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Entrevista Juancho Conejo, cantante de Sidecars

Sidecars: “Vivimos un momento muy loco en el que todo tiene que ser muy rápido para que la paciencia de la gente aguante”

El trío musical Sidecars.

Rubén Alonso

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Sidecars ya es una banda asentada y de referencia en la escena musical española. Con más de 15 años de trayectoria, el trío madrileño ha lanzado su séptimo disco, 'Trece', con el que ha dado el salto a los grandes escenarios, pero sin dejar de lado las pequeñas salas, “las más especiales porque ves a la gente cerca”, tal y como reconoce el cantante y líder del grupo, Juancho Conejo. El artista presume de que, con el paso de los años, Sidecars mantiene su esencia, es “coherente y no hace concesiones”, y habla del momento “dulce” que viven gracias a ese nuevo trabajo que define como “uno de los mejores puñados de canciones que hemos hecho en nuestra carrera”, al tiempo que reflexiona sobre la situación de la cultura y otros aspectos de la sociedad actual.

¿Cómo definiría el momento actual de la carrera de Sidecars?

Creo que es un momento dulce, muy bonito. Siento que hemos hecho un disco especial, me atrevería a decir que cuenta con uno de los mejores puñados de canciones que hemos hecho en nuestra carrera. Estamos arrancando una de las giras más ambiciosas en el buen sentido. La banda está muy en forma, es un disco que nos va a traer muchas alegrías. 

Con 15 años de trayectoria y asentados como una banda de referencia en la escena musical española, ¿qué perdura de aquel grupo de colegas que dio origen a Sidecars?

La verdad es que ese espíritu es del que nos habla la gente cuando viene a ver un concierto. Creo que tenemos la suerte de convivir, viajar, trabajar y tocar los tres amigos que éramos desde hace algo más de 15 años. Eso hace que tengamos una buena onda en el escenario y valoremos tanto todo lo que nos ocurre. A nadie se le sube nada a la cabeza. Es fácil compartir con la gente en un concierto la buena vibra que hay entre nosotros.

¿Suele echar la vista atrás para recordarlo?

Bastante. Estos últimos viajes de furgoneta hemos mirado bastante atrás, a los principios. En cada ciudad que estamos pisando tratamos de hacer algún recuento de las salas en las que hemos tocado, porque se nos olvida la cantidad de veces que hemos ido a cada sitio. Es un buen ejercicio para ubicar dónde estás hoy, cuánto ha costado llegar y el valor que tiene.

¿En la sociedad se hace habitualmente ese ejercicio o, en general, el día a día y la rutina nos atropella y nos detenemos poco a pensar y a ver la vida desde otra perspectiva más pausada?

Desgraciadamente, da la sensación de que tiene que haber una pandemia mundial para que miremos un poco hacia dentro y nos paremos a pensar y a reflexionar sobre el ritmo de vida que llevamos. Se nos llena la boca diciendo que vamos a aprender muchas cosas que en la práctica no aprendemos. Vivimos en un momento muy loco en el que parece que todo tiene que ser ya, muy deprisa, muy rápido, para que la paciencia de la gente aguante. Las canciones tienen que durar dos minutos, y si mandas un audio por teléfono tiene que ir a velocidad rápida porque no tienes ni 10 segundos para escucharlo. Yo soy de los que sigue escuchando discos en orden de principio a fin porque me parece que la música es para pararse a degustarla y olvidarse de lo demás. 

La gente a pie de calle está más volcada y está cogiendo los festivales con más ganas que nunca

¿Esa pausa como filosofía de vida puede ser el secreto de que Sidecars crezca y perdure en el tiempo?

Tengo la conciencia muy tranquila en cuanto a haber hecho las cosas bien. Nunca he hecho una concesión, nada que no hubiéramos querido hacer. Tampoco hemos intentado nada para acelerar ningún proceso. Esa sensación de coherencia y de sinceridad hace que Sidecars con los años haya pasado a ser un grupo creíble. Te podrá gustar más o menos, pero nos hemos ganado el respeto del gremio y de la gente. Eso es lo que yo percibo.

¿Suelen ser habituales esas concesiones de las que habla en los grupos?

Hay de todo. Nosotros intentamos mirarnos desde que éramos pequeños en bandas referencia que para nosotros hicieron las cosas como intentamos hacerlas. Tratamos de imitar, entre comillas, la carrera y el buen hacer de grupos que llevan toda la vida. Se me viene a la cabeza Fito, como ejemplo, aunque hay muchos otros. Por supuesto que en el mundo hay grupos que son todo lo contrario, que hacen concesiones, que intentan buscar la ola y estar por delante de qué es lo que quiere la gente y cómo hay que sonar hoy. Esa no es mi liga, nosotros vamos a lo nuestro y eso marca la diferencia. 

En vuestras letras hablan de sentimientos, de sensaciones, de cómo perciben el mundo incluso desde el pesimismo o la depresión. ¿Son temas que siempre han calado bien o es ahora, cuando se ha roto el tabú de la salud mental, cuando mejor penetración tienen en el público? 

Tengo la sensación de que cuando eres sincero en lo que cuentas conectas, es decir, cuando cuentas las cosas que te pasan con un grado de sinceridad, la gente que ha vivido cosas parecidas o siente algo parecido tiene la sensación de que estás contando un poco su historia. A todos nos ha pasado escuchando canciones. A mí como oyente y fan de muchos artistas me ocurre. Conecto más cuando el texto parece que me habla a mí. Probablemente hoy hay más conciencia de la salud mental, pero no creo que cale más que antes, creo que cala igual a quien lo ha vivido.

¿Después de 15 años podría definir un público objetivo de Sidecars?

[Ríe] Es difícil porque tenemos un público muy ecléctico. El abanico de edad es muy grande, desde los 18 hasta los 50, más o menos. Tenemos mucho público de la generación siguiente a la mía, que escuchaba a Los Ronaldos o a Los Rodríguez. Ahí encontramos un buen nicho porque calamos desde el principio. 

'Trece' surge después de la pandemia porque, según ha señalado en otras ocasiones, durante ese periodo se apagó su lado creativo. ¿Se ven como una excepción en este caso dado que a muchos artistas, pese a la pesadilla que supuso el confinamiento, les sirvió de inspiración?

Es que compartiendo charlas con amigos que también escriben canciones me he encontrado con ambos casos: gente a la que le pasó como a mí, que en el momento en el que estás preocupado el cerebro se protege y la parte creativa queda a un lado, y gente que encontró en ese momento la paz para escribir cuando en el ritmo de vida diario no paras, como hablábamos antes. 

Fueron muy críticos durante las restricciones de la COVID con el tratamiento que se le ha dado a la música desde las administraciones. Ya llevamos meses en plena normalidad, ¿en qué situación se encuentra ahora?

Desde las administraciones estamos en el mismo punto. Cambian pequeñas cosas, ¿pero ha servido de algo visibilizar a toda la gente que trabaja detrás de la música y la que vive al día de cada concierto? Me gusta pensar que ha servido para que la gente tenga más conciencia, pero no ha servido de nada a nivel legal. Han seguido cerrando salas míticas y han seguido poniendo palos en las ruedas como se lleva haciendo toda la vida desgraciadamente en este país, a diferencia de otros. Sí que noto que la gente a pie de calle está más volcada y está cogiendo los festivales con más ganas que nunca. Han llenado en verano, habrá que ver cómo se afronta este primer invierno después de la pandemia, pero tengo la sensación de que la gente tiene muchas ganas de salir, de divertirse y de consumir música. 

Cerrarán el año en el Wizink, y una vez que entran en la rueda de tocar en grandes escenarios, ¿cree que echarán de menos las pequeñas salas?

Tenemos mucha suerte porque tenemos unos foros muy variados en nuestra gira. Hay ciudades en las que convocamos mucha gente y otras en las que lo hacemos un poquito menos, por eso tenemos el abanico de recintos perfecto, con el privilegio de hacer algunos pabellones y de tocar también en salas pequeñas de 1.500, 2.000 o 3.000 personas. No me importa reconocer que esos son los recintos más especiales, con escenarios pequeños, con la gente cerca a la que ves la cara… Estamos tan acostumbrados a estar juntos y a ver a la gente cerca que ahí es donde más cómodos nos sentimos. 

Siete álbumes y aseguran que este es el mejor que han compuesto hasta la fecha, ¿Sidecars no se pone techo?

No, nunca lo hicimos. Ni techo ni metas a largo plazo. Siempre hemos ido pensando cuál es el siguiente paso, sin prisa y sin pausa. Aspiramos a escribir mejores canciones, a sonar un poquito mejor cada vez y a no defraudar a la gente que nos sigue. Esa es nuestra expectativa, no tenemos un sueño a largo plazo de convertirnos en una banda gigante. Llevamos muchos años, muchos discos, tenemos los pies muy en la tierra y lo que queremos es mantener lo que tenemos, que es un sueño y un privilegio. 

Por último, ¿qué espera del concierto de este domingo en el ciclo Magdalena Winter de Santander?

Espero que hayamos crecido un poquito, que la familia se haya ampliado. Tengo muchas ganas de ver cómo palpita ahí ese disco y cómo lo siente la gente. Tenemos un show muy bonito y hermanado que esperamos que disfruten con nosotros.

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