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La presencia de fiambreras en los colegios se evidencia “anecdótica”

Pau Rodríguez

Barcelona —

“No nos lo hemos ni planteado”, cuenta Montserrat Ymbert, jefa de estudios de la escuela CEIP l’Amistat de Figueres (Girona). “Si el objetivo de la fiambrera era que las familias ahorraran, su uso supone todo lo contrario”, constata Ymbert. Al final, llevarse la comida de casa con el llamado tupper sale más caro. Al precio que le cuesta a cada familia preparar la comida, hay que añadirle la tasa del servicio de comedor, de entre dos y tres euros –el 50% del menú–, que sirve para sufragar los gastos de mantenimiento y monitoraje. Sin contar que, en algunos centros, como en l’Amistat, habría que adquirir las infraestructuras necesarias que establece la Generalitat –microondas y neveras aparte de las ya existentes–, un gasto que los colegios tendrían que negociar con las familias interesadas. Por estos motivos, pasados dos meses del inicio del curso escolar, la presencia de tarteras en los colegios es casi inexistente.

No disponen en el departamento de Enseñanza de la Generalitat de datos que reflejen la utilización de las fiambreras, pero son significativas las cuentas de la patronal de empresas Acellec, que gestiona el comedor de cerca de 510 escuelas en toda Catalunya. “Podría contar con los dedos de una mano los centros que nos han pedido que incorporemos las fiambreras”, asegura Pep Montes, gerente de la patronal. “En su momento se generó un debate sobredimensionado alrededor de los tuppers, y ahora lo podemos comprobar porque su incidencia en los centros es anecdótica”, concluye Montes.

En ello coinciden en la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Catalunya (FAPAC), desde donde sostienen que solo en algunas escuelas rurales y en algunas concertadas los niños acuden al comedor con su fiambrera. Ester Fernández, responsable de la comisión de comedores de la federación, considera que “esta medida hubiera sido comprensible para los institutos, puesto que no necesitan tantos monitores, pero este mismo curso han adoptado la jornada intensiva”. Ciertamente, en el 70% de los institutos catalanes se dan todas las clases por la mañana.

Una “cortina de humo” para no hablar de las becas

No sólo el gerente de Acellec cree que el debate sobre las fiambreras fue exagerado. También lo ve así Fernández, aunque va un paso más allá. Ve sospechoso que la Generalitat accediera de repente a que en los colegios se permitiesen las tartera cuando las asociaciones de padres, según Fernández, llevan años queriendo sentarse con el departamento para hablar de la situación de los comedores. “Fue una cortina de humo para ocultar el verdadero debate, que es el de las becas comedor insuficientes”, apunta.

En un contexto de crisis en el que más de un 20% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, las becas comedor se convierten en la garantía de una comida nutritiva al día, pero las becas no llegan para todos. En la comarca del Baix Llobregat –las administraciones comarcales son las encargadas de repartir las ayudas–, por ejemplo, el presidente del Consell Comarcal, Joaquim Balsera, admitió recientemente que de 7.494 solicitudes solo puedieron abarcar 5.466. “El total de alumnos que reciben becas es el mismo que hace tres años, alrededor de 61.000, pero la situación ha cambiado mucho para las familias”, sentencia Fernández.

Además, la Generalitat todavía adeuda parte de las becas a las empresas proveedoras, que son las que en última instancia se hacen cargo de los impagos de las ayudas. En septiembre se había pagado el 70% de la partida de becas del pasado curso, un retraso que, según Montes, ha dejado en una situación difícil a muchas de las empresas.

Menos niños en los comedores

“Cada vez hay más padres o madres que se quedan en paro y pueden traer sus hijos a comer a casa”, explica Montserrat Ymbert. En el centro l’Amistat este curso hay menos alumnos en el comedor que el anterior, algo que sucede en toda Catalunya. En total, según los cálculos de Acellec, el uso del comedor escolar se ha reducido en un 30% en los últimos dos años –eso sí, contando que en muchos institutos ya no se dá clase por la tarde. Esto demuestra, según Ymbert, que la fiambrera no es la solución para las familias que padecen problemas económicos. También ella cree que las becas comedor son la única garantía de una comida saludable al día.

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