Cantabria tarda dos años en diagnosticar TDAH en menores y cuatro meses para una consulta de salud mental

Olga Agüero

Santander —

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“Necesito saber qué viene después”, piensa Jaime mientras le apremian a realizar una actividad en clase. A la tercera vez que le repiten la misma pregunta, Elisa intenta explicar: “Espera, todavía estoy pensando”. “¿Por qué me gritas siempre?”, sufre Estela. Los menores con Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) tienen su propia declaración de derechos que les protege de las reacciones de incompresión y las expectativas que generalmente tienen los demás sobre ellos. Un decálogo que se enuncia con frases que aluden a situaciones en las que se ven envueltos y que explican cómo debemos actuar.

No son bichos raros. Al contrario. Poseen una energía inagotable, un corazón enorme y mucha empatía, son creativos, ocurrentes. Les gusta la gente y probar cosas nuevas. Desde la Asociación Cántabra de Padres de Ayuda al TDAH (ACANPADAH), para borrar prejuicios, les gusta presumir de que Albert Einstein, Leonardo Da Vinci o los personajes más contemporáneos de Steve Jobs o Steven Spielberg también tienen o tuvieron TDAH.

Un trastorno por déficit de atención, con o sin hiperactividad, asociado a niños inquietos, distraídos e impulsivos que afecta a entre un 5 y un 7% de los menores de diez años. Por lo común, dependiendo de la intensidad o levedad del trastorno, necesitan tratamiento, una pauta de medicación.

Ante este escenario, hace ocho meses que en Cantabria se estrenaron las nuevas consultas de salud mental para niños y jóvenes del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla en Santander, donde tratan el TDAH, que han costado 600.000 euros. El día de la inauguración, la presidenta del Gobierno autonómico, María José Sáenz de Buruaga (PP), dijo que eran unas “excelentes instalaciones” que iban a permitir a la comunidad dar un “gran salto de calidad” en la atención a la salud mental de la población infanto-juvenil y sus familias.

“Con mejores recursos materiales que los que hasta ahora disponía el servicio en la anterior ubicación del 'Chalecito' y con un equipo de profesionales formado por cuatro psiquiatras -el último se incorporó en diciembre-, cuatro psicólogos clínicos y una enfermera”, puntualizó.

Las predicciones, sin embargo, no se han cumplido. Según la asociación ACANPADAH, que reúne a 65 familias, desde febrero sucede todo lo contrario. La atención a los pacientes es cada vez peor: hay retrasos en dar cita y los menores pasan meses sin consultas y sin control de la medicación, que comunmente hay que ir valorando y ajustando. Por no hablar de la situación previa: el servicio de salud mental infantojuvenil estuvo cerrado durante semanas mientras duró el traslado de ubicación.

“Hay niños sin medicar, están jugando con su salud”, denuncia la presidenta de la asociación, Carmen García, en conversación con elDiario.es. Las familias insisten en que frecuentemente se cancelan las citas hasta tres veces seguidas sin justificación, lo que va retrasando el diagnóstico —en caso de una primera visita— o el seguimiento del tratamiento. En otras ocasiones, varias familias refieren que las consultas son telefónicas sin la posibilidad de que el profesional médico vea al paciente.

Desde la asociación advierten de que esas largas esperas también afectan a menores con problemas de autolesiones y tentativas de suicidio que merecen una atención más rápida y continua. “No hay servicio, la salud mental está más desatendida cada día”, lamenta la madre de un niño de 13 años que desde marzo está pendiente de que le citen nuevamente.

La realidad es que, en las condiciones actuales, el diagnóstico de TDAH se tarda dos años en resolver desde que el niño pide cita en la sanidad pública, con el agravante de que en la mayoría de las ocasiones ya hay comportamientos y síntomas que requieren tratamiento inmediato.

“Las familias se suelen encontrar con el problema de cara y la primera cita no es funcional sino es rápida”, considera el psicólogo clínico Carlos Fonfría, de Psicoestudio. Muchos de los casos se detectan en el centro educativo a través del psicólogo del centro o llegan a través del médico de familia.

Algunas familias han experimentado, además, la situación de que cuando después de cuatro meses al fin tienen cita, resulta ser una consulta solo para los padres a la que no entra el menor.

Nunca llegó el diagnóstico

“En mi caso nunca llegó el diagnóstico”, narra la madre de un niño con TDAH. “En el colegio me dijeron que el niño se les iba de las manos y tuve que tramitarlo por lo privado”. En su caso se lo puede permitir, según dice, pero otras familias no cuentan con los recursos económicos necesarios para atender una situación así.

Su hijo está en tratamiento desde los 7 años. Ahora tiene 13 y solo tiene consulta en la sanidad pública cada seis meses con la enfermera, quien pasa aviso a la psiquiatra para que prescriba la medicación en la receta electrónica, explica esta madre. Al parecer, según los testimonios coincidentes de varias familias, el psiquiatra solo ve a los menores cuando hay episodio agudo o un caso grave. “A mi hijo solo le ha visto el psiquiatra dos veces en seis años”, reprocha.

Otro caso es el de dos hermanas, de 7 y 9 años, que precisan atención psicológica tras haber sido testigos de episodios de malos tratos y violencia de su padre hacia su madre. Actualmente tienen que ver periódicamente a su progenitor en un punto de encuentro. Con mucha más frecuencia que al psicólogo, con quien en dos años solo han tenido una sesión.

La Consejería de Salud del Gobierno de Cantabria no ha querido valorar la situación y tampoco ha proporcionado la información requerida por elDiario.es en relación a listas de espera, demora media en las consultas y número de profesionales que atienden el servicio.

El Plan de Salud Mental de Cantabria, que comprende medidas entre los años 2022 y 2026, especifica que en la comunidad hay tres unidades de salud mental infantojuvenil —Santander, Laredo y Torrelavega— para atender a menores hasta los 18 años. Este documento indica que en Santander, donde se han denunciado las demoras, debería haber tres psiquiatras, tres psicólogas clínicas, una enfermera y una auxiliar administrativa para atender a más de 8.000 jóvenes.

Atención psicológica

Al margen de las deficiencias del sistema que denuncian las familias, no se presta atención psicológica a la salud mental ni otras terapias paralelas. Para paliar este vacío, la asociación ACANPADAH hace un esfuerzo por facilitar ese servicio. “La forma de poder tratar el TDAH es una combinación de psiquiatría y psicología”, explica Fonfría. Muchos de ellos necesitan terapia semanal y “el sistema público no está preparado para dar ese servicio”, por lo que tienen que buscarlo de forma privada a un coste que frecuentemente les resulta muy difícil de asumir.

El colegio es otro campo de batalla para los menores con TDAH, que tienen grandes dificultades para prestar atención y concentrarse, presentan un elevado nivel de actividad y dificultades para controlar sus conductas, emociones y pensamientos. Llaman quejándose de que el niño es muy inquieto, les machacan a deberes o insisten en que lo apunten en la agenda escolar. Desconociendo —depende del centro y del docente— que estos menores no son capaces de ejecutar esas tareas, se bloquean o no se concentran. “Sufren mucho bullying”, estima la presidenta de ACANPADAH.

Las escuelas y los docentes necesitan herramientas para atender a un niño con trastornos de conducta. Normalmente carecen de personas de apoyo para estos alumnos que, en algunos casos, comparten patologías.

Las 65 familias que forman esta organización actualmente piden que el sistema funcione. Que se atienda a los menores en las unidades de salud mental y que las autoridades educativas se tomen en serio la formación, las herramientas y la necesidad de frenar los frecuentes casos de acoso escolar a estos niños y niñas.