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Bewis de la Rosa, ni solo rap ni solo rural

Bewis de la Rosa

José An Montero

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Rap Rural no deja de ser una marca comercial, una manera de catalogar, bastante alejada de otras fórmulas simplonas como el Ska Folclórico o el Rock Rural, pero que ha servido para llamar la atención sobre su trabajo, pero que se queda lejos de poder definir lo que es el trabajo de esta artista poliédrica y compleja que lidera desde el año 2014 su propia compañía de danza y teatro-físico a la que denominó Malditas Lagartijas, jugando con ese modo tan urbano, tan rural y tan freestyle de los alias, los motes o los apodos. No hay jazmines sin tomates llevaba por título su revisión antiheteronoma de la Verbena de San Antonio.

Si Bewis es rapera, Beatriz es también bailarina, actriz, coreógrafa, investigadora, profesora de danza, poeta, pensadora y escritora de teatro. Si en su trabajo como cantante aparecen entrelazados el rap, el latin o el folclore, en su trayectoria construye un universo escénico con claras referencias a la cultura manchega conquense que aborda temas como el pensamiento crítico, el transfeminismo, el decrecimiento, la herida histórica o la salud mental construyen una forma propia de ver el mundo. 

Sin embargo, todo ello serviría de poco si cuando descubres su trabajo sobre la escena no tuviese ese algo innombrable que te atrapa y que deja marca, como cuando descubrimos su trabajo hace apenas unas semanas durante la madrugada en los Conciertos de Radio 3 y pasó a formar parte de nuestra playlist cotidiana. 

Desde que apareció el 23 de febrero apareció 'Amor más que nunca', el fenómeno Bewis de la Rosa no ha dejado de crecer, ¿esperabas este recibimiento?

Creo que ahora se está haciendo más visible el fenómeno y eso hace que esté llegando a otros oídos, pero ha sido un proceso de muy poco a poco, porque mi manera de trabajar es paso a paso. Aunque el proyecto no cambia en nada, sí que estoy muy agradecida de que esté llegando cada vez a más oídos. 

Este trabajo ha sido un flechazo para los que no conocíamos tu trabajo, pero ¿no eres una recién llegada a los escenarios?

Llevo en los escenarios desde que soy pequeña y tengo un largo recorrido en la danza que pasa por mi formación en el Conservatorio Superior de Madrid y por Lab. Internacional de Investigación Teatral TNT-ATALAYA en Sevilla y en 2014 formé mi propia compañía de danza, teatro físico, performance e investigación “Malditas Lagartijas”. Aunque es cierto que hasta ahora tenía un recorrido mayor por la escena vinculada con la danza, el teatro físico y la performance, llevaba mucho tiempo queriendo hacer un proyecto musical. Así que me he armado de valor y con la compañía y apoyo de artistas y amigos presento este trabajo que tiene como eje el rap, pero que también tiene una mirada de performance, danza y teatro.

A pesar de ser tu primer trabajo discográfico, hay una continuidad de estilo que lo hace reconocible 

Para mí la mirada artística es un recorrido. El arte me sirve para encontrarme primero, en un proceso de autodescubrimiento, para comprenderme y transformarme después. Entre mis inquietudes está la tradición, rebuscar en lo anterior para ir hacia lo nuevo. Creo que hay mucho que aprender de la tradición. Me he criado mucho con mi abuela, eso creo que me ha influido en un tipo de inquietudes y de estética que está ahí, pero al mismo tiempo pertenezco a una generación que está rompiendo con muchos estigmas, desde el género hasta la salud mental. Son dos universos que coexisten y entre lo que trato de buscar que haya una coherencia. 

¿Por qué crees que se está viviendo una vuelta hacia la raíz?

Como individuos, nos hemos desconectado y “no sabes ni para quien vendimias”, como dicen en mi pueblo. Somos una generación a la que se la cortado el contacto con la tradición, y esa falta de raíz nos ha llevado a sentirnos desamparadas de alguna manera, así que tenemos la necesidad de volver atrás, de volver a la comunidad, al festejar juntos, crear nosotros nuestra propia fiesta. Esa es también un poco la esencia del rap, hacerlo tú misma, montarte tu propia fiesta, que está relacionado, aunque parezca increíble con la jota.

¿Tanta conexión existe entre el rap y las jotas?

La esencia es la misma, voy a poner una base y voy a hacerlo yo, y después voy a escuchar a los demás, porque lo más importante es compartirlo. Imagínate esas coplillas o poesías que se hacían antiguamente, son versos muy ligados a la estética y cultura hip hop, que también tiene como esencia compartirlos con tu gente. Al final somos lo mismo, con problemas muy similares. 

¿Volver la mirada a lo rural es parte del futuro?

La respuesta a muchas problemáticas sociales de nuestro tiempo, para mí, está muy vinculada a las áreas rurales, a tratar de ser soberanos. Creo que es lo más revolucionario que se puede hacer, intentar ser soberanos, crearte tus propias cosas, ser dueña y señora de tu existencia. 

En cierto modo, tu personaje de Bewis de la Rosa (Beatriz del Monte) puede recordar al fenómeno Rigoberta Bandini (Paula Ribó)

Parece una cosa también muy de nuestro tiempo, ponerte otro nombre y bajo ese nombre poder hacer cosas diferentes permitiéndote diferenciar al artista del personaje, pero en realidad es algo que se lleva haciendo durante toda la historia. Al principio firmaba mis obras de teatro como Beatriz del Monte, pero llegó un momento en que tuve la necesidad de ponerlas bajo el seudónimo de Malditas Lagartijas que me permitió generar un espacio de confianza para mostrar ciertas cosas que hasta entonces como Beatriz no había mostrado. Me permite no ponerme límites a nivel artístico. 

¿Acabas de presentar tu primer trabajo discográfico 'Amor más que nunca' al que han etiquetado como Rap Rural?

Dentro del “hacer lo que me dé la gana” está el investigar y no ponerme límites. Voy a dejar a un lado las herramientas que llevo todos estos años usando y con Bewis voy a hacer rap a ver qué pasa. Es el espacio que permite que Beatriz tenga un micro en la mano e investigar con ello.

¿Viviste la infancia de Villamayor de Santiago?

Viví la infancia del pueblo, pero de una manera diferente a quien vive allí todo el tiempo. Yo nací en Madrid porque mi abuela se fue para Madrid con la crisis del campo de los sesenta y setenta, después vino mi tía abuela y luego vino el resto de la familia, porque los campos ya no necesitaban tanta gente. Yo me he criado en San Fernando de Henares y allí fui al colegio. Aquí se conocieron mis padres. Mi madre es de Villamayor de Santiago en Cuenca y mi padre de Cifuentes en Guadalajara. Me siento muy conectada con ambos pueblos, aunque he pasado más tiempo en Villamayor porque allí tenemos casa. Es un pueblo que mantiene todos los servicios mínimos y no tiene la problemática que otros sitios más pequeños. 

Ahora mismo hay una serie de artistas como María José Llergo, María de la Flor o Queralt Lahoz que reivindican a sus abuelas...

He tenido la suerte de poder vivir con mi abuela durante mucho tiempo, hasta que falleció el año pasado. Me he llevado un montón de saberes, ayer mismo se lo decía a mi madre, “¿Quién me va a enseñar todo lo que me enseñaba la abuela?”, porque no he podido aprender de ella todo lo que sabía. No quiero romantizar su existencia porque vivieron etapas muy dolorosas, pero cuando aprendes a diferenciar lo esencial te das cuenta de lo poco que te hace falta de verdad. 

También son abuelas orgullosas de cómo son sus nietas, de cómo están cambiando el mundo...

Es algo bidireccional, incluso hay una conexión más profunda que con las madres. Mi abuela siempre decía que en su época hacía esto y tú haces unas cosas completamente distintas, pero si hubiese vivido esta época haría también lo que tú haces. Quizá a mi madre le cuesta más entender ciertos cambios y ciertas cosas.

Algo que pareces querer representar con las bragas tendidas al sol en tus conciertos...

No son bragas tipo Barbie, son braga-fajas, que tienen lo suyo, pero a mi me gustan y además de estar tendidas en el escenario, también las vendo como merchandising en los conciertos.

En tus canciones hablas de temas como la salud mental o la herida histórica...

Es intentar transformar y dar un nuevo significado a un término como memoria histórica que está muy sobado políticamente. Para mi hablar de herida histórica es hablar de todo eso que no se ha tratado y que no se ha hablado, sin rencor y sin señalamiento, pero sin olvidar todo lo horroroso que han tenido que vivir otras generaciones. Cómo podemos sanar la herida, aprender de ella y transformar, por ahí lo llevo. 

En cuanto a la salud mental, creo que hay un problema de patologización. Hay gente a la que las etiquetas ayudan a poder comprenderse, igual que con el género, que hay muchas etiquetas para que la gente pueda sentirse nombrada y representada, pero una vez que se haya sentido nombrada hay que diluir las etiquetas. Permiten comprender a las personas y permiten su visibilización, pero hay una problemática con las etiquetas. Se las comen y las convierten en etiquetas vacías. Creo que lo que hay que cambiar es el paradigma de sociedad, cambiar la estructura de pensamiento de nuestra sociedad que están enferma con una manera de consumo abrasiva, que impide que la gente esté sana y ame su vida, hay que ir a la raíz del problema.

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