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El trasvase desde el Tajo no salvará a las Tablas de Daimiel: “Dos meses después volverán a estar secas”

Tablas de Daimiel en abril de 2022

Alicia Avilés Pozo

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El año que viene se cumplirán 50 años de la declaración de las Tablas de Daimiel como Parque Nacional. Tiene más de 3.000 hectáreas, de ellas unas 1.800 encharcables. En más de la mitad de ese medio siglo de vida, durante unos 30 años este ecosistema fluvial producido por el desbordamiento de los ríos Guadiana y Cigüela ha pasado por situaciones de emergencia en función de los ciclos hidrológicos y debido a la sobreexplotación de los acuíferos. Hasta en el subsuelo, las conocidas como turbas se han llegado a incendiar por autocombustión debido a la falta de oxígeno.

En esa historia, las Tablas, refugio de avifauna como zona de invernada, mancada y nidificación, la búsqueda de soluciones no ha cesado. La última, tras los dos últimos años de crisis en su encharcamiento: un trasvase desde el Tajo, el primero en 13 años y de tres hectómetros cúbicos (hm3), frente a los 20 que se derivaron en 2009. Esta decisión de la Comisión de Explotación del trasvase se produce después de que también se aprobaran bombeos de agua de pozos el pasado mes de septiembre.  

Dicen los ecologistas que este ecosistema apenas tiene agua pero sí cuenta con “muchos ríos de tinta” en relación al continuo debate sobre su salvación. Porque ahora la misma cuestión vuelve a estar sobre la mesa: ¿conseguirá este nuevo trasvase salvarlo?

En el Patronato del Parque Nacional hay todo tipo de posturas. El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) y la Comisión de Explotación se aferran a una postura institucional “más flexible”, según las organizaciones conservacionistas, que en las legislaturas anteriores del PP. Pero no es suficiente, ni el nuevo talante ni el nuevo trasvase. El Gobierno de Castilla-La Mancha ha respaldado abiertamente esta transferencia y prevé que con ello puedan encharcarse 1.000 hectáreas, una tercera parte de su superficie.

Por ejemplo, la solicitud que realizó el Consejo Superior de Investigaciones Científicos (CSIC) fue de 20 hm3, pues es lo que se estima, a través del balance de agua del humedal, que se requiere para mantener la inundación en el transcurso del ciclo anual y mantener las funciones ecológicas del ecosistema.

“Su conservación debe ser una prioridad”

“Desconocemos los planes del Ministerio, pero claramente este trasvase es insuficiente. Se destinan 27 hm3 para mantener una actividad agrícola claramente insostenible en la zona del Segura, pero la conservación ambiental vuelve a ser un tema marginal entre las prioridades del Gobierno. El humedal es el núcleo de la Reserva de la Biosfera La Mancha Húmeda y su conservación y restauración debe ser una prioridad en las decisiones políticas. La única ventaja es que se utilizará la conducción de la Llanura Manchega, que asegura que esa será la cantidad que recibirá el Parque”, explica Salvador Sánchez Carrillo, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales-CSIC y miembro del patronato de las Tablas.

De hecho, su impresión es que para justificar el envío de agua a Murcia se ha destinado “una porción marginal” a la Llanura Manchega que pueda “acallar las voces críticas” y, además, se quiere probar el estado de la conducción de esta infraestructura.

Por ello duda que se cumplan las previsiones de la Administración regional en cuanto al encharcamiento que provocará el trasvase desde Tajo. “En todo caso, bajará muy rápidamente en pocas semanas porque en estas fechas la evapotranspiración se dispara con el aumento de las temperaturas y el revivir de la vegetación, fundamental para el funcionamiento ecológico del ecosistema”, mantiene el investigador. Porque la situación sigue siendo crítica. Solo hay 200 hectáreas encharcadas, todas en la zona del Guadiana.

El CSIC ha defendido en varias ocasiones que los trasvases son medidas de gestión ambiental que “no deben verse como un atentado” y que ha sido la mala gestión del agua la que ha llevado a esta situación del humedal. Ahora, mientras se debería configurar una reducción del uso del agua en actividades “de poco valor añadido” como la agricultura de regadío, es necesario “asegurar la conservación de la funcionalidad del ecosistema”.

“El bombeo es una alternativa y otra, de mayor escala, son los trasvases. Si el agua del acuífero de la Llanura Manchega Occidental no rebosa por las Tablas, como debería hacerlo, entonces hay que asegurar el suministro. No es justo que el ecosistema pague por los errores humanos”.

Su conclusión es que hay que mejorar más el reparto del agua en del Alto Guadiana, con más valor para la conservación de la riqueza ambiental de la Mancha Húmeda, “un lugar único en el mundo”, tal como lo reconoce la UNESCO. Y, mientras, “asegurar la conservación del humedal mediante aportes adicionales de agua y mediante restauración de sus valores ecológicos, que muchos están dañados pero no perdidos”.

La única solución sería dejar de regar y no por capricho

En que el trasvase es insuficiente coincide Rafael Gosálvez, profesor de Geografía de la Universidad de Castilla-La Mancha y representante a nivel autonómico de los grupos ecologistas en el Patronato. Pero solo coincide en eso y es más escéptico frente a las medidas adoptadas. Para este experto la situación pasa de crítica a “lamentable” y es cada vez más común que las Tablas no tengan agua. Frente a ello, critica que la solución ahora sea un trasvase, “lo más sencillo”, mientras que “lo único que funcionaría sería dejar de regar y no por capricho”.

Recuerda que el nuevo Plan Hidrológico del Guadiana establece que el recurso de agua para regadío es de 350 hm3 mientras que las demandas actuales son de 570, es decir, un 40% por encima de su capacidad. Habría que reducir como mínimo esa cantidad para llegar al equilibrio, pero “como estamos en déficit, en realidad habría que dejar de regar mucho más”.

“La situación es dramática, se han doblado las hectáreas de regadío y frente a ello siempre se ha optado por soluciones de maquillaje ambiental. Aunque se cumpla la previsión de que el trasvase produzca 1.000 hectáreas de encharcamiento, será pan para hoy, hambre para mañana, porque se prevé un verano bastante cálido, ese agua va a durar muy poco tiempo, se volverán a secar en septiembre y volveremos a tener el mismo problema”, avisa.

Es muy fácil de entender y “muy difícil de resolver”, añade Rafael Gosálvez. Equipara la situación de las Tablas de Daimiel con la economía doméstica, donde “si gastas más de lo que tienes, hay un problema”. En este caso, habla de una cuestión de balance hídrico que no se consigue porque la postura “siempre ha sido mirar para otro lado”.

“Llevamos así 30 años y la única esperanza quizás pase por encontrar una solución entre un extremo, que es el que defendemos los ecologistas, y el otro extremo, que es el que defienden los agricultores asesorados por las patronales agrarias. Lo que no tiene sentido es llevar agua de una cuenca que está mal, como es la del Tajo, a otra que también lo está, como es la del Guadiana”.

Como con Doñana y el Mar Menor

También considera un “desastre” el coste medioambiental que ya han sufrido las Tablas y culpa de ello al Gobierno regional y a sus “presiones” para que no se toquen los regadíos, equiparando su “falta de compromiso” con el de Andalucía en el caso de Doñana o con el de Murcia en el caso del Mar Menor. De hecho, añade: “Si no están dispuestas a asumir sus competencias agrarias y medioambientales, habría que aplicarles, como se hizo con Catalunya, el artículo 155 de la Constitución, y que se les quiten esas competencias”.

Los ecologistas también rechazan como solución la compra de derechos de agua -“no se puede comprar un recurso que no existe, porque está todo seco”- y los bombeos de los pozos, que “solo sirven para mantener encharcada” la zona que puede entrar en autocombustión y que solo son 200 hectáreas, de las 1.800 encharcables.

Por todos estos motivos, el profesor y miembro del Patronato muestra su “impotencia y resignación” ante “algo tan claro y tan evidente”. “Hay posturas pragmáticas y respetables que afirman que esto es mejor que nada. Yo no estoy tan seguro. A veces es preferible la nada. Seguir luchando por un espacio al que nadie quiere dar soluciones reales y eficaces no sé si merece la pena. Quizás sería mejor dejar que evolucione hacia un ecosistema terrestre y que siga su ciclo natural”, concluye.

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