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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Hamás pone a Israel ante el espejo

Tropas israelíes cerca de la frontera con Gaza.

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¿Horroriza la matanza de civiles israelíes por parte de Hamás? Claro que sí. ¿Estremece pensar cómo murieron los jóvenes en el festival de música? Por supuesto. ¿Duele imaginar a los niños y a los bebés asesinados en los kibbutz? Cómo no. Es terrible. Espantoso. El horror. El horror es el régimen al que Israel ha condenado a los palestinos desde hace más de medio siglo. Es lamentable que haya tenido que ocurrir lo que ha ocurrido, lo que está ocurriendo y lo que va a ocurrir, pero ha mostrado al mundo lo que el mundo no quiere ver: la destrucción del pueblo palestino a manos israelíes. El gueto de Gaza bajo el yugo de Israel. El terror de Hamás ha puesto al terror de Israel frente al espejo. Lo que Hamás ha hecho puntualmente, Israel lo hace sistemáticamente. Hamás ha asomado a Israel al abismo en el que ha hundido a los palestinos. Le ha llevado a casa el infierno que Israel ha implantado en Palestina.

El mundo tiembla ante la barbarie de los atentados. Occidente sale en tromba a defender a su aliado. La maquinaria propagandística se pone en marcha. Todos a una a condenar la salvajada y justificar la respuesta. Aunque la respuesta sea aún más salvaje. Aunque el agredido sea el agresor. No importa. Los gazatíes aniquilados no importan. Los bombardeos indiscriminados sobre viviendas, hospitales, refugios, escuelas, no importan. Los niños y bebés asesinados no importan. Son daños colaterales. La masacre de civiles palestinos no es un atentado, es legítima defensa. La devastación de Gaza no es terrorismo, es una acción militar. El Ejército israelí no es una banda terrorista aunque su portavoz diga que su objetivo no es la precisión sino la destrucción. Israel no comete crímenes de guerra, solo se defiende de una agresión previa. Todo el horror que provoque está justificado. Antes y ahora.

La hipocresía es sangrante, la doble vara de medir vergonzosa. Comparan realidades incomparables para defender lo indefendible. Para defender al invasor, al colonizador, al supremacista. No es lo mismo el ataque de un grupo armado que la operación militar de una potencia bélica, ni es lo mismo un Estado opresor que la respuesta de la insurgencia. No es lo mismo el apartheid que la violencia contra el apartheid. Todas las violencias son indeseables pero una provoca a la otra. Ponerlas en el mismo plano es tan aberrante como equiparar la barbarie fascista que puso al mundo en guerra con las barbaridades que se cometieron para acabar con el fascismo. Es tan aberrante como equiparar al esclavo y al esclavista, al torturador y al torturado, al violador y a la víctima, aunque un día esta coja furiosa las armas y asesine brutalmente a la familia de su verdugo.

Para acabar con esta espiral de violencia extrema hay que arrancar de raíz lo que la origina. Hay que acabar con las continuas violaciones de Israel del Derecho Internacional, las resoluciones de la ONU y los derechos humanos. Hay que acabar con el colonialismo expansionista de Israel que está devorando Palestina y obligar a los israelíes a devolver los territorios ocupados a sus verdaderos dueños. Hay que acabar con el bloqueo que asfixia a millones palestinos condenados a vivir como prisioneros en su propia tierra. Hay que acabar con Netanyahu y su gobierno de ultraderecha que llama “animales humanos” a los palestinos. Hay que acabar con la complicidad internacional que tolera y blanquea el apartheid israelí antes de que su programa de limpieza étnica acabe con Palestina.

Mientras esto no ocurra, el propio Estado de Israel y sus ciudadanos sufrirán la furia del infierno que han desatado, el yihadismo de Hamás seguirá arraigando en los territorios ocupados como única salida a la desesperación de un pueblo y los palestinos buscarán ayuda en regímenes totalitarios como el iraní y en organizaciones extremistas como Hizbolá. Un plan sin fisuras para que el estallido regional acabe siendo global. Es lo que ha hecho siempre Occidente con Oriente, sembrar vientos y recoger tempestades. Destruir o colaborar con la destrucción de países provocando el nacimiento de grupos terroristas. Como está haciendo Israel con Palestina. Los israelíes acaban de padecer su propio 11S. Su reacción es arrasar con todo como hizo Estados Unidos. Ya sabemos cómo acaba eso: más terror, más muerte. No habrá paz en Israel hasta que Palestina no sea libre.

Produce Carne Cruda

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