Blanqueando a la ultraderecha

El viernes Bertín Osborne le abrió a la ultraderecha la puerta de su casa televisiva que es la puerta a los hogares de medio país. Como representante oficioso de la España oficial, consagró la entrada del fascismo en nuestra cotidianidad. Les dio el toque que les faltaba para meterse hasta la cocina de nuestras vidas: la campechanía, elixir infalible para conquistar el corazón del español medio. Ejemplo práctico es el Emérito que se ha hecho millonario a costa de explotarla. Y no hay nadie más campechano que Bertín para hacer parecer simpático incluso a un franquista.

Tenía que llamarse Osborne el que le echara el capote al facherío. Pero no es el único torero en esta faena. Hay que empezar a señalar a los responsables de que la ultraderecha vuelva a las instituciones, a saber, la derecha que blanquea su discurso y los medios que normalizan a un partido extraparlamentario que niega la violencia de género, la memoria histórica, el derecho al aborto y la protección especial de gais, lesbianas y trans. Fascismo del bueno, que diría Ignatius.

Está funcionando. Una encuesta de Telemadrid ya sitúa a Vox como tercera fuerza con posibilidades de formar gobierno con PP y Ciudadanos. En los sondeos nacionales aún no tienen mayoría suficiente, pero no será porque Casado y Rivera no lo intenten, conscientes de que Abascal es su única opción. El líder de los populares incluso le hace la campaña a Vox. Su última astracanada ha sido inventarse que Sánchez va a nombrar ministros a terroristas e indepes y acusarle de querer gobernar con las manos manchadas de sangre. Abascal calla para no desvelar sus limitaciones porque Casado no tiene límite y habla por los dos.

Rivera, que ahora es Alberto Carlos por parecer más español y un poco también opositor venezolano con nombre de culebrón, hace equilibrios imposibles entre el extremo centro y la extrema derecha. El domingo en El Objetivo defendió la libertad sexual de los homosexuales pero no descartó el apoyo de Vox, partido que quiere abolir las leyes LGTBI. Aseguró que no habrá retroceso en ningún derecho mientras le tiende la mano al PP que quiere volver a la ley del aborto de la Transición. La veleta de Ciudadanos le va a terminar golpeando en el morro a Alberto Carlos.

Ninguno de ellos condena abiertamente las cloacas del Estado contra Podemos. Ni una mención a la cámara policial del chalé de Iglesias pirateada para difundir imágenes del interior. Todo vale contra los rojos. También la mayoría de medios minusvalora el Watergate a la española, pero sobrevalora cada uno de los debates tendenciosos con los que Vox se publicita. Lo mismo sugieren que un hombre ayuda a su mujer a morir para introducir la eutanasia en campaña que mantienen a la cloaca en pantalla. La carcundia avanzan y las libertades retroceden.

Movistar+ suprime un monólogo del humorista Iggy Rubín en La Resistencia por unas bromas inocuas sobre Ortega Lara, personaje que en sus mítines de Vox dice que la guerra la provocaron los republicanos y ahora quieren cambiar la Historia. El franquismo campa a sus anchas como Abascal por casa de Bertín y el humor se censura. Los obispos avalan los cursos homófobos del obispo de Alcalá y aquí seguimos dándoles diezmo como si nada.

Vamos de cabeza al fascismo y los progresistas aún siguen haciendo la guerra por su cuenta. Si en Madrid el trifachito gobierna también será por culpa de la división de la izquierda. Aún están a tiempo de rectificar pero se está haciendo cada vez más tarde.

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