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Crónica de un desiderátum: por qué hay que suspender las cotizaciones bursátiles durante la crisis del coronavirus

El Ibex 35 se desploma como consecuencia del coronavirus.

Gonzalo González

Economista y miembro del Consejo Provincial de la Juventud de Valladolid —

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Para los romanos, el desiderátum representaba el deseo que alguien espera que se cumpla con cierta ansiedad, con prisa podríamos admitir. Pues bien, esto me lleva ocurriendo a mí varios días al observar la tendencia de nuestra economía y la evolución de nuestro indicador bursátil por excelencia, el Ibex 35.

Todavía hoy, después de haber vivido una crisis como la de 2008 hay analistas, de cafetería, pero también de plató y claustro (ecce homo!), que se empeñan en segregar la economía real (de familias y empresas) y la financiera (activos, mercados e instituciones financieras).

Establecer esta división fue siempre, pero más aún lo es ahora, una auténtica falacia. La economía real y la financiera son como Góngora y Quevedo, tan interiormente concebidas como contingentes, pero tan realmente necesarias y complementarias. Sin una es imposible que funcione la otra. En pocas palabras se podría decir que la economía financiera desplaza fondos entre las familias y empresas ahorradoras y entre las demandantes de capitales.

Desde que se decide crear una empresa, comprar una casa o un coche (economía real) es necesaria una inversión que a menudo no podemos acometer, y por ello acudimos a pedir financiación a otro lugar (economía financiera). Una vez hemos establecido esta premisa de la estrecha unión entre ambas economías, podemos afirmar que de hundirse una, se hundirá la otra, y en consecuencia, resulta un pitido insoportable escuchar a ciertas personas que opere la mano invisible, y curiosamente este concepto lo acuñan tanto liberales como keynesianos según les convenga y según quienes sean los afectados.

Esta postura es una barbaridad. Queda claro que no podemos diferenciar entre ambas economías, y que solo trabajando por un avance conjunto crearemos desarrollo económico. Actualmente nos encontramos por primera vez en un Estado de Alarma derivado de una crisis sanitaria mundial, de una pandemia, la generada por el COVID-19.

Ante esta situación, muchas empresas han tenido que cerrar sus puertas, esperemos que temporalmente, pero no sabemos a ciencia cierta qué efectos puede tener todo esto sobre las PYMES, sobre los autónomos y sobre los trabajadores más vulnerables. En este sentido, la mayor preocupación compartida por toda España es la adopción de buenas medidas de política económica por parte del Gobierno, pero sin dejar de lado la necesidad de aumentar los estímulos de Política Monetaria de la UE. Las medidas aprobadas el pasado 17 de marzo son positivas, aunque quizá falte profundizar en las medidas destinadas a los autónomos.

Los ERTEs, con estas condiciones especiales, pueden ser la mejor solución temporal a esta crisis para contener la destrucción de empleo. Sin duda las medidas se ampliarán, se corregirán y esperemos sean efectivas, eficaces y eficientes, pero todavía quedan flecos por atar: los de la economía financiera. El Ibex 35 es el principal índice bursátil de referencia de la bolsa española y está formado por las 35 empresas con más liquidez que cotizan en la bolsa española, y se puso en marcha el 14 de enero de 1992.

La mayor caída anual del Ibex se produjo en 2008 con casi un 40%. La mayor caída diaria del Ibex se produjo el pasado jueves con un 14'06%. Solo desde el día 19 de febrero nuestro índice de referencia ha caído casi un 40%. Hoy, todos los títulos del Ibex están infravalorados, es decir, su valor actual de cotización es inferior al valor real de los títulos. En este sentido encontramos dos posturas antagónicas, pero complementarias en el hundimiento del mercado.

Por un lado tenemos a inversores con miedo, que vistas las caídas deciden vender, a sabiendas de que están vendiendo por debajo del valor real del título y perdiendo dinero. Por otro lado, se encuentran los bajistas, inversores que entran en el mercado ahora y compran los títulos a un precio inferior a su valor real a quienes huyen despavoridos, con el objetivo de que cuando esto se calme y las cotizaciones vuelvan a su valor real, vender los títulos y obtener suculentas rentabilidades. Estos comportamientos especulativos están hundiendo el mercado.

Ahora mismo las cotizaciones no son reales, es como un deportista que sale al terreno de juego dopado. Es responsabilidad de las autoridades financieras suspender de manera inmediata la cotización, pues empresas y entidades solventes pueden tener graves problemas si esto continúa así. Sin ir más lejos, cada título del Banco Santander vale ahora dos euros, cuando su valor normal medio es de unos cuatro o cinco.

Lo mismo pasa con Telefónica (tres vs siete), Repsol (siete vs doce) o IAG Iberia (2 vs 6), que ven como su cotización actual es prácticamente la mitad de su cotización normal. Proteger a las empresas es también proteger a sus trabajadores, pues al igual que ocurre entre la economía real y la financiera, las empresas y las familias se desarrollan estrechamente unidas.

En 2008 teníamos 1,8 millones de parados y casi la mitad de deuda pública que ahora. Hoy tenemos 3'2 millones de parados y el 27% del empleo es temporal y de caducidad inmediata. En estos momentos no podemos soportar una crisis como la de 2008, no hay margen de endeudamiento ni de crecimiento del paro. No tenemos tiempo que perder, hay que intervenir y ayudar a trabajadores, empresas y autónomos, pero también hay que intervenir en la economía financiera, seguramente sea mi desiderátum, pero hay que suspender las cotizaciones bursátiles inmediatamente.

De hecho creo que vamos tarde y ya lo deberíamos haber hecho. La prohibición de las ventas a corto está bien, y las medidas aprobadas también, pero solo en la mañana siguiente a la aprobación de estas medidas, el Ibex caía a las once y media de la mañana un cinco por ciento. Mi deseo es que el récord a batir en esta crisis sea el de la solidaridad, la ayuda, la responsabilidad y la eficiencia sanitaria y política, pero no el de la mayor caída anual del Ibex 35, de las empresas, y en consecuencia de los trabajadores.

No dejemos a nadie atrás. España es un gran país que siempre se ha levantado de todos los golpes que la economía, la historia y la política nos dieron. Lo volveremos a hacer. Más fuertes y más unidos que nunca. Gracias a todos esos sanitarios que son los héroes de esta emergencia, gracias a todos los trabajadores del sector agroalimentario y del transporte, estaciones de repostaje y sector financiero. Ellos no pueden parar. Jamás olvidaremos lo que estáis haciendo por España.

Gonzalo González es Economista y miembro del Consejo Provincial de la Juventud de Valladolid

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