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Nacho Cabana: “La novela surge con una pistola en mi cabeza”

El actor Toni Sevilla (derecha) lee un fragmento de la novela al lado del autor, Nacho Cabana.

Toni Polo

Barcelona —

“La novela surge con una pistola en mi cabeza”. No, Nacho Cabana (Madrid, 1968) no está vacilando. “Es la pura verdad, mi mujer y yo estábamos en el coche dispuestos a regresar a casa en el DF después de tomar una cerveza y un tipo me plantó una pistola en la sien y, mientras revolvía en los bolsillos para darle todo lo que quisiese, me dije que aquí había una novela”. Esa historia acabó siendo La chica que llevaba una pistola en el tanga (Roca Editorial) y ha ganado el premio internacional de novela negra L’H Confidencial 2014. “Vi el reflejo de la pistola sobre mi sien y…” La mente de Cabana, guionista de series como Policías, no descansa ni en los momentos más delicados. Todo muy trepidante, muy impactante, muy duro.

A través de una trama trepidante que comienza con el asesinato de una niña rumana por parte de dos presuntos skinheads de Madrid, la novela, muy vertiginosa, cinematográfica, nos pasea, casi a golpe de claqueta, por la capital de España y por la de México descubriendo el lado oscuro de nuestra opulenta sociedad: pederastia, prostitución, trata de blancas… Violeta y Carlos, dos polis de la comisaría de la madrileña calle Leganitos, seguirán las pistas a fuerza de tiros y de pura acción.

El actor Toni Sevilla, a quien hemos visto hace poco en el Teatre Lliure en una deliciosa historia muy chejoviana (Afterplay), acudió a la presentación de esta novela y se volvió a sentir en su personaje de la serie Policías, guionizada por su amigo Nacho Cabana, en la librería Negra y Criminal de la Barceloneta (barrio marinero en el que vive el autor premiado). “Recuerda a la serie”, explicó. “Nos conduce por esos lugares que nosotros, como actores, recorrimos en coches patrulla para conocer la ciudad”. Se refiere a la ciudad que conocemos sólo de oídas, la ciudad escondida, la ciudad sin ley. El lado oscuro de todas las ciudades del mundo y que describe con arrebato Cabana. “DF es una montaña rusa de las emociones, una ciudad que ni los taxistas conocen”, dice el guionista, en referencia al otro protagonista del libro, el taxista Pedro, que se introduce en ese submundo creyendo que podrá salir de él… “No es una novela subvencionada por la Oficina de Turismo de México, desde luego”, apunta con ironía el librero Paco Camarasa, miembro del jurado del Premio. De lo contrario no nos sumergiría en las calles del DF como lo hace en las primeras líneas del capítulo titulado ‘Ciudad tóxica’: Hay muchas maneras de morir en el Distrito federal.

En palabras de Camarasa, el libro “denuncia una realidad determinada pero sin ese morbo extraño tan anglosajón”. De hecho, trata temas muy delicados, la pederastia, sin ir más lejos, con tanto tacto como pasión. Y si este enfoque ya la acerca al lector, el lenguaje acaba de hacer de La chica que llevaba una pistola en el tanga una novela cercana y realista. “Es un lenguaje muy coherente, donde los mexicanos hablan en mexicano”, destaca el librero. “En México se usa el mexicano, con sus palabras que, sacadas de contexto, nos podrían confundir, pero no es el caso. Aquí no necesitamos un diccionario. ”Lo más difícil para mí han sido las construcciones sintácticas, que en función de quién las dice, tienen un significado u otro“. La supervisión de su esposa, mexicana, ha sido clave para homogeneizar este aspecto.

Pero lo que más llama la atención de la novela es ese ritmo frenético que te empuja a no dejar de leer. “Bebe de las series de televisión”, admite Cabana. “Es un ejemplo de esa narrativa nacida a partir de la televisión de pago”. El autor, de hecho, en ningún momento consigue (ni creo que lo pretenda) sacarse el traje de guionista. La casi única diferencia juega decididamente a su favor: “En una novela no reparo en gastos”, comenta. “Llevo a mis personajes a México, vuelan a Madrid, viajan a Murcia… En una producción televisiva cada escena tiene un presupuesto”.

Cabana define el humor que acompaña la narración como “risa negra”. Es la manera de contar cosas delicadas con contundencia pero sin dramatismos. “La fuente de este estilo viene de la crónica de sucesos de México, la que, como explica la novela, bajo la foto de un hombre con un móvil en la mano atropellado y muerto por un camión, titula: ‘Lo llamó Dios’. Eso es cierto. Y sólo se puede definir como humor negro, ¿no?”.

El género de sucesos (la “nota roja”) es un clásico en un país tan acostumbrado a estos que acaba riéndose (con respeto, por incoherente que parezca). Esa atmósfera de bajos fondos, descrita a veces hasta en los detalles más insospechados (hay que estar muy seguro de uno mismo para comprar sofás blancos en una casa de putas), está muy documentada, no sólo por la prensa sino también por las aportaciones de periodistas e investigadores muy implicados en la realidad mexicana, como es el caso de Lydia Cacho.

La cuestión es que Cabana no se corta y si tiene que apuntar verdades incómodas, las apunta. Tanto si está en México (La sanidad no disimula lo más mínimo de cara al enfermo su condición de negocio, aunque esta frase podría referirse también a España…), como si está en España (Los CIE son la prueba de lo falsas que son las democracias europeas).

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