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Como médico de familia, el dato de que el consumo de antibióticos en España haya descendido un 13,8% en salud humana desde el inicio del Plan nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN) es, sin duda, una buena noticia.
Habla de un sistema que, al menos en parte, ha sido capaz de escucharse a sí mismo, revisar sus prácticas y corregir excesos que durante años se normalizaron tanto en la consulta como en la calle. Pero cuando uno trabaja en Castilla-La Mancha, en áreas rurales donde la presión asistencial se mezcla con la proximidad social, estos porcentajes adquieren matices que no conviene olvidar.
La directora de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) recordaba recientemente que la lucha frente a la resistencia antimicrobiana exige una visión integral, colaborativa y sostenible, y esa frase encaja especialmente bien con la realidad de nuestra comunidad.
Castilla-La Mancha es un territorio extenso, envejecido y disperso, donde la continuidad asistencial depende tanto de las decisiones de un gran hospital como del juicio clínico de un único médico en un consultorio de pueblo. En este contexto, cada antibiótico que se prescribe 'por si acaso' alimenta una factura futura que pagarán precisamente los más frágiles: ancianos pluripatológicos, pacientes inmunodeprimidos o ingresados en unidades de críticos.
En los servicios de asistenciales de Castilla-La Mancha vemos a diario el reverso de la estadística: infecciones por patógenos multirresistentes que prolongan estancias, encarecen tratamientos y, sobre todo, empeoran el pronóstico de pacientes que ya partían con pocas reservas fisiológicas.
La sepsis por bacterias resistentes no es un concepto académico; es el rostro de esa paciente diabética que entra por urgencias con una infección urinaria complicada y que, años atrás, habría respondido en 48 horas a un betalactámico estándar. Hoy, cada vez con más frecuencia, obliga a escalar el tratamiento, a recurrir a fármacos de último recurso y a asumir un riesgo que podría haberse mitigado con una prescripción más prudente desde la atención primaria o en episodios previos.
El descenso global del consumo es un paso, pero en Castilla-La Mancha aún arrastramos inercias difíciles de romper. La cultura de la 'receta rápida' ante un catarro, la presión de la automedicación con restos de tratamientos antiguos, o la sensación de que en los pueblos 'más vale curarse en salud' con antibiótico, siguen presentes en la consulta diaria. Para el clínico hospitalario esto se traduce en ingresos evitables, en cuadros de diarrea por Clostridioides difficile tras usos innecesarios, y en flora hospitalaria cada vez más compleja que condiciona las decisiones empíricas desde el primer minuto.
Por eso, las estrategias nacionales solo tienen pleno sentido si se territorializan y se viven en el día a día de Castilla-La Mancha. Los Programas de Optimización del Uso de Antimicrobianos (PROA) hospitalarios han demostrado que se puede optimizar la prescripción, acotar duraciones, revisar tratamientos a las 48-72 horas y formar a los facultativos sin culpabilizar, pero con rigor.
Como médico, la mejor noticia no será solo una nueva bajada porcentual en el consumo global, sino comprobar que en nuestros hospitales de Castilla-La Mancha hay menos camas ocupadas por infecciones que podrían haberse evitado con una prescripción más sensata años atrás
El siguiente paso inaplazable es reforzar la conexión con la atención primaria rural, dotar de tiempo a los médicos de familia para explicar por qué no siempre hace falta un antibiótico, y asegurar que los datos de consumo y resistencias se devuelven a los equipos de cada área de salud de forma transparente y periódica.
Castilla-La Mancha no puede conformarse con aparecer en el promedio nacional de reducción; debe aspirar a ser referencia en el uso prudente de antibióticos en entornos rurales y semirrurales. Eso implica invertir en sistemas de información, en microbiología accesible, en formación continuada y en campañas dirigidas a una población que confía en su médico, pero que necesita entender que decir 'hoy no toca antibiótico' es, muchas veces, la decisión más responsable. Como médico, la mejor noticia no será solo una nueva bajada porcentual en el consumo global, sino comprobar que en nuestros hospitales de Castilla-La Mancha hay menos camas ocupadas por infecciones que podrían haberse evitado con una prescripción más sensata años atrás.
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