Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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La derecha celebra que el Constitucional haya paralizado una votación del Parlamento por primera vez en democracia. Celebra que unos jueces que llevan meses incumpliendo la Constitución que les obliga a dejar el cargo hayan evitado la aprobación de las enmiendas que les obligarían a cumplir la ley. Celebran un fracaso, un choque de poderes, un bloqueo institucional. Eso es la derecha española, los que se felicitan por la quiebra del sistema. No son antisistema, no les vamos a regalar la palabra, son los pro sistema corrupto, amañado, los del todo atado y bien atado. Son las rémoras del Régimen del 78 que quieren apuntalar sus defectos y destruir sus aciertos.
El tiro que creen haberle dado al Gobierno es un disparo en su propio pie. Gracias a esto ha quedado meridianamente claro que ellos y solo ellos son los que bloquean la Justicia. Que todo esto se podría haber evitado si no torpedeasen el correcto funcionamiento de las instituciones. Creen que han obtenido una victoria pero han conseguido lo contrario. Porque el Constitucional solo ha criticado el defecto de forma, no el fondo del asunto, y finalmente la reforma se aprobará: el Gobierno corregirá el procedimiento, presentará una proposición de ley, saldrá adelante, el tribunal se renovará y el PP quedará como origen de la mayor crisis democrática que se recuerda.
Feijóo piensa que está acelerando hacia la Moncloa, lo que ha hecho es pasarse de frenada y quedarse solo al margen de la ley. Cree haber dado en la diana, pero se ha señalado a sí mismo como blanco. Cuando el Gobierno rectifique, el líder de la oposición se quedará sin excusas y al descubierto. Ha salido de la trinchera y no lleva balas. Antes este tema no le penalizaba, ahora le culpabiliza. Es el típico movimiento precipitado para hacer jaque al adversario que termina con un jaque mate en contra. En ajedrez hay que prever las siguientes jugadas y Feijóo está demasiado pendiente de lo que digan las portadas de mañana. Hoy dan palmas, ya llegará la bofetada.
Dos conclusiones podemos sacar de este penoso incidente. La primera es que las instituciones no pueden ser el chiringuito de nadie. No solo el PP, también el PSOE, como CiU y PNV en sus feudos, han convertido las administraciones en su negociado. No puede ser que hablemos de jueces de parte y de partido. No puede haber medios públicos secuestrados por comisarios políticos. La soberanía emana del pueblo y solo al pueblo pertenece. España necesita una reforma a fondo, del fondo y de los fondos. Controles democráticos, separación de poderes, transparencia plena. Las izquierdas nacidas o renacidas en las plazas donde se pedía una democracia real, en forma de 15M o de independencia, deben impulsar ese cambio radical que ha caído en el olvido y negarse a participar del juego de trileros del bipartidismo y el caciquismo que entienden la política como un cambio de cromos.
La segunda es que la derecha tanto nacional como global se ha desplazado a la ultraderecha colocándose al borde o al margen de las democracias liberales. Amenazan con fantasmas del pasado y conquistas sociales del presente como enemigos del sistema, pero son ellas las que lo están poniendo en peligro: de Trump y la toma del Capitolio a Boris Johnson y el Brexit, de Orban a Bolsonaro, de los neonazis alemanes que planeaban un IV Reich a Putin que invade Ucrania para refundar la Gran Rusia, de la vía unilateral que se niega a abandonar la derecha catalana a la vía unilateral que se niega a abandonar la derecha española. No cabe esperar que vuelvan próximamente a las vías comunes. Las izquierdas tienen que responder a la deriva iliberal de las derechas con más democracia si no queremos que la democracia descarrile.
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