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Los aragoneses vivirán su primer adelanto electoral tras una legislatura marcada por la debilidad parlamentaria del PP

El presidente aragonés, Jorge Azcón, en el pleno de esta semana en las Cortes de Aragón.

Luis Faci

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Los aragoneses vivirán en 2026 un momento inédito: el primer adelanto de las elecciones autonómicas. Las sospechas del anticipo se han confirmado este viernes, cuando el fracaso de la negociación presupuestaria –si puede llamarse así– entre el PP y Vox ha llevado a la única alternativa que había dado el presidente Azcón: ir a las urnas, algo que a falta de confirmación sucederá en menos de dos meses, el domingo 8 de febrero. A esta situación se llega tras una legislatura marcada por la debilidad parlamentaria de los populares, que obligó a prorrogar las cuentas de este año y que ha lastrado la actividad legislativa.

El anuncio de Azcón se ha producido tras un periodo en el que se ha ido vislumbrando, cada vez con más intensidad, que al Gobierno del PP en Aragón le interesaba adelantar los comicios. Algo que ha dejado claro la ronda de contactos de esta semana, cuando Vox no mostró excesivo interés en pactar los comicios y los populares le ofrecieron una segunda reunión, mientras que el PSOE garantizó sus votos para el techo de gasto y el Ejecutivo respondió con descalificaciones a los socialistas.

La segunda reunión con Vox, este viernes, ha concluido como estaba anunciado: sin acuerdo. “Es irresponsable convocar elecciones. No han querido llegar a un acuerdo”, ha proclamado este viernes el portavoz de la extrema derecha, Alejandro Nolasco, que ha acusado a Azcón de tener ya decidido el adelanto: “No hay ningún interés de negociar. Es un inmovilismo que indica que el PP hace tiempo que tiene decidido ir a las urnas”.

El pistoletazo de salida a la hora de hacer cábalas lo dio el propio jefe del Ejecutivo el pasado 19 de noviembre, cuando vinculó el eventual fracaso de la negociación presupuestaria con el adelanto electoral. Con la relación con Vox más distante que nunca, desde ese momento se empezó a dar por hecho que 2026 sería año electoral en la comunidad. Hasta entonces, el discurso iba en una única línea: se agotarían todas las opciones antes de la convocatoria anticipada.

Días después, Azcón aportó nuevas pistas, al apuntar que la fecha elegida en Aragón no coincidiría con la de otras comunidades autónomas, con lo que tomaba forma la opción de un domingo anterior al 15 de marzo, cuando Castilla y León celebrará sus comicios. Ahora, la duda ya está resuelta.

A la cita electoral los partidos llegan en circunstancias muy distintas, pero con algo claro para todos: que no habrá mayoría absoluta. En Aragón, el Parlamento autonómico está tradicionalmente formado por un crisol de formaciones –hasta ocho en esta legislatura– obligadas a pactar para sacar las iniciativas adelante. Así lo seguirá siendo, aunque es probable que con menor intensidad: las encuestas auguran que alguno se quedará esta vez en el camino.

Vista general del pleno de este jueves durante una intervención del presidente, Jorge Azcón.

El PP se va a encontrar las elecciones sin divisiones internas, aunque con la losa para Azcón de no haber sabido o podido completar su primera legislatura al frente del Gobierno. Todo gira en torno al presidente, un político experimentado pero al que le ha traicionado su carácter en momentos importantes, como cuando el pasado verano tardó tres días en visitar las zonas inundadas tras unas riadas, y encima lo hizo con un tono que despertó las iras vecinales.

Las encuestas le dan una ventaja amplia sobre el PSOE, aunque ninguna le otorga mayoría absoluta. La suma más deseada para Azcón –con Aragón-Teruel Existe y el PAR– se atisba una quimera. Así, puede acabar pasándole factura el desdén con el que ha tratado a su socio preferente, Vox, con el que deberá acabar pactando como mínimo la investidura.

La formación de extrema derecha subirá previsiblemente, pese a que hoy por hoy no tiene ni candidato. Nolasco no concita excesivas simpatías en el partido, que en Zaragoza ha atravesado momentos complicados a nivel interno. La elección del candidato llegará a dedo desde Madrid.

En el PSOE, la fractura vivida con el relevo de Javier Lambán está lejos de suturar. Eso, unido a las constantes noticias de ámbito nacional que afectan a los socialistas, hacen que la cita electoral llegue en un momento de dudas para el partido. El objetivo es mantener el resultado de 2023, cuando alcanzaron los 23 diputados. El suelo lo marcó el propio Lambán cuatro años antes con 18 diputados, aunque con un factor clave: Podemos vivía entonces su momento más dulce y llegó a 14 representantes.

Los partidos a la izquierda del PSOE transitan por etapas completamente distintas. En Chunta Aragonesista, su actual dirección insistía hacía poco en que aún había tiempo para primarias, aunque los plazos dibujan lo contrario. Con el actual portavoz, José Luis Soro, sin manifestarse en un sentido u otro, en el horizonte aparece la pugna entre el sector de la secretaria general, Isabel Lasobras, el diputado nacional Jorge Pueyo.

Podemos ha completado su transición tras el agujero negro de los últimos meses, pero el nuevo responsable de la formación, Ricard Mitjana, es todavía un gran desconocido para el votante aragonés. Finalmente, Izquierda Unida afronta con mucha más calma la etapa actual tras el relevo de Álvaro Sanz a Marta Abengoechea.

Sin un pacto en el horizonte entre estas dos formaciones, ambas competirán por obtener un representante en la circunscripción de Zaragoza.

Aragón-Teruel Existe, que tiene un carácter más transversal, renovó sus órganos este verano y al frente se ha puesto el alcalde de Estada, Valero Aguayos. Al frente de la candidatura seguirá previsiblemente Tomás Guitarte, con la perspectiva de mantener el resultado en la provincia de Teruel y tratar de obtener un escaño en Zaragoza, del que en 2023 se quedó a apenas unos cientos de votos.

Finalmente, en territorio turolense tratará de volver a pescar el PAR, que sin embargo tendrá que afrontar la losa del desacople con las elecciones municipales, lo que le puede penalizar dado que basa su fuerza en la implantación local.

Para resolver todas estas cábalas, en todo caso, habrá que esperar dos meses. Entre medias, una intensa campaña que con toda seguridad deparará sorpresas. Como siempre se dice, las elecciones las carga el diablo.

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