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Así me 'coló' mi padre en la procesión más famosa de Cuenca cuando estaba reservada solo para hombres

Gisela en la procesión del Calvario

Francisca Bravo Miranda

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Las madrugadas del Viernes Santo son uno de los momentos más solemnes, queridos y tradicionales de Cuenca capital. Al despuntar el alba, el silencio se convierte en un sonoro rugir de tambores y clarines en cuanto se abren las puertas de la Iglesia de El Salvador. Del templo sale la figura del 'nazareno' que será acompañado en su particular camino hacia el calvario por unas simbólicas turbas. Así comienza la procesión más importante de la Semana Santa conquense, también conocida como la de las Turbas.

Hasta 2007, la procesión de las Turbas solo permitía la participación de los hombres, que se contaban ya entonces por centenares. Un ambiente masculino en el que ha habido, eso sí, algunas excepciones. Mujeres tan enamoradas de la tradición que lucharon por ser parte de ellas.

Es el caso de la periodista Gisela Sebastián quien, amparada por su padre, pudo participar en la procesión desde ya muy joven aunque tuviera que hacerlo a escondidas. “Yo soy turba por mi padre, que lo fue muchísimos años”, recuerda Gisela, que tiene sus primeros recuerdos de la procesión desde muy pequeña, cuando tenía cinco años. Iba con sus abuelos. “Me quedaba fascinada con los tambores, el amanecer... Cuenca, preciosa y el sonido que eleva estas emociones”.

Esperó un tiempo y le pidió a su padre salir con la procesión. “No pudo negarlo solo porque fuese una chica. Él sabía que no se podía, pero no pudo negarse”, recuerda. Y así comenzó su andadura como turba en el año 1993. “Al principio salía un poco camuflada, y muy bien custodiada por mi padre y sus amigos”, recuerda. También añade que hubo mujeres que lo habían intentado y que no habían sido “bien recibidas”.

“Sí, salía de forma ilegal, se puede decir. Pero nunca tuve ningún problema, nadie me dijo nunca nada ni a mí ni a mi padre o sus amigos”, recuerda Gisela. Incluso llegó a ser parte de tradiciones “muy masculinas” que preceden a la procesión, como la cena de judías con oreja a la que van todos los 'turbos'. “Era fantástico. Ver esto con 14 años, la única mujer, y todos me acogieron como si fuera una más”, recuerda emocionada. “Muy pocas mujeres pudimos salir con nuestro tambor antes de que las ordenanzas cambiaran. Yo fui una de ellas. Sin el apoyo de mi padre y su cuadrilla hubiera sido imposible”, resalta.

Era algo que no se le iba de la cabeza. “No paraba de pensar en todas las mujeres que yo sabía que querían salir”, resalta. “Es gracias a 'turbos' feministas como mi padre que se pudieron romper las brechas, los tabúes y los machismos. Ahora las mujeres también somos turba”.

Muy pocas mujeres pudimos salir con nuestro tambor antes de que las ordenanzas cambiaran. Yo fui una de ellas. Sin el apoyo de mi padre y su cuadrilla hubiera sido imposible

2007, un punto de inflexión

Fue en el año 2007 cuando participaron oficialmente las tres primeras mujeres. Según aseguraba el entonces portavoz de la Junta Regidora del Grupo Turbas, Ramón Pérez, no fue una decisión que requiriese un gran debate social. “Estamos en el siglo XXI, esto era algo desfasado; de manera natural, podría haber sido el año que viene, pero ha sido este”, afirmaba entonces.

 El Grupo Turbas sitúa el origen de la procesión, tal y como se conoce hoy en día, entre los siglos XIX y XX. Aunque la entrada de las mujeres tardó varias décadas en llegar, la presencia femenina se ha impuesto. En 2023, sin ir más lejos, el número de nuevas inscritas superaba al de ellos. “Las mujeres nos hemos hecho con las turbas”, afirma Gisela.

Más de 20 años después de que saliese por primera vez en las Turbas, Gisela celebra la “cascada de incorporaciones” de mujeres que se han registrado. “Es una pasada lo que ha pasado estos años. Nos hemos hecho con la turba”, celebra. Su padre falleció hace unos años, pero ella mantiene sus palillos y su tambor en la estantería de casa. Un tambor que saldrá con ella este año. “Es muy grande y no sé si aguantaré todo el recorrido con él. Pero lo intentaré, porque yo toco por mi padre”, asegura.

Esta conquense dice que su pasión por la celebración no viene de un fervor religioso, sino de la emoción de una Semana Santa solemne, silenciosa. “Yo soy creyente de la cultura, me emocionan estos eventos culturales y nuestra Semana Santa es un fenómeno cultural impresionante y un tesoro que tenemos en Castilla-La Mancha y en nuestro país”, asegura Gisela.

La de las Turbas, resalta, es la “única procesión” que “representa realmente” cómo fue la subida al Monte Calvario de Jesús. “Lo que queremos transmitir con nuestro ruido es el desprecio y las humillaciones que sufrió. Eso es lo que representamos en su camino a la cruz”, asegura.

Además, Gisela Sebastián resalta que ahora ya existe un registro de los participantes en la procesión, para evitar lo que ha ocurrido en años anteriores cuando el evento se llenaba de gente. No por casualidad, la procesión también se conoce como 'la de los borrachos'. “Se llegó a desmadrar y venía todo el mundo. Lo pienso mucho, porque mi padre fue muy valiente al meterme”, resalta.

“Para ser 'turbo' o 'turba', tienes que ser parte de Cuenca. Es una maravilla de tradición. Antes, eran los más pobres los que salían, y se les pagaban dos reales. Mi abuelo me contaba que si eras turbo, luego no podías encontrar mujer, porque nuestro papel es el de la burla. Pero la ciudad de Cuenca ha logrado convertir esta procesión en un momento único, símbolo de su identidad, cultura y tradición”, remata Gisela, que está preparándose para ser parte una vez más de este estruendo vestido de púrpura.

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