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¿Por qué se bebe agua de botijos en la catedral de Toledo cada 15 de agosto?

Después de dos años, debido a la pandemia, cientos de toledanos han acudido durante este lunes festivo a la Catedral Primada para beber "el agua de la Virgen del Sagrario", patrona de la ciudad. EFE/Ismael Herrero

Fidel Manjavacas

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El botijo es una pieza importante en la historiografía de la cerámica y un objeto típico de la cultura española. Prueba de ello es la tradición centenaria que se celebra en la catedral de Toledo cada 15 de agosto, festividad de la Virgen del Sagrario, patrona de la ciudad. Miles de toledanos y visitantes comparten este día, habitualmente caluroso, agua fresca a través de las vasijas de barro que se disponen en el claustro del templo de manera gratuita desde primera hora de la mañana.

Beber 'agua de la virgen', como se le denomina coloquialmente, se ha convertido en un homenaje a su patrona y en una seña de identidad toledana. Tras cuatro años sin poder realizarse con normalidad debido a la pandemia, este martes se empinarán de nuevo los botijos con agua del aljibe del claustro catedralicio. El año pasado sí se pudo beber en vasos de plástico, de los que también habrá posibilidad de usar en esta ocasión.

“Celebrarlo con toda normalidad es una alegría. Ya se están preparando los botijos”, comenta el deán de la catedral, Juan Pedro Sánchez Gamero, que explica que este día hay un continuo trasiego de personas para cumplir con la tradición. Incluso “algunos van con botellas para llevársela -de los grifos que también habilitan- y beberla luego en casa”, añade sobre el uso de este agua que es analizada por las autoridades sanitarias antes de consumirse este día.

Aunque es “muy difícil calcular” la cantidad de litros que pueden dispensarse este día, según apunta Sánchez, otros años se ha estimado que se han repartido entre 9.000 y 10.000 litros. Los botijos que se facilitan son “grandes” y “se van rellenando continuamente”. En total, la catedral dispone “entre 20 y 30 botijos” para todos los fieles y visitantes que acuden en este día.

Tras siete años celebrándose en la Puerta del Reloj de la Catedral, debido entre otras cosas a la restauración de algunos frescos del claustro, en 2015 volvió a hacerse en esta zona del templo caracterizada por su tradición pictórica. El origen de la tradición se remonta a mediados del siglo XVII, aunque existen diversos mitos y leyendas que explican un origen diferente.

Mitos y leyendas sobre su origen

El médico Juan de Mata Moraleda y Esteban, empleado municipal el Ayuntamiento de Toledo a finales del siglo XIX y miembro de varias academias españolas y extranjeras, relata en uno de sus trabajos -La Virgen del Sagrario de Toledo y su Basílica (1891)- que un año de fiesta, debido al habitual calor de esta época veraniega, “un niño noble estuvo a poco de perecer en los brazos de su madre”. “Le rociaron con el agua de las cisternas del claustro y volvió en sí. Desde aquella fecha, el agua se distribuye gratis al pueblo en dicha festividad y tomó el nombre de 'agua de la virgen'”, agregaba en dicho texto.

Esta historia la desarrolla también Juan Luis Alonso, académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo (Rabacht), en el blog Leyendas de Toledo. En un artículo describe que tras terminar una tarde de celebración en el claustro, “la multitud comenzó a desfilar fuera de la catedral, incrementando de forma notable la sensación de calor asfixiante”. El hijo de uno de los asistentes sufrió “un repentino desvanecimiento por tales calores y apreturas, creyendo todos los que le vieron que había muerto”. Sin embargo, tras arrojarle el agua de los pozos, “recobró el aspecto habitual de forma inmediata”, añade sobre dicha leyenda.

De la misma manera, Alonso recoge otro episodio referido al origen de esta tradición y que apunta a la finalización de las obras de la Capilla de la Virgen del Sagrario en el siglo XVII, cuando se realizaron ocho días de fiestas en acción de gracias. También debido al intenso calor, “numerosos fieles abandonaban la catedral para refugiarse en lugares más frescos –si cabe-”, por lo que “las autoridades eclesiásticas de la época ordenaron la construcción de tarimas para distribuir jarras rebosantes de aguas cristalinas provenientes de los pozos”.

No son las únicas memorias que se conservan sobre esta práctica. Otra leyenda, más conocida popularmente, cuenta cómo la imagen de la Virgen del Sagrario habría sido lanzada al pozo del claustro para “salvarla de la invasión musulmana”. La imagen se rescató y las aguas en las que estuvo fueron protagonistas de milagros como los que se conocen, así como también para tratar “curaciones” de quienes las consumen.

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