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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Aplicar a los políticos sus propias medidas

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Cada vez que el PP se las quiere dar de moderado, Vox lo aborta. Porque Vox es el hijo a la ultraderecha del PP que el PP dejó que naciera y ahora le devora. La última ha sido la medida antiabortista del vicepresidente ultra de Castilla y León, García-Gallardo, que quiere que las mujeres escuchen el latido del feto y vean una ecografía 4D antes de decidir si interrumpen su embarazo. No les parece suficiente el trauma que el aborto les puede provocar, quieren traumatizarlas con chantaje emocional y coacciones. La idea no es solo de Vox, forma parte de una estrategia global de la ultraderecha en todo el mundo, desde Estados Unidos a Hungría, donde Victor Orban ha aprobado una ley que hace obligatorio el “latido fetal”. Tiene feo hasta el nombre. 

Mañueco ha respondido a las críticas por el incendio que le ha provocado su vice asegurando que sí pero no, que no pero sí, que no se obligará a ninguna prueba que las embarazadas no soliciten, pero que el protocolo se mantiene para quien lo pida. Moderados de extrema derecha, el concepto. El problema que tiene el PP desde Pablo Casado es que son rehenes de su propia criatura. No pueden prescindir de sus votos porque sin ellos no gobiernan y por eso le consienten todas. Lo han convertido en el pequeño tirano al que no le privan de nada. Le han concedido el desmantelamiento de los programas de protección a las mujeres, el colectivo LGTB y las víctimas del franquismo y le han comprado el discurso negacionista que cuestiona desde la legitimidad de las urnas a la violencia machista. No es que eso no estuviera en el PP, lo tenía en su seno, ahora es más ruidoso porque el niño ha salido fuera y patalea. 

Dijo García-Gallardo al presentar la medida que él de embarazos no tiene mucha idea. Los tiene de piedra. Lo dijo medio riéndose con esa risa tonta que denota ignorancia. Tuvo que ser tonta porque no es capaz de otra. No tiene ni idea de lo que ocurre en los cuerpos de las mujeres, pero eso no le impide intentar controlarlos y torturar sus cabezas, aunque va contra la ley y ni siquiera es competencia suya. Los políticos deberían saber sobre lo que legislan así que propongo aplicarles su medida. Hacerles probar su propia medicina. Obligar a Gallardo y Mañueco a escuchar en bucle los gritos de las mujeres maltratadas, violadas o asesinadas que sufren la violencia machista. Obligarles a ver las fotografías en 3D de las mujeres amoratadas por las palizas, de los cadáveres tumefactos, desmembrados, decapitados, golpeados, tiroteados, abrasados por sus parejas. 

De hecho, propongo someter al PP y Vox a esta terapia de choque. A Abascal y compañía les pondría día y noche los ahogamientos, el sonido de las bombas, las imágenes de las masacres y las guerras, del hambre y la pobreza que sufren los migrantes a los que criminalizan. Y lo mismo con las mujeres maltratadas, con las lesbianas y gays a los que insultan y agreden, con los torturados por el régimen franquista. Al moderado Feijóo le haría escuchar y ver toda esa violencia que su partido blanquea pactando con Vox y le haría pasar una semana con una familia pobre, una familia desahuciada, a ver si después le sigue pareciendo mal el impuesto a los ricos y a las eléctricas, el control del mercado de la vivienda.

A Ayuso la llevaría a la Cañada Real a pasar el invierno en una casa sin luz ni calefacción y le haría escuchar una y otra y otra vez las quejas de los médicos, los pacientes, los vecinos por el abandono de la Atención Primaria. Le haría ver las fotos de los casi 8000 ancianos que murieron abandonados en las residencias por su protocolo de la vergüenza. La obligaría a oír, como hilo musical, las manifestaciones en defensa de la Sanidad Pública que ella intenta desmantelar. Les pondría a todos y cada uno de ellos el latido de esas vidas que desprecian. Haría lo mismo con cada político que legisla sin conocer a quién y cómo afectan sus medidas. Nada mejor para hacerles entender el alcance de sus decisiones que hacerles experimentar sus consecuencias. Si ni siquiera así demostrasen empatía, habría que concluir que son psicópatas.

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