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‘Ciutat morta’, de Xavier Artigas y Xapo Ortega. 'En el nombre de Patri’
No resulta cómodo para ningún periodista con cierta sensibilidad a la actualidad social, o con un mínimo apego a la investigación comprometida y honesta, adentrarse en el inquietante y terrorífico recorrido del documental 'Ciutat morta'Ciutat morta. Es imposible quitarse de encima esa sensación de impotencia al encontrarse ante unos hechos silenciados a los que nunca se prestó la suficiente atención mediática y que explotan en las narices de un gran público que se siente indignado por lo que ahí se relata, gracias a su emisión en televisión y tras un doloroso periodo de censura. El documental es un asombroso torrente de datos y testimonios que se desencadenaron porque varios jóvenes estaban donde no debían en el momento equivocado.
El origen de todo: la madrugada del 4 de febrero de 2006 se produjo una carga policial en los alrededores de un teatro ocupado del centro de Barcelona, y entre un gran momento de confusión un agente de la Guardia Urbana resultó gravemente herido tras impactarle un objeto en la cabeza. Horas después, el entonces alcalde de la Ciudad Condal, Joan Clos, dice en la radio que el agente recibió el golpe de una maceta arrojada desde cierta altura. Sin embargo, son varios los detenidos a pie de calle, entre ellos tres latinoamericanos que son llevados a dependencias policiales, donde, según sus propios testimonios y denuncias, se declaran inocentes y son torturados, insultados y vejados. Posteriormente son atendidos por médicos en el Hospital del Mar, donde acuden en ese mismo momento Patricia ‘Patri’ y Alfredo, lesionados por un aparatoso accidente de bicicleta. Su forma de vestir, y un mal interpretado mensaje en el móvil de ella, provocan la detención también de estos dos jóvenes, a quienes se acusa de participar en los altercados del teatro ocupado, sin ni siquiera encontrarse allí en esos momentos.
Una supuesta venganza policial y un conjunto de testimonios de los agentes acusándoles de haber arrojado piedras hicieron el resto: prisiones preventivas de hasta dos años (lo máximo permitido por la ley) para los tres primeros jóvenes, y sentencia inculpatoria posterior para Alfredo (finalmente indultado) y para Patri. Esta última es el tema central de 'Ciutat morta': Patricia Heras. Una joven de Madrid, escritora premonitoria en su blog 'Poeta Muerta', estudiante de literatura y amante de la estética ‘queer’ y post-punkPoeta Muerta, que acudió a Barcelona a ganarse la vida y que se dejó todos sus ahorros en pagarse la defensa de un juicio injusto, plagado de veneno institucional y que finalmente acabó con ella. Tras obtener un permiso penitenciario en tercer grado, Patri sale de la cárcel en abril de 2011 y pocos días después se suicida arrojándose por una ventana.
Dos de los tres detenidos latinoamericanos durante la noche del 4F, varios amigos de la joven poeta, periodistas, abogados y expertos cruzan sus testimonios con diferentes datos, vídeos y fotografías en este polémico documental, rodado con una fabulosa técnica narrativa que sigue un orden cronológico de los hechos, intercalándonos con imágenes de Barcelona y vídeos caseros de fiestas y campañas que se hicieron por la libertad de los detenidos. Al final aclara que ni la familia del polícia herido (que quedó tetrapléjico tras la agresión), ni los responsables de las autoridades políticas, policiales y judiciales quisieron participar en el documental.
¿Quién elaboró el informe policial que hizo que el alcalde hablara de una maceta? ¿Qué autoridad ordenó que los Servicios de Limpieza operaran en el lugar de la carga policial poco después de los hechos borrando todas las pruebas existentes? ¿Dónde se encuentra el testigo que supuestamente confesó a otra persona haber arrojado la maceta? ¿Por qué nadie relacionó otro caso de racismo policial policial posterior en el que se vieron implicados los dos mismos agentes urbanos que mintieron en el juicio del 4-F? Estos interrogantes y otras tantas denuncias se acumulan en las más de dos horas del documental, donde también se analizan los estereotipos no solo hacia el movimiento ‘okupa’ sino hacia un sistema de clasificación urbana arbitraria que juzga a grupos sociales por su simple apariencia.
“Patri era una princesita, era extremadamente sensible, nunca pudo recuperarse de la muerte en vida que le supuso esta injusticia”. “No hay mayor nobleza humana que la de no haber podido sobrevivir a esa injusticia”. “La prueba de que decía la verdad al final fue su vida”. “No pudo vivir ese castigo social, fue empujada a un estado irreversible de depresión”. Los que conocieron a Patri hablan por ella en Ciutat morta. Ella, finalmente, escribió: “Ya no puedo aguantar esta broma asesina porque mi aspecto en este planeta no es normal”.