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Recaídas de los trastornos alimentarios y el trabajo para combatirlos durante el confinamiento (y también después de él)

Trastornos de la alimentación

Francisca Bravo Miranda

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Más de 20 familias de Toledo trabajan actualmente con ABUCAMAN, la Asociación de Familiares y Enfermos de Trastornos de la Conducta Alimentaria San José de Castilla-La Mancha. Familias que han tenido que vivir semanas en confinamiento con miedo a las recaídas de las pacientes, ya que las personas que sufren este tipo de enfermedad suelen ser mujeres. “No hemos podido trabajar de manera presencial y ahora hemos intentado retormar las consultas en la unidad lo antes posible, aunque se ha quedado todo algo parado”, explica Irene Rodríguez, enfermera de la asociación, que lleva dos años trabajando, pero muchos más colaborando con el colectivo.

Como no podía ser de otra manera, todo el asesoramiento y el apoyo que se llevó a cabo durante los meses de confinamiento fue por vídeollamada. “Algunas de nuestras usuarias tuvieron recaídas, porque estar encerrados no nos ha ayudado a ninguno, pero para las personas con enfermedad mental ha sido muchísimo más complejo”, explica Rodríguez, que señala que las herramientas para trabajar en la autoestima, la seguridad y la satisfacción se han visto “mermadas” al estar encerradas en casa. “Nuestra disposición ha sido prácticamente de 24 horas”, explica.

Las psicólogas se han encargado, describe, de los casos que estaban “peor”, en el caso de chicas (en las que la prevalencia es mucho mayor en este tipo de patologías) que estaban al borde de sufrir una recaída. “En el caso de los trastornos de conducta alimentaria no es que no te curas, sino que aprendes a vivir con tu condición de manera natural, las dotamos de herramientas para poder sobrellevar, aprender y vivir con ellos para poder hacer una vida normal”, señala la profesional. Esto se veía afectado durante el encierro, debido a la poca movilidad. “Nos hemos visto sin poder liberar la mente, y los pensamientos pueden volverse recurrentes, lo que puede hacerles volver a caer al fondo”.

“Hemos tenido casos que nos han pedido ayuda, porque no se veían fuertes y las familias querían que estuviéramos con ellas, para tener por llamarlo de algún modo, el control de cómo están las pacientes. Lo que ellas necesitaban era tener el control de su cuerpo y de su vida. Lógicamente, al estar con las familias ha habido más presión”, relata Irene. Y es que cuando los padres ven que la paciente no quería comer durante el confiamiento, se tiende rápidamente a pensar en que hay una recaída. “Hay una presión por ambas partes, para la familia y también para la paciente, porque la enfermedad provoca caos y frustración”, explica la enfermera.

“Momentos de debilidad”

Los meses de confinamiento fueron especialmente difíciles para las pacientes, porque “hablamos de que cualquier situación puede atacar la autoestima o la inseguridad”, y momentos de debilidad de ese tipo pueden volver a “encausar” la enfermedad. “Por eso, nosotros abocamos a la prevención, porque es algo fundamental para la supervivencia y curación de los enfermos, y por eso hemos estado ahí para ver qué está pasando y qué van necesitando”. Y es que aunque las familias quieran ayudar, no siempre pueden ayudar, “aunque las quieran mucho”. Es por eso que la intervención profesional es necesaria, para reconduri los casos “lo antes posible”.

En la asociación trabajan cuatro personas, un equipo multidisciplinario, porque los pacientes de este tipo de trastornos necesitan tratamiento endocrinológico, psicológico, enfermería, y trabajo social. “Muchos apoyos de muchos tipos, para poder volver al ciclo de la vida normal, poder salir del aislamiento al que se pueden enfrentar los enfermos por su trastorno”, señala. Además, trabajan en conjunto con el Hospital de Toledo y la Unidad especializada en el Hospital de Ciudad Real. “El equipo del Virgen de la Salud es maravilloso, pero las consultas se han visto paradas, por eso nosotras tenemos a las dos psicólogas, para rescatar cualquier caso que lo necesiten”.

Por ahora, sólo trabajan con veinte familias de Toledo, aunque durante la cuarentena han recibido también llamdas de otras provincias. Irene recuerda que tuvo que hacerse cargo de un caso “debut”, una chica joven que comenzó con problemas durante los meses de la cuarentena, ya que es ella la encargada de derivar los distintos casos. “Uno de los problemas, es que las pacientes se esconden, no quieren contar lo que les pasa. En este caso, fue la madre la que me llamó y por eso hicimos un asesoramiento familiar para poder reconducir la situación dentro de la familia para que ella se viese capaz de pedir ayuda. Nuestro papel es necesario para tratar los casos de manera objetiva, porque las familias, debido al cariño y la cercanía, no pueden serlo”.

Con la vuelta a la normalidad, esta paciente pudo ya acceder a atención presencial, después de “tocar fondo” y pedir ayuda. En este caso, se hace primero una cita de valoración, con asesoramiento psicológico, para ver si es necesario el ingreso. “El trabajo suele ser más con la familia que con la paciente”, señala. Otro de los casos que trataron fue el de una paciente que “ya estaba curada”, pero que se vio acosada por pensamientos negativos y que pasó directamente a la psicóloga. “Pero hasta ahora ha ido muy bien, porque no ha sido empezar de cero”.

Prevención en los colegios

Ahora, la asociación se plantea cómo seguir con el trabajo de prevención que realizan en los centros educativos. “Tenemos que ver primero cómo va a comenzar el curso escolar en septiembre, porque estamos trabajando un poco a ciegas en este sentido”, señala. En el caso de la asociación, la sala multiusos que utilizan para el tratamiento con las familias es “reducida”, por lo que se verán obligados a hacer más grupos y mantener las medidas de seguridad necesarias. En el caso de los tratamientos individuales y las terapias, no debería suponer un problema, pues siempre son de no en uno. “Pero tenemos que adaptarnos a las nuevas circunstancias”.

“Vamos con un poco de retraso, también en lo que se refiere a las subvenciones, pero nosotras atendemos a las pacientes de la mejor manera que vemos. Ahora que ya podemos estar en la asociación, puede venir una madre y expresarse con nosotras, que no es lo mismo que una vídeollamada. El apego es diferente y pueden descargarse de otra manera”, recalca. Sin embargo, los talleres de sensibilización son los realmente importantes para la asociación, porque es la “mejor manera” de prevenir que estos casos de trastorno se den entre las y los más jóvenes. “Promocionar la salud es la mejor manera de que nos conozcan, para que estudiantes y familias puedan saber dónde están las herramientas que podemos ofrecer. Pero con la nueva normalidad todo va a ser muy distinto y no sabemos hasta qué punto podremos volver a darlos”, concluye.

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