un partido autoritario solo puede trabajar a favor del autoritarismo. Pero el mundo no es perfecto, ni siquiera se le aproxima; no existen la máquina del movimiento perpetuo sin gasto de energía ni los almuerzos gratis. Hay que saber qué se paga por qué y buscar el punto donde las renuncias a algo tengan una recompensa proporcionada.
Porque para cambiar algo hay que recorrer los caminos y senderos existentes: hay que conseguir puestos de concejales, de diputados. Y firmar contratos, y elegir opciones que no harán felices a todos. Hay que mancharse de barro, no tener la rueda más redonda y reluciente del mundo. Y, con recursos limitados y las cosas en marcha, no puede uno pararse, hay que empezar con lo que funciona, aunque sea mal. Ya se cambiará lo que haga falta y se pueda…
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