Cuando la informática y la ciencia se ponen al servicio de la agricultura para el uso eficiente del agua
Sacar rendimiento a la tierra cultivada no es fácil. Son muchos los elementos a tener en cuenta pero, entre todos ellos, el agua para riego es fundamental. En una región como Castilla-La Mancha, donde la escasez de este recurso esencial es motivo constante de conflicto político con otras autonomías, un sector tan importante como el que conforman agricultores y agricultoras demanda desde hace años herramientas tecnológicas que le ayuden a rentabilizar sus explotaciones. Durante mucho tiempo, el Centro Regional de Estudios del Agua (CREA) contó con un servicio de asesoramiento al regante que desapareció por motivos presupuestarios tras la crisis económica de 2008. Pero las peticiones del sector no desaparecieron y ahora otro nuevo proyecto ha tomado forma para optimizar el uso del agua y, por tanto, rentabilizar la tierra.
El modelo MOPECO (Modelo de Optimización Económica del Riego), desarrollado por el CREA, es una herramienta informática gratuita de ayuda a la toma de decisiones en la selección de la distribución de cultivos que maximiza el margen bruto de una explotación de regadío. Con ello, el agricultor tiene la posibilidad de utilizar solo el agua que necesita. Ni se queda corto ni hace un uso excesivo, es decir, consigue la eficiencia en su uso.
El investigador y responsable del proyecto, Alfonso Domínguez Padilla, explica que es un complemento de las estaciones agro-metereologicas del antiguo Servicio de Asesoramiento al Regante (SIAR). Toda esa información, unida a las herramientas con las que el Centro Regional del Agua ya ha trabajado durante más de 20 años, han generado un “fondo científico de datos”.
“Nuestra idea ha sido transformar todo ello en una herramienta sencilla de aplicación. Y no queremos quedarnos ahí, también queremos poner en marcha otra que les va a ayudar a hacer una distribución óptima de cultivos en función del agua disponible, de la superficie regable, de los costes asociados a la explotación, para que esta sea lo más rentable posible”, detalla el investigador.
Dos herramientas
El modelo consta de dos herramientas. Por un lado, una para la programación de riegos, y por otra, la distribución óptima de cultivos. Todo ello está elaborado con información meteorológica y datos de calibración. El agricultor incorpora información propia como la ubicación de su explotación, los datos del suelo y una serie de variables sencillas, y así se establecen los parámetros para optimizar el riego. “Hay muchos programas de simulación de cultivos pero en nuestra opinión, o son muy complejos o no tienen trasfondo científico ni datos realistas. Es lo que estamos intentando hacer, combinar ambos elementos. Ha sido el reto y creemos que está empezando a funcionar, por los comentarios que estamos recibiendo”, precisa Alfonso Domínguez.
Se trata de un proyecto de tres años. Durante 2020, el primer ejercicio, se validaron las herramientas en explotaciones reales gracias a agricultores que colaboraron con el CREA, para comparar el manejo “tradicional” que ellos realizan con el manejo informático. En ese sentido, los investigadores fueron capaces de reducir la cantidad de agua no solo respetando el rendimiento de la explotación, sino “en ocasiones mejorándolo”. Después, durante 2021, se seleccionó a algunos de esa primera fase para enseñarles a utilizar la herramienta, “comprobando cómo han mejorado los parámetros que se midieron al principio”.
“Esto está animando a más gente para su uso. De esa forma, nos hemos hecho la idea del impacto real. Nuestro objetivo es que todo el mundo lo utilice y ponerlo también a disposición de empresas que puedan utilizarla como servicio de asesoramiento a comunidades de regantes o explotaciones más grandes”.
El año 2022 es el último del proyecto, que terminará el 31 diciembre. El objetivo ahora es promocionar el uso del modelo informático. El grupo investigador quiere seguir formando a técnicos y agricultores, y prevé aumentar el número de personas que puedan acceder a los cursos, los cuales también les ayudan a mantener un histórico de datos de las características de la explotación que les sirven para toda la campaña agrícola. Además, durante este año, también quieren “observar la retroalimentación” por parte de los usuarios para mejorar la herramienta.
“La idea es mantenerlo en el tiempo para quien lo necesite, pero necesitamos ir incluyendo un mayor número de cultivos en esta tecnología”. Y es que actualmente la programación de riegos tiene una parte pensada para cultivos extensivos como el ajo, la cebada y el maíz, que están calibrados; y otra para los leñosos (viñedos, pistacho o almendra) que tienen cada vez más potencial y rentabilidad.
Precisamente, mientras que en los leñosos se aplican las denominadas “técnicas de riego deficitario” –se calcula menos agua que la que un cultivo necesitaría para la explotación–, en los de cebada o maíz, ese método no se ha utilizado. Por eso, el grupo de investigación se ha centrado en ese tipo de ensayo para cultivos extensivos anuales. “Se hace pensando en que al final no exista un déficit de agua porque ya el cálculo se realiza por debajo. Con ello se maximiza el rendimiento a pesar de que la cantidad de agua no sea suficiente para cubrirlo”.
¿Y el cambio climático?
Pero, al trabajar esta herramienta con predicciones meteorológicas, ¿qué ocurre con los vaivenes del tiempo o con el cambio climático? Alfonso Domínguez afirma que el grupo trabaja con una metodología que es el “año meteorológico típico”, diferente a “un año medio”. Con la herramienta de riego deficitario, cuando puede faltar agua, se va modificando el año típico con el que se realizan las previsiones en función de cómo va variando a húmedo o seco.
“Queremos implementar optimizaciones en función de los datos climáticos reales desde la siembra hasta la recogida, para que el agricultor sepa realmente, de la cantidad de agua que tenía disponible, cuánta le queda y viendo cuál puede ser la previsión climática. Intentamos darle el mejor calendario de riegos posible para llegar al final de la campaña con el máximo rendimiento”, concluye el responsable del proyecto.
Actualmente, el grupo de investigación también está trabajando con otros equipos griegos, especialistas en análisis climáticos, que están desarrollando herramientas de previsión climática a largo plazo, “algo muy valioso para las campañas agrícolas”. Con carácter general, aunque el proyecto concluya a finales de año, “la herramienta seguirá ahí y buscaremos la forma de seguir financiándonos”.
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