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La desigualdad social también afecta la calidad de la democracia participativa

Julio López

Francisca Bravo Miranda

Con una buena participación y con “importantes experiencias” se cerraron las primeras jornadas de Participación Ciudadana de Toledo, organizadas por el Ayuntamiento y la Diputación provincial. En ella, participaron representantes de diversas instituciones como la Junta de Extremadura, Diputación de Bizkaia y expertos representantes de entidades y asociaciones relacionadas con las nuevas tendencias participativas.

Helena Galán, concejal de Ganemos Toledo, resaltó ya en la recta final de la mañana la buena participación registrada, a pesar de ser la primera vez que se celebraban unas jornadas de este tipo en la ciudad. “Estamos aprendiendo qué es la participación ciudadana gracias a las experiencias y los expertos. Tenemos que conocer qué es lo que que se hace en otros Ayuntamientos y Diputaciones y también saber de qué herramientas disponemos en el mercado”, explicaba la edil. Galán también ha celebrado la participación conseguida en las redes sociales a través del hashtag #ToledoParticipa.

Las jornadas analizaron a través de tres paneles las distintas dimensiones de lo que puede ser la participación ciudadana, tanto a nivel local como regional. Profesores de periodismo de la Universidad de Castilla-La Mancha intervinieron en la primera mesa, 'Participación ciudadana y Democracia en la España actual', en la que se trató la rendición de cuentas, transparencia y participación y los nuevos escenarios en las sociedades democráticas.

Más desigualdad, menos calidad democrática

El profesor de la Universidad de Deusto, Braulio Gómez Fortes, fue el encargado de la ponencia final del día, titulada '¿A quién le importa que los pobres no participen?'. “La mayor innovación que se puede hacer para que cambie la calidad de la democracia participativa tiene que ver con invertir la desigualdad en la participación”, explicaba el académico. En resumen, el problema es que las personas con menos recursos participan mucho menos que quienes disponen de más.

Se trata de un problema que afecta tanto a las iniciativas tecnológicas como analógicas, destaca Gómez, y no se está trabajando en reducir dicha brecha que se puede constatar “estudio tras estudio”. “El enfoque de la innovación no está centrado en reducir esta brecha, sino sólo en la incorporación del ciudadano en la toma de decisiones o en la incorporación del ciudadano para empoderarlo y que sea él el que decida lo que pasa en su vida”, explica el profesor. Sin embargo, advierte de que no se está haciendo el esfuerzo para saber qué tipo de ciudadano está participando.

“Lo que pasa es que los más pobres de la sociedad siguen sin participar”, resume y por eso aboga por colocar el enfoque en estos ciudadanos. “Queremos saber cómo se podría trabajar para que las iniciativas de participación sean representativas y que las personas más pobres puedan entrar también en esta deliberación”, señalaba. En definitiva, lograr que la información logre ser más accesible para los ciudadanos con menos recursos.

Para esto, aboga porque las administraciones públicas destinen parte del presupuesto fijado para participación ciudadana a mejorar dicha representatividad y no sólo ir a buscar al ciudadano libre de asociaciones que es “la última tendencia”. El primer paso, afirma Gómez, es reconocer que existe esta carencia y “decir quiero solucionarlo”. “Luego se debe intentar involucrar a las partes diagnosticadas con menos participación, que, por ejemplo, en Toledo, es el Polígono con menor participación en la sección censal”.

Se trata de una deficiencia generalizada y que implica un problema en la calidad de la democracia. “Es un problema porque siempre se quedan afuera los mismos, los pobres”, lamenta. El fenómeno se ve aún más acusado en las grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia, ciudades en las que se acumulan los “agujeros negros de la democracia”. Por otro lado, en ciudades como Toledo se puede ver mucha menos desigualdad“, concluye.

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