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Castilla-La Mancha, cinco provincias y una comunidad

Alcalá del Júcar (Albacete)

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Se cumplen  36 años desde la constitución de las primeras Cortes de Castilla-La Mancha. En este 31 de mayo, la región celebra su día grande (ha tocado en Albacete) bajo el lema 'Castilla-La Mancha nos une'. 

Nuestra autonomía ha crecido y se ha consolidado, aunque algunos hayan abogado en los últimos meses por volver la vista hacia el Estado, dejando atrás la España autonómica.

“Los poderes públicos regionales de Castilla-La Mancha han tenido que construir la identidad regional desde los cimientos para preforjar este ideal de pertenencia a una nueva comunidad política”. Lo decían Francisco Sánchez Rodríguez Jesús Punzón Moraleda de Universidad de Castilla-La Mancha en un artículo publicado en 2007. 

Hoy se ha avanzado en esa identidad regional para defender, como mayor o menor acierto, recursos propios -como el agua o la riqueza natural de las cinco provincias- de cara a una mayor autosuficiencia económica, aunque lo cierto es que siguen faltando ciertas dosis de unidad en asuntos trascendentes que superen y encajen, de una vez por todas, el complicado puzle castellano-manchego. Pero demos un pequeño paseo por las provincias.

Albacete, cruce de caminos y contraste de paisajes 

La provincia de Albacete está marcada por su posición geográfica.  Ubicada al sureste, se cercanía al Mediterráneo y a Andalucía -- por las dos Sierras-- granjean a sus habitantes y municipios un carácter abierto y hospitalario.  Dividida en cinco comarcas -- Mancha, Manchuela, Corredor de Levante,  Campos de Hellín, Sierra del Segura y Sierra de Alcaraz  y Campos de Montiel-- la provincia es, en sí misma, un crisol de contrastes. Y entre ellos, sus paisajes.

Desde 'El Llano' (traducción del nombre árabe Albacete) de la ciudad, una llanura  también propia de La Mancha que la une con el resto de la región, pasando por la Manchuela labrada por el río Júcar, hasta llegar a las montañosas Sierras donde la tierra y el cielo recortan una imagen que hace honor a su tradición más milenaria: las navajas.

En Albacete ese contraste también se nota en sus sabores. Es la tierra del 'gazpacho manchego'  del 'atascaburras' y de los 'Miguelitos de La Roda'. Una tierra que se se viste del color de los frutales en verano, donde predomina el color de la uva y que llega al otoño vestida de rojo azafrán. 

El centro de la vida en esta provincia está en su capital, una ciudad joven, funcional y moderna en la que la población se multiplica del 7 al 17 de septiembre, con motivo de su Feria, de Interés Turístico Internacional. 

Toledo, una provincia marcada por dos identidades

Atravesada por el río Tajo, Toledo es una de las mayores provincias del país. Además, si por algo se caracteriza es por la variedad de su territorio: la mitad norte, llana y típicamente meseteña y la mitad sur ocupada por los Montes de Toledo. La provincia se divide en: la Campana de Oropesa con claras influencias extremeñas; La Jara, de escasa población desde sus orígenes hasta que se integró en las tierras de Talavera y La Mancha marcada por lo cervantino y lo quijotesco.

Además cuenta con la comarca de los Montes de Toledo que se extiende de este a oeste desde La Mancha a La Jara; con La Sagra que abarca desde el borde occidental de Madrid hasta Toledo y la Sierra de San Vicente que da nombre a una comarca formada por una veintena de pueblos de carácter rural. Talavera de La Reina, centro vital de una amplia comarca que comprende más de un centenar de pueblos, Toledo, la ciudad de las tres culturas y Torrijos completan esta variada provincia con dos identidades bien diferenciadas: la castellana (al norte) y la manchega (al sur). 

La provincia de Toledo te deja un buen sabor de boca también por su variedad gastronómica. El aceite, el azafrán, el mazapán, el queso o el vino son algunos de los productos que, junto a sus platos tradicionales, como las carcamusas  y sus restaurantes con estrella Michelin hacen de esta tierra un lugar único en el mundo. 

Ciudad Real, paisajes del Quijote de la Mancha

Las tierras por las que se paseaba el icónico personaje de El Quijote han sido documentadas ampliamente, si bien en el libro tenían un carácter muy literario, como se ha detallado en los múltiples análisis de la obra de Miguel de Cervantes. Hablar de “Mancha” es hablar de la submeseta meridional de la Península Ibérica, tierras áridas y que, según se cita en el 'Palabrero Geográfico' de Juan José Durán viene del árabe y significa “sin agua”. La Mancha, como se sabe, no sólo habla de la provincia ciudadrealeña, sino que sigue también hasta Toledo, Albacete y Cuenca con distintos topónimos: mancha de Montearagón, mancha Alta, mancha Baja o La Manchuela, todos ellos incluidos en el mismo ámbito geográfico. 

Tal como explica el profesor Félix Pillet del departamento de Geografía y Ordenación del Territorio de la Universidad de Castilla-La Mancha, la “gran llanura manchega” se ha utilizado como un lugar que convierte lo “inhóspito” en “gran belleza”. La Mancha fue una provincia por sí misma en el siglo XVIII y pasa a ser Ciudad Real en 1833, hasta que en 1982, con la creación del sistema de Comunidades Autónomas, se integra en el nombre de Castilla-La Mancha. Múltiples son quienes han escrito de estas tierras, hablando de su carácter llano, pero también de la calidad de sus productos, como el vino, el azafrán o el renombrado queso manchego.

'Mirando pa Cuenca', una provincia 'encantada'

paA pesar de ser una de las provincias españolas con menor número de habitantes, Cuenca es 'única' no solo por la belleza de su capital sino también por el amplío abanico de rincones naturales que alberga. De ella forman parte cuatro comarcas -La Alcarria, La Serranía, La Mancha y La Manchuela- con dispares escenarios como los anchos valles de la primera o las extensas llanuras del sur. De patrimonio y magia anda sobrada la capital, arraigada en las montañas de la zona centro-este de España y a mitad de camino entre Madrid y Valencia.

Los paisajes que vigilan el recorrido del río Júcar, los callejones de Las Majadas, la Ciudad Encantada, el parque natural de El Hosquillo, el nacimiento del río Cuervo, las Caras de Buendía, los molinos de Mota del Cuervo o la laguna de Manjavacas en su comarca manchega, así como los yacimientos arqueológicos de Segóbriga o Valeria, son solo algunos de los atractivos turísticos de la provincia, que alberga en su capital reconocidos monumentos como las Casas Colgadas o una catedral de estilo neogótico espectacular que recuerda a la parisina Nôtre Dame.

La ciudad, originalmente fundada por los árabes, es citada siempre en el famoso dicho popular “te pongo mirando a Cuenca (o pa' Cuenca)”, una expresión cuyo origen se sustenta en varias teorías, aunque la más extendida y documentada fusiona la postura sexual con los rezos musulmanes. También de la cultura árabe conserva su gastronomía dulces como el alajú o licores como el resoli, aunque una visita a estas tierras no puede ser completa sin típicos platos como el morteruelo, el ajoarriero o los zarajos. 

Guadalajara, la influencia madrileña y aragonesa

Entre las ‘identidades’ castellano-manchegas hay algo que define a Guadalajara y son sus bellos contrastes y su afán por conservar ancestrales tradiciones. Cuatro comarcas tan distintas como la noche el día (La Alcarria, Molina de Aragón, La Serranía y La Campiña) y salpicadas por pequeños (o pequeñísimos) pero abundantes y coquetos pueblos -289 según el INE- que pasaron a formar parte de lo que en 1978 ya se llamó el “invento” de Castilla-La Mancha.

Una provincia a la que le costó -todavía ocurre en algunos casos, muy pocos- llevar como segundo apellido aquello de ‘manchega’ además de castellana. Pelillos a la mar, lo cierto es que Guadalajara ha mirado siempre hacia Madrid por el sur y hacia Aragón por el noreste en lo que algunos han dado en llamar 'La Otra Guadalajara'.

Provincia de paso hacia otros puntos del país y privilegiada en su situación geográfica (limita con Soria, Segovia, Zaragoza, Teruel , Cuenca y Madrid) es una de las grandes desconocidas en cuanto a su riqueza natural, cultural y gastronómica más allá de su capital (en árabe Wal-Al-Hayra). De paso o para quedarse unos días, no hay que olvidar de probar sus asados de cordero y cabrito, los torreznos, las truchas, la trufa autóctona y su magnífica huerta.

Artículo elaborado por Fidel Manjavacas, Lourdes Cifuentes, Teresa Sánchez Garzón, Francisca Bravo y Carmen Bachiller

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